Capítulo 34: Inesperado intruso.

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Habían pasado una semana desde entonces.

Gracias al juego de banderas, mí reputación había crecido considerablemente. Ahora, seguía siendo la noble que buscaba un rumbo distinto, pero todos sabían que no lo intentaba en vano.

Había ganado popularidad entre el departamento de combate, muchos se detenían a saludarme cuando llegaba, otros seguían con su rutina hablando a mis espaldas. Pero el acoso se había detenido considerablemente.

En parte era gracias a Athen, sin él probablemente no hubiéramos tenido tanto éxito en los juegos. Agradecía a mi intuición al escogerlo, y también que Balder no lo escogiera primero.

Luego de que mis calificaciones estuvieran en la cima, me entregaron un reconocimiento que me dió muchos beneficios dentro de la academia, y oficialmente había pasado a estudiante primeriza en combate y magia.

No era la más rápida, mucho menos la más fuerte, pero con todo lo que se venía estaba segura de que podría superarme dentro de poco tiempo. Ahora, mi uniforme consistía en unas medias altas con falda de gabardina. Una camisa y chaleco que presumía con orgullo el sello de estudiante de combate. Tenía permiso para utilizar cualquier tipo de armamento y participar en todo lo que quisiera. Ya solamente era cosa de continuar con el mismo promedio.

Angelic no me molestó más, tampoco fue necesario ya que su expulsión no terminaba del todo, pero sus seguidoras no me veían con los mismos ojos. Me había tomado la libertad de devolverles algunas de sus bromas.

Por otra parte, estaba muy felíz. Me habían llegado cartas de mi madre dónde me decía que se había casado con mi antigüo guardaespaldas Maxon. Me sentí muy indignada cuando no me invitó a la boda, pero fue algo sencillo una tarde caminando por la arena de el inmenso océano dónde los dos junto a un sacerdote se jugaron amor eterno con solo el cielo de testigo. Fue algo muy íntimo y personal. Bastante romántico a decir verdad.

Me había prometido que en cuánto pudieran, celebrarían una gran boda para recompensar todo el misterio y el no haberme incluído. Acepté en cuanto abrí el siguiente cofre que me envió viendo un montón de piedras bonitas de mar dejándome entender que siempre estuve en su mente. Al menos cinco segundos.

Mi habitación ahora tenía una extraña decoración que te hacía pensar que estabas en el océano. Habían flores en mi escritorio y ventana junto a esas extrañas piedras decorando, además de las sábanas de mi cama que eran casualmente de un azúl cielo.

Los que me conocieran jamás pensarían que pudiera tener este tipo de decoración. Pero era bonito, a quién quiero engañar.

Estaba recostada aprovechando mi día libre, había chocolates en mi mesa con la ventana abierta permitiendo que el viento jugará con mi cabello. No había desperdiciado mi día libre, me había relajado una hora entera en los baños, arreglé mi cabello cortando las puntas, mis manos y piel. Disfrutaba de los postres enviados por mi nana, Leslie.

Ella era otra historia, como me lo esperaba e igual que en el pasado se fue a vivir con su novio en una casa en el pueblo. Faltaba poco para la boda, o eso recordaba.

Mi padre era caso aparte, de él solamente recibí una carta informando como iban con los caballeros imperiales luego de la guerra y todos los problemas que se trajo encima con eso. Él se encontraba en perfectas condiciones, pero ahora tenía que hacer frente a un montón de rebeldes de guerra y eso lo tenía más sobre un caballo que en su propia casa.

Halia se había tomado el descaro de escribir sobre su magnífica vida en el palacio, su entrenamiento iba de maravilla, incluso me mandó otras dos cartas más pero las quemé cuando empezó a presumir sobre su perfecto prometido el príncipe heredero.

La elección de la diosa Where stories live. Discover now