De "esa" manera

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Gris. El paisaje cada día se ponía más gris.

Y Morwenna ahora sentía el temblor bajo la piel como una vibración nerviosa que le impedía pensar en algo más. Estaba estrujando aquella muñeca de trapo y paja que las elfas habían confeccionado y si Elrond tardaba unos minutos más la dejaría sin cabeza.

Los ataques se estaban volviendo cada vez más frecuentes y ya no necesitaba disparador. Temblaba, y lo hacía en cualquier momento del día. Estaba platicando amigablemente y sentía como la pierna involuntaria y sola se ponía a tamborillear bajo el mantel. A veces estaba por dormir y alzaba la mano de cara a la ventana para ver la vibración de su mano antes de empezar a sentir el mareo. O trabajando, comenzaba a sentir el entorno irreal y sucio como si una bruma se hiciera visible solo para ella. Las voces alrededor se apagaban y no podía, aunque lo intentaba con fuerza, pensar en nada más. 

Y todo aquello la estaba debilitando tanto, que comenzó a pasar junto a la ventana que daba al oeste con más cariño cada vez. Pero no sentía la brisa, las gaviotas, el rugido del mar. La abrumaba estar en ese medio infernal de no soportar la realidad de Imladris, pero tampoco dejarse deslizar por las olas hacia Tierras Imperecederas. Vivía un infierno tembloroso y ese día no ayudaba.

Gris. Seguía el paisaje avanzando a un gris plomo insoportable con la mirada de la elfa fija en las montañas que abrazaban el refugio y que eran claramente visibles desde los laterales de las casas de curación. 

Quizás uno o dos curanderos habían detenido su paso a decirle algo y ella había asentido, de acuerdo con algo que no había escuchado en realidad. Si habían pedido autorización para llevarle un té a alguien o cortar una pierna le daba igual. Ella asintió al eco de esas voces, estrujando la muñeca y esperando que por el fino escalón que la montaña había creado para el paso de los elfos, Elrond regresara con la tropa.

Al ver movimiento a lo lejos dejó de respirar, hasta comprobar que se trataba de los colores de las armaduras de los moradores de Imladris y expiró al ver la cabellera negra de su esposo entre los otros. De todas formas, tenía en su interior una inquietud que se aprisionaba en torno a su pecho izquierdo que no podía distinguir entre mal presentimiento o aura de un nuevo ataque que tendría.

No podía seguir así... pero no podía evitarlo. Y al bajar la vista, comprobó que efectivamente en esa tensión le había arrancado la cabeza a la muñeca. 

Salió de las salas de curación porque las paredes la estaban encerrando a cada segundo y aguardó sentada bastante inquieta en un banco que habían puesto exclusivamente para que ella saliera a dejar de sentir que se iba a morir allí mismo. Al menos su mentor, Elrond y sus amigos habían sabido comprender y acompañar todo ese desastre interno.

Cuando Elrond finalmente llegó, no pensó en ir a otro lugar antes que a las Casas de curación. Ella lo vio llegar con sudor y un poco de tierra pegada en las áreas descubiertas de su cuerpo. Con preocupación se precipitó hacia él al ver que le faltaba un guante. Elrond dejó de sonreír al ver la muñeca en dos piezas entre las manos de su esposa, pero no pudo tomarla porque Morwenna las enredó con rapidez en torno a su cuello abrazándolo tranquila, pues no olía la pestilencia de los orcos en él.

—Las tejedoras le harán otra, no te preocupes. —dijo él despreocupado sobre la dueña de la muñeca, intentando no tocar el tema de sus nervios. Ella ya le había reiterado varias veces que mencionar sus ataques solo hacía que no pudiera pensar en otra cosa, cayendo una y otra vez en ese espiral vicioso. Así que Morwenna lo agradeció y separándose apenas de él besó sus labios con tranquilidad.

—De todas maneras aun no despierta... y esto... no creo que la necesite. —anunció señalándo la muñeca, aunque no dijo porqué—. Nos quedamos sin valeriana y la pasionaria el primer día le llenó el cuerpo de ronchas... es alérgica. Así que mi mentor resolvió utilizar el polvillo morado que le compramos a los feriantes de Lindon... —comenzó a contar rápido. Elrond sabía todo aquello porque ella se lo había dicho cada día, actualizando el parte médico al regresar de su jornada, pero no la interrumpió, pues Morwenna relataba todo como un vómito verbal sin pensar. En realidad no estaba contando novedades, sino enfocándose en hablar de lo que fuera que no tuviera que ver con ella y con el hecho de que todavía veía una bruma sutil y se sentía ligeramente mareada—. Le dije que la dosis era muy alta y sin embargo la usó como si de uno de nosotros se tratara... lleva varios días dormida. Tranquila, sí, y sus cortes sanaron completamente, pero... no despierta y...

Hasta el fin de los días, Morwenna | #Wattys2022Where stories live. Discover now