Capítulo 49: Consecuencias.

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Esta es la historia de la mujer más bella del mundo. Una mujer premiada y castigada por los dioses con un don tan único y virtuoso como maldito y terrible: una belleza incomparable, capaz de provocar la mejor locura de los hombre, pero también la peor cordura.

Hija del cielo, esposa de un Dios, amada y odiada por todos, Azalea vivirá desde pequeña y para siempre sometida a la mirada escrutadora de amigos y enemigos, sólo por ser quién es, por ser cómo es, por poseer el rostro que será la imágen en una guerra legendaria en la historia de la humanidad.

—¡Por favor, no hice nada, por favor!

—¡Amar fue tu pecado, ese fue tu error!

A diferencia de hace unos meses, los hombres miraban maravillados una mujer de cuerpo esculpido y rostro encantador. Cabello negro azabache y ojos azules como el mismo mar, piel blanca de seda y aura vivaz y encantadora. Esa era Azalea, la niña que hace unos meses lavaba en un pozo, ahora vestía como toda una jóven. Era considerada la dama más hermosa de todo el reino, incluso más que la princesa Luna, quién era la culpable de que se encontrará en una situación tan devastadora.

—¡Ella es inocente! ¡Déjenla tranquila!— gritaba su única amiga, su única aliada; Nerea. Quién era golpeada por los súbditos de la estrella imperial.

—¡Nerea!

—Una humana cualquiera retando a una divinidad, tal vez aprenda la lección en el bosque Camsylot— dijo fuerte Luna, asustando a la jóven.—Una ofrenda para el dragón durmiente.

—¡No, no por favor!— Nerea fue tomada de brazos y piernas, todos conocían la historia del dragón que comía corazones humanos. La chica intento defenderse una y otra vez, pero qué era ella comparada con la fuerza de la magia. Rápidamente, desapareció de los ojos de todos desvaneciéndose cómo sí jamás hubiera existido. Jugando con sus memorias y dejando una historia totalmente distinta.

—Le espera un castigo mucho más grande que ser la compañía del dragón— murmuró Luna, observando el agua del mar rebelde a sus pies. Sus cabellos plateados se movían al compás del viento, y Azalea, amarrada a su lado miraba todo sin vida.

¿Cómo había llegado a ser condenada de esta forma?

Ah... Fue por amar.

Hace unos meses atrás, no era más que una muchacha ordinaria. Había comprado un nuevo vestido con el dinero que me dió su santidad Armex, mi cabello no estaba descuidado si no peinado en una trenza de lado, y mi cuerpo limpio y sin rastros de tierra. Había hecho lo mismo con Nerea, ahora las dos caminábamos tranquilas sin preocupaciones por esa semana.

—Dices que te llegó un ángel guardián entonces...

— Podría decirse que algo así, ya te lo conté.

—¿Y no pudiste preguntarle si tenía un hermano?— se quejó Nerea, con un puchero.

Reí.

—Fue rápido, apenas y pude saber su nombre.

Y fue lo que más me gustó.

Había pasado unos días desde entonces, su santidad había cumplido su promesa. Me encontré con él días después de lo ocurrido, mostrándole el pueblo y demostrando sus fallas con educación. No era la única que estaba siendo recompensada, todo el pueblo estaba de celebración después de que su santidad declarará que todo sería pagado por el templo. Mientras resolvía los asuntos internacionales, y preparaba una mejor economía dónde un pueblo pudiera vivir sin necesidad de caridades.

—¿Dices qué esto se llama pescado frito?— Armex levantó el animal cocido, mirando los ojos sin vida pálido.

—No te comas la cabeza, lo demás es lo mejor— dije, mientras le daba una mordida al mío. Algo curiosa de como nadie se detenía a ver al tipo de capucha extraña.

La elección de la diosa Where stories live. Discover now