Cartas impropias

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Morwenna jugueteaba con las arvejas en su plato, removiendo con el tenedor una en particular mientras fingía interés, aunque todas las cogniciones en su cabeza estaban volando lejos del comedor donde su padre y su hermano cenaban juiciosos a la par suya. 

Oropher de tanto en tanto la observaba de reojo, sin emitir opinión. El único sonido presente era el de los cubiertos chocando con los platos y por más que Thranduil deseara con todas sus fuerzas quebrar el silencio sepulcral de palabras, no se le ocurría un tema de conversación adecuado... Últimamente todas sus anécdotas estaban atravesadas por la presencia de Elrond y mencionarlo frente a su padre abriría el debate sobre el hijo de Eärendil y Morwenna querría meter cuchara en el asunto, por lo que prefirió que la cena no se convirtiera en un campo de batalla y permaneció callado.

Cuando las elfas del servicio retiraron los platos para servir el postre, Oropher no soportó más el hermetismo de sus hijos y aferrándose a la servilleta de tela que apretujaba nervioso en su mano derecha, se dirigió a la menor:

—Ya suelta lo que te perturba o la oscuridad en esta habitación se hará tan grande que podrá incluso comerse la luz de las velas. —aconsejó con aplomo. Morwenna tragó saliva nerviosa, sin saber qué excusa poner.

—Nada me aqueja, es solo que no tengo hambre. —respondió ensayando amabilidad para no preocuparlo. Demasiado tenía ya Oropher con sus asuntos con Gil-Galad, como para que ella llegara a complicar las cosas con sus episodios de novelita puberal.

—Tu falta de apetito es la primera señal de sospecha. —opinó su hermano e intercambió miradas entre el rostro de Morwenna y la copa de frutas delante de ella, alentándola a comer para evitar el interrogatorio de su padre. El elfo desconocía las razones de su repentina huelga de hambre, pero Elrond como la posible causa se le presentaba tan fuerte como una sensación que comenzaba a vibrar en la punta de sus orejas. Thranduil no tenía visiones del futuro como el capitán de Lindon, pero tenía sus percepciones en forma de escalofríos y no se equivocaba.

Morwenna mordió una frutilla de mala gana y masticó haciendo buches y tardando en tragar la fruta.

—No necesitamos comer tan seguido. —recordó a ambos elfos luego de limpiarse los labios con su servilleta.

—Eso solo lo reservamos para cuando estamos de viaje. —aclaró su padre posando su mano sobre la de Morwenna. Acarició sus nudillos con suavidad—. Aquí es distinto... Podemos tomarnos todo el tiempo que queramos para alimentarnos. Pero este es mi consejo para ambos: Aliméntense bien, descansen, duerman... Sé que parece que estuviéramos volviéndonos más flojos, pero debemos estar preparados para la salida de Lindon. No sé con qué podamos encontrarnos allá afuera y los necesito fuertes... A los dos. —finalizó echando una mirada sobre Thranduil. El joven había dejado de comer, para prestar especial atención a las palabras de su padre y lo observaba con temor.

—¿Su majestad ya autorizó nuestra partida? —preguntó el rubio.

—No todavía. Se muestra reticente a perder tantos elfos que pudieran aumentar sus filas en caso de haber un ataque. Si bien ha comprendido que no deseamos seguir bajo el mando de Celeborn, aun no está de acuerdo con que abandonemos Lindon para formar otro reino.

Morwenna frunció el ceño e intercambió miradas confusas con su hermano, igual de desconcertado que ella.

—Creí que nos asentaríamos como una extensión de territorio comandada por ti en su nombre. —mencionó la joven con duda.

—Exacto. Creímos que serías Lord... Lord Oropher. —agregó Thranduil. Su padre negó.

—Nuestro pueblo quiere coronarme. En cuanto pongamos un pie fuera de Lindon, seré rey en una región enteramente nuestra, y ustedes, mi amada herencia, serán príncipes de nuestro vasto reino. —reconoció el mayor y suspiró, dándose valor por lo que diría a continuación—. Es la razón por la que estoy insistiendo en que consigas una esposa pronto, Thranduil. Si algo me ocurre, todas mis obligaciones recaerán sobre ti y tienes que poder asegurar el futuro con un heredero sano y fuerte, fruto de la unión legítima con una elfa noble. Y en cuanto a ti, Morwenna... Debemos escoger a tu pretendiente cuidadosamente, para evitar que la regencia caiga en las manos equivocadas si una guerra borra de la faz de la tierra a todos los sucesores al trono. 

Hasta el fin de los días, Morwenna | #Wattys2022Where stories live. Discover now