Capítulo 3: Lecciones de baile.

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Me vi obligada a bailar por todo el salón siendo observada de cerca por la profesora de baile que se había contratado para mí y para Halia.

Me deslicé con la mayor gracia posible, esperando que las lecciones de mí vida pasada dieran sus frutos. Antes, no podía ni siquiera caminar con tacones sin parecer un pato apunto de parir, de hecho, mí profesora constantemente me regañaba en el pasado y no fue años después que pude hacerlo decentemente. Por supuesto, Halia ya para ese entonces lo había conseguido y no pude evitar ser el objetivo de sus burlas.

Intentar superar a Halia siempre fue mí objetivo, la profesora siempre me motivó a superarla, aunque su intento de motivación se basa en gritos dónde me repetía que nunca podría llegar a sus talones. Hasta que un día lo entendí.

Ella no quería que renunciará, quería prepararme.

Después de todo, en la alta sociedad los comentarios son mucho más crueles de los que alguna vez me pudo decir mi maestra.

La música resonaba por las paredes del salón, el violín acompañado del piano creaban una melodía que se conectaba como hilos jugando en el viento.

A un lado, Halia intentaba seguir todas las órdenes de la profesora al pie de la letra, sin tener mucho éxito. Me alegraba un poco superarla en ciertas cosas, era quizás, un sentimiento inevitable. No podía evitar desear que sufriera.

De todas formas, confiaba en que, hasta esa noche en particular, no había poder actualmente que ella pudiera poseer para lastimarme. Nada de habilidades ni dones mágicos.

Seguí bailando sin observar a Halia, provocando que todos los presentes empezarán a comparar, sin embargó, el quejido y los reclamos de Halia llegaron a mis oídos haciéndome detener cualquier paso. La música se detuvo de pronto para sorpresa de todos, y Halia señaló a los músicos con una sonrisa traviesa.

—¿Qué es esa música? es tan triste y aburrida, ¿no sería mejor aprender algo más movido y alegre?— Halia movió sus pequeñas manos intentando darse a entender.

Los músicos se miraron sin entender nada, yo sonreí disimuladamente recordando esta escena del pasado, mientras la profesora parecía querer arder de furia.

Los músicos no tuvieron opciones, rápidamente empezaron a tocar siguiendo las órdenes de la pequeña señorita de la mansión, bajo la atenta mirada de la profesora.

En el pasado, Halia se había salido con la suya realizando una animada danza que yo desconocía, pero en el pasado mientras caminaba por el pueblo simulando ser una plebeya a los quince años, me di cuenta que la “espectacular" danza que había realizado Halia no era más que una coreografía repetida entre los plebeyos para festejar todo tipo de fiestas y festivales. Era imposible no aprenderla de tantas veces que la realizaban.

Me dio algo de pena, pero Halia seguía siendo una niña cuando mi alma ya le llevaba varios años por delante.

¿Y qué?

Acercándome a mí hermana con una alegría fingida, bajo la atenta mirada de mí profesora, imite los pasos de Halia sin detenerme, con más velocidad y una elegancia que ni idea de dónde había sacado.

Halia daba saltos intentando seguir mí ritmo, mientras yo tomé los extremos de mí falda dando vueltas por todo el salón siguiendo el ritmo de la música, escuché los jadeos de los músicos impresionados cuando di un pequeño salto sin tropezar.

—Tienes razón hermana menor, ¡es muy divertido!— dije dando otra vuelta seguida de un salto, con una enorme sonrisa.

Halia frunció el ceño intentando imitar mis pasos, pero cuando dió un salto acompañado de una vuelta, su pie se enredó con el otro resbalando cayendo sentada al suelo. La música se detuvo, pero ahora por motivos diferentes, la puerta del salón se abrió y mi padre entró caminando lentamente hasta que observó como Halia rompía en llanto.

Pensé que llegaría más tarde.

—¡Halia!

El conde se acercó en largos pasos hacia la pequeña niña tirada en el suelo que lloraba sin control. Me detuve mirando todo con curiosidad, sintiendo otra vez ese pequeño pinchazo al ver cómo mí propio padre me pasaba por un lado ignorando mí presencia completamente.

Pero no era el momento de compadecerse, estaba claro que sí no actuaba bien o decía las cosas correctamente, no iba a ser la única afectada.

Con las lágrimas saliendo sin control de sus ojos, su nariz se tornó de un color rojo a causa de los mocos que estaba conteniendo, luego, me miró como sí se sintiera asustada de mi presencia y dijo:

— Mi hermana mayor bailaba conmigo, solamente quiero ser como ella, quería divertirme pero olvidé que ella era tan perfecta y no había tiempo para eso, perdóname.

Mi padre me miró de reojo con furia.

—Quiero que te disculpes con tu hermana, ¡Ahora!— exclamó, haciéndome sobresaltar.

Tuve que luchar para mantener una mueca que expresará tristeza. Cambiar de pronto la clase a un baile reconocido del pueblo había sacado risa en los músicos menos de mí profesora, que observaba al conde entrar con alegría en ese momento al ver a su pequeña bailar con emoción. Pero ahora no iba a permitir que sucediera lo mismo, yo también iba a demostrar de lo que era capaz.

Levanté la cabeza para mirar a mí padre y vi satisfecha como su mirada se asombraba y como la niña a su lado mostraba una expresión espantada cuando mis ojos que contenían las lágrimas explotaron.

— Perdóname hermana menor, no pude protegerte, olvidé que tú seguridad es mucho más importante que cualquier cosa, aceptaré cualquier castigo por parte de padre, es lo mínimo que merezco por no proteger a su adorada hija pequeña— dije con una voz rota y temblorosa, sin dejar de temblar.

¿Cómo me vería? una niña sola llorando en silencio mientras su padre consolaba a su otra hija.

Al final, la situación se había vuelto en mi favor y quise reírme divertida al ver el cambio de escenario. Los músicos empezaron a susurrar a la vez “Pobre señorita Sinnah, ignorada por su propio padre"

Halia dejo de llorar y mí padre me llamó suavemente, sin embargó antes de que él se acercará, tomé el dobladillo de mí falda y salí corriendo de la habitación sin mirar atrás, aunque eso me dejará otra imagen y fuera contra las normas de etiqueta, para solo una niña de nueve años, había soportado mucho.

Al salir del salón, hice que todos los sirvientes me vieran llorar, incluso caí a propósito subiendo las escaleras escuchando sus jadeos angustiados, pero justo al llegar a mí habitación y encerrarme, solté una carcajada fascinada con todo este numerito.

Y así, comenzaron los rumores.

La elección de la diosa Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora