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Skyler

Una semana más sin que Jason despertase. En total eran dos semanas. Catorce días sin respuesta alguna de su parte. Y una semana sin tener algún sueño con Chase.

Después de entrar en trance tuve miedo de que se presentase nuevamente en mi cabeza, por lo que casi no había logrado pegar ojo, pero cuando me quedaba dormida, terminaba pegando el salto de la cama por miedo. No tenía idea de cuándo volvería a meterse en mi cabeza usando a Jason, pero algo me decía que no faltaba mucho para que Chase me visitara. De alguna u otra forma me salvé de su visita nocturna, pero eso no podía durar demasiado. No en este mundo. No cuando Chase estaba tan hambriento de sufrimiento y lleno de ganas de pisar la Tierra.

—Supongo que tendré que esperar más tiempo para patearle el trasero por meterse en medio de la carretera, ¿eh? —la voz de Nate a mis espaldas me sacó una pequeña sonrisa. Volteé a verlo.

—Lamentablemente, sí. Y no sabes cuántas ganas tengo de que se despierte para que lo hagas —me puse de pie para darle un abrazo corto—. Hola, Nate.

—¿Cómo sigue el paciente? —observó el rostro de Jason. Sí, mi amigo estaba diferente esta mañana.

—Igual que ayer, igual que hace una semana... si es que no está peor. Verlo me da miedo.

Sí, me daba miedo.

Chase me dijo en el último sueño que cosas malas le irían pasando a Jason si yo no hacía lo que él quería que hiciera. Dijo que se iría alimentando de él con el pasar de los días. Que lo que pasara dentro de su cabeza se reflejaría en la vida real. Entonces, después del trance, viajé hasta el hospital junto a mi hermano y, cuando estuve un momento a solas con mi comatoso amigo, con cuidado de no ver nada privado de su cuerpo, le levanté la bata de hospital y lo encontré lleno de moretones. En el sueño Chase lo golpeaba en el estómago. En el sueño Jason no tenía ningún moretón en la cara, solo en el estómago. Lo que Chase le hacía sí pasaba en la vida real.

Días después, cuando llegué a visitarlo de nuevo, lo noté más pálido que antes, y con ojeras marcadas. Y días después, los moretones en su rostro eran alarmantes. Yo sabía lo que pasaba, sabía por qué era, pero los padres de mi amigo y los doctores no tenían ni una idea. Más de una vez quise contarle a su madre la verdad, o al menos quise contarle lo que pasaba con su hijo, pero mamá decía que no metiera la pata, que no me arriesgara, y que no inventara excusas o historias porque las mentiras podrían darse vuelta y terminar delatándome o algo. Entonces me he quedado callada, sin decir nada a quienes sé que necesitan escuchar lo que tengo para decir, pero no sé cuánto más podría aguantar ver sufrir a su familia. Ellos pensaban que tenía que ver con la abominación. Pensaban que moriría. Y eso sí iba a pasar si no hacía lo que Chase quería.

Estaba entre la espada y la pared.

—Pero hoy tiene moretones en sus brazos —añadí con una mueca—. Es como si él estuviera...

—Deteriorándose —dijo Nate por mí.

—Sí —finalicé.

—¿Alguna novedad sobre cómo despertarlo?

Negué.

—Mi familia lo intenta, pero sé que no tienen mucha esperanza en esto. Y son brujos, presienten... Y presienten que, si hay alguna manera de despertarlo, no será fácil encontrar la manera. Y también puede que no haya forma de despertarlo. Porque esto depende de Jason, ¿entiendes? Es su cabeza, su mente... Chase es un intruso ahí dentro.

—Este Chase White es un verdadero hijo de puta. Y yo que pensaba que el Chase bipolar era malvado y un imbécil.

—Me da pena, ¿sabes? Pobre Chase... Lo que tiene que pasar. Digo... ¿él estará consciente de lo que hace?

Atracción destructiva +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora