Capítulo 4: Rumores.

1.9K 236 20
                                    

—¿Escuchaste los rumores?

—Sí, están corriendo de boca en boca por todo el pueblo y las casas nobles, todos saben que el conde trajo a una hija ilegítima junto a su amante a vivir a la mansión.

—Que horrible, aún con su esposa fue capaz de traer a otra hija y una amante, que barbaridad.

—Lo peor es que ignora por completo a su primera hija, los sirvientes de la mansión dicen que el conde pone toda su atención en la hija de la amante, la niña recibe cantidades exorbitantes de regalos mientras la mayor solo observa.

—¿Y dónde está la madre de la pobre niña?

—Un esposo que duerme ahora con otra mujer bajo su mismo techo y una niña que no es de ella a la cuál le obligaron cuidar… No lo sé, pero no la culpo por encerrarse a llorar en su habitación.

— Querrás decir en la habitación de huéspedes— soltó un resoplido— la amante ahora duerme en su cama también.

Chismes, chismes y más chismes. Aunque la mayoría de ellos fueran solo rumores, no estaban tan lejos de la verdad. Sus voces resonaban en mí cabeza mientras mí niñera, Leslie, me peinaba con extrema delicadeza y cuidado. A pesar de que mí cabello era ondulado y algo rebelde, se le hacían unos nudos del demonio, y eso que no hacía nada para conseguirlo.

A diferencia de Leslie, ella tenía unos ojos marrón oscuro y un cabello ondulado perfectamente peinado en un moño, la recuerdo perfectamente. Ella cuido de mí hasta que entre en mí adolescencia, ese recuerdo me hizo olvidar por un momento todas las voces que hablaban ajenas por la mansión.

Leslie era nueve años mayor, había llegado cuando era solo una niña, recibiendo cobijo por parte de mí madre la cuál era atendida por su madre, una señora algo mayor que no tuve la oportunidad de conocer.

La madre de Leslie murió de una extraña enfermedad en invierno, los climas eran fuertes y las tormentas de nieve no ayudaban. Fue cuestión de días.

Mamá se hizo responsable de que Leslie no fuera a los barrios pobres al no encontrarle utilidad, así que ella empezó sus estudios y a observar el trabajo de las otras sirvientas. Tiempo después nací yo.

Leslie se encargó de entretenerme y de ser mí amiga, aunque su trabajo tenía el título de “niñera personal” era más el tiempo que jugábamos en el jardín de la mansión. Mí madre por supuesto estaba encantada con la idea de que tuviera una amiga, aunque mí padre prefería que socializará con otras niñas de mí edad o del mismo estado social y financiero.

Esa propuesta le había funcionado en el pasado, cuando me distancié de Leslie esperando que se contentará al verme socializar con otras niñas, sin embargó aunque nos veíamos constantemente las cosas cambiaron entre nosotras, yo crecí y ella maduro, al poco tiempo de ser el debut de Halia me informó que se iba de la mansión, había encontrado el amor verdadero y se iba a casar con un muchacho del pueblo que la podía mantener y darle una buena vida.

Me invitó a la boda, sin embargó preferí asistir al palacio con Halia, lo cuál solo fue una pérdida de tiempo donde observé cómo el príncipe consentía a mí hermana igual que mí padre.

Pero no solo había perdido el tiempo, había perdido a una amiga.

Pero ahora, tenía la oportunidad de disculparme por todo y hacer lo que en verdad quiero, no seguiré los consejos de mí padre ni mucho menos dejaré de ser su amiga, aunque lamentable mí renacimiento fue a la edad de ocho años, yo decidí alejarme de Leslie a los cinco.

Habían pasado ya los años desde ese entonces, nuestra relación no era la misma y no podía hacer como sí nada hubiera sucedido de pronto, pero quería a mí amiga de vuelta. Así que intentaré ganarme su amistad de nuevo, solo espero no fracasar.

Igualmente había pasado con Fabio, él y yo nos conocimos cuando tenía cinco años, el príncipe era menor que yo, tenía la misma edad que Halia. No tuve la oportunidad de ignorarlo.

No olvidaré que fue él quién dio la orden de mi muerte.

Lo que tenía planeado no se comparaba a lo que él me hizo, pero aún tenía algo de tiempo, sería suficiente para pensar en algo mucho peor.

Estaba planeando atentar contra la vida del príncipe heredero, el hombre que me llevo a la muerte en el pasado. Sin embargo, eso no había ocurrido en este mundo, pero no dudaba de qué cuando Halia demostrará su don, todo cambiaría.

La familia real aún tiene sus esperanzas puestas en mí, al menos contaba con que se anularía el compromiso conmigo, esta vez no iba a pelear por el puesto, sí Halia tanto lo quería que se lo quedará, es más… Hasta se lo regalo con un moño.

No me había dado cuenta de que tenía una mueca de pura molestia sí no fuera por las manos temblorosas de Leslie sobre mí cabello, diablos mujer, ¿Qué fue lo que te hice?

—¿Señorita?

Unos golpes en la puerta nos sacaron del momento incómodo, mí madre se asomó por ella mostrando una dulce sonrisa al vernos a las dos juntas, Leslie la saludó con entusiasmo mientras yo la analizaba de arriba abajo.

— Dejá eso Leslie, hiciste un buen trabajo pero me gustaría hacerlo yo— pidió mamá extendiendo su mano tomando el cepillo de las manos de Leslie.

—Buenos días, mamá— le dije mirándola a través del espejo.

—Buenos días Sinnah, ¿Ya desayunaste?— asentí mientras ella pasaba el cepillo de peinar por mis hebras— tu padre se fue de la mansión hace unas horas, se preguntó por qué no fuiste a despedirlo.

Alcé una ceja con curiosidad, preguntándome sí eso lo estaba inventando, después de todo nunca se despedía de mí a no ser que yo bajará corriendo las escaleras y me lanzará a sus brazos con tristeza por su partida, pero ahora ni siquiera me había asomado. Tenía a Halia para hacer ese trabajo ahora.

Ya sabía que él se había marchado junto a su amante, gracias a Dios. Por otra parte Halia se había quedado durmiendo, no quisieron molestar a la criatura, así que la dejaron con dos guardias cuidando su puerta y una sirvienta lista para servirle.

La abuela vivía en el templo, como elegida por la diosa. Para explicarlo mejor, existía un templo sagrado en el reino, al igual que la orden de los dioses. Personas nacidas con dones especiales, y digo “especiales” porque aunque existieran magos o poderosos hechiceros, nada se comparaba con la fuerza y majestuosidad de un don.

Pero ya no pensaré más en eso, después de todo yo no había tenido ninguno en mí vida anterior y dudo mucho que tenga uno ahora.

—Es tu padre Sinnah, aún con sus defectos sigue siendo tu padre— dijo Seira, sacándome de mis pensamientos.

—Y tú eres su esposa, aún sin título sigues siendo su esposa, pero aún así él tiene a otra mujer acompañándolo a todas partes — dije fuerte y claro, escuchando los jadeos sorprendidos detrás de mí.

Uno de ellos fue de Maxon, mí guardaespaldas que esperaba detrás de la puerta entreabierta, el otro fue de Leslie quién por poco deja caer la taza de té y el último fue de mí madre, a quién se le cristalizaron los ojos.

Me arrepentí al poco tiempo, eso sin duda no sonaba como algo que una niña diría.

Había olvidado que para ellos aún era una niña, una niña que no sabía el significado de dolor y traición.

Pero tenía que demostrar que yo era mucho más capaz que todos ellos ahí, juntos.

— ¡Sinnah! ¿Cómo se te ocurre decir algo así? —me regaño mí madre ocultando sus ganas de llorar— esas no son las palabras de una señorita.

—Mamá— la llamé mirándola seriamente— puede que sea una niña todavía, pero entiendo más cosas de las que puedes creer— la escuché jadear sorprendida— mí padre no está respetando el acuerdo de matrimonio, diría que para él quedó en su nueva familia, así que todo eso se quedó con él, toda la admiración que pude sentir por él se quedó ahí, en ese momento. No puedo perdonar a mí padre por traerlas aquí, pero sobre todo no lo puedo perdonar por lastimarte.

No quiero decir que tiene que olvidarlo, después de todo lo ama, sé que una parte de ella aún espera que él recapacite, pero tiene que ser consciente de que eso no va a suceder, el hombre que ella ama se perdió hace mucho tiempo dejando ese cascarón vacío.

Y si sigo fingiendo inocencia ante en tema, ella seguirá el mismo camino. Un camino que solo tiene un final, y es la muerte.

—No pienso hacer nada para que me preste atención de nuevo, mucho menos intentaré llevarme bien con una niña, pero no me quedaré aquí confiando en un título que me dieron al nacer, yo misma creare mí propio camino hacía el futuro, de ti depende decidir que piensas hacer con tu vida, sea lo que sea, no permitiré que te destruyas sola por algo que jamás llegará.

¿Sonaba ridícula al decir querer independizarme? Estaba bien tener esos deseos, pero en estos momentos ellos me superaban en fuerza y tamaño, tal vez solo sonaban como palabras sin poder y deseos de una niña resentida.

No se escuchó nada más que las respiraciones de Leslie y mí madre, hablaba muy en serio, Seira Eughton había peleado por Malcom Roubert hasta el final, y no obtuvo nada a cambio, ni siquiera una sola mirada de preocupación, mientras otro hombre se moría por ella.

No quería sonar tan dura, pero cada segundo que transcurría era una descentaja, tenía que cambiarlo, tenía que proteger a las personas que amaba. Y si iba a estar con vergüenza o buscando la forma de no lastimar en el camino, estaba caminando en dirección opuesta.

Observé como Maxon, mi guardaespaldas, miraba todo por la puerta entreabierta, preocupado. Recuerdo que él fue uno de los únicos en asistir al funeral de mi madre, podría jurar que lloró igual o más que yo. Pero jamás se apartó hasta que la tierra se pegó a sus zapatos a causa de la fuerte lluvia.

Maxon era un amigo de mi madre quién vino con ella desde su hogar en el reino de Vallenova, la siguió cuidándome en el camino, y jamás se fue hasta el día de su muerte. Maxon no solo era el mejor amigo de mí madre, para él, ella era su heroína.

Mamá siempre caminaba por el pueblo siendo la hija de un comerciante bastante popular por sus buenos negocios entre la nobleza, siendo amigo íntimo del propio rey de Vallenova, un reino al sur, pequeño a comparación de Belghot, pero acogedor. Maxon era huérfano, llevaba días sin ingerir alimentos, endeudado con unos hombres estuvo apunto de ser vendido a otro reino como esclavo sí mamá no lo hubiera encontrado buscando algo entre la basura de un callejón.

Maxon fue descortés con Seira, incluso dijo un montón de groserías, pero no pudo ignorar las brillantes monedas de oro en la mano de Seira, la dulce niña de cabello lacio pelirrojo y ojos calabaza. Sus palabras fueron muy claras:

“—Puede que yo no tenga mi merienda hoy, pero dormiré sabiendo que tú pudiste llenar tu estómago con algo delicioso.”

Esa simple acción, ese simple gesto de amabilidad fue suficiente para demostrarle que no todo el mundo era un monstruo.

Le hizo darse cuenta, que sus deseos de vivir eran más grandes que cualquier cosa. Encontró un motivo, una excusa…

Desde ese entonces, Maxon se esforzó por trabajar para pagarle ese simple favor a Seira, consiguiendo trabajo en su propia casa como guardaespaldas, él mismo se había ofrecido sin pedir mucho dinero, con solo saber que estaría segura le fue suficiente.

Para un niño sin nada, un simple acto de cortesía lo fue todo.

Luego de la muerte de mamá, él quedó destrozado. Lo busqué por mucho tiempo, pero me enteré que se hizo amigo de las apuestas y que había muerto de cansancio y estrés.

Así que decidida, miré a mi madre olvidándome de todos los rumores que corrían sobre mí y Halia, sabía que había venido porque pensaba que estaba destrozada, pero la única destrozada era ella. Así que le dije sin vacilar:

—Yo ya tomé una decisión mamá, así que dime, ¿puede más tu amor por él qué tu amor propio?

Ella me miró con lágrimas cayendo por sus mejillas, se aferró a mis hombros escondiendo la cabeza sin mirarme, Leslie y Maxon miraban todo con pena.

—Eres solo una niña, ¿Cómo puedes hablar de esa forma?

— La madre de Halia es un adulto pero se comporta como un bebé de tres meses cuando ve algo brillante— le dije con una mueca de desagrado, sacando una risita de mí madre que pareció más una mueca lastimada.

—¿Qué se supone que tengo que hacer?— me preguntó buscando mí mirada, la cuál no aparte en cuanto le respondí con sinceridad.

—Lo que siempre hemos hecho, mamá.

Porque las dificultades están destinadas a despertarnos, no a desalentarnos. El espíritu humano crece a través del conflicto. De eso me daba cuenta ahora.




La elección de la diosa Where stories live. Discover now