Capítulo 50: Aquellos que aman.

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Abrí los ojos alterada, sudando y con la respiración acelerada. Toda la información y los recuerdos corrían por mi mente en un colapso total. Tantas cosas, tantos planes...

Y al final todo había sido un truco sucio de una sola persona.

La irá me consumió y sentí como mi sangre hervía y mis ojos pasaban de ser de color calabaza a fuego consumidor. Desde hace mucho tiempo puedo hacer magia, pero el saber su motivo ahora me asustaba.

—¿Despertaste?

Me levanté de golpe viendo a Nerea sentada en la ventana observandome con atención, sin parpadear. Su semblante era serio, estaba segura de que ella fue quien me transfirió todas esas memorias y recuerdos. Pero lo que más me sorprendía...

—¿Eres la niña de esa época?— pregunté, recordando a la jóven que se mantuvo junto a Azalea hasta el final.

—Te lo dije cuando me presenté— se encogió de hombros.

— Pensé que era mentira, al principio no te creía...— admití.

—Eso ya es tu problema.

Caminó hacía mí, mirándome a los ojos con un simple toqué logró hacer desaparecer la furia en mí volviendo a la normalidad. Un amor que sería una maldición... Ese fue su destino, aún así quería saber.

—Cuando la princesa Luna me envió a los bosques, fue como un bocadillo para el dragón durmiente— contó, sin necesidad de que yo preguntará. Presté atención sabiendo que ella necesitaba hablar— tenía mucho miedo, pero estaba dispuesta a morir de una forma trágica que de otra forma ordinaria y penosa, así que no deje mi actitud atrás, a pesar de que mi preciosa amiga estaba corriendo peligro.

»Cuando llegué al bosque Camsylot, estuve al borde de la muerte en más de una ocasión, dónde criaturas intentaron devorar mi carne o aplastarme, así que siguiendo su juego, me volví una de ellos, copiando sus costumbres y fuerza— hizo una pausa— entonces, conocí a alguien que era igual que yo, un hombre.

Abrí mis ojos sorprendida, ¿Un hombre? Si es así, entonces ya estaba muerto.

—Albino de ojos monstruosos, sabía que no era un humano normal, pero era mi mejor compañía en ese entonces— suspiró— estuvimos juntos, ¿Me entiendes? Muy juntos.

—Entiendo.

—La cosa es, que una noche simplemente desapareció. Al igual que la presencia de mi amiga, la princesa Luna y todos los humanos que estuvieron en su contra— recordó— fue entonces, que Azalea me convirtió en una protectora, una guardiana. Me encomendó una misión y ¿cómo decir que no? Las personas nos habían jodido tanto que lo único que quería era verles la cara de estúpidos. Me ofrecieron a un dragón que ni siquiera salía de su cueva, o al menos hasta que yo aparecí.

»Yo no era ni el doble de grande que sus garras, sus dientes eran filosos y sabía que por muy ninfa que sea, nadie se salva de una criatura así. Al menos...

—¿Al menos?— la animé a continuar.

—Al menos que lo hayas conocido en su mejor faceta, al menos que él se haya enamorado de tí— sonrió— jamás lo volví a ver en su forma humana, pero ahí está, esperando en silencio cualquier oportunidad, hasta que cierre sus ojos y terminé de cumplir su misión.

Suspiré, la historia de amor de un dragón y una ninfa, era algo difícil de creer, pero una fabulosa historia de amor que contar. Una trágica historia agridulce.

—Igual es contigo— levanté la mirada, pensando que no iba a decir nada más— vives engañada por aquellos que quieren el poder, sin ver más allá del verdadero peligro, porque vives aferrada a una vida que no tiene nada que ver con esta.

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