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Chase

Las lágrimas rodaban por mis mejillas sin poder detenerse ni un segundo. Apenas podía respirar gracias a los sollozos que se escapaban de mis labios. Me dolía todo. No iba a soportar tanto ahí.

—Vas a darte por vencido en cualquier momento —canturreó con emoción, mientras me miraba desde el sofá. Ahora su cuerpo no era el de mi madre. Ahora usaba el de mi hermano menor.

Sus ojos azul oscuro me recorrían con gusto, con malevolencia y con una chispa de felicidad. El demonio resultaba ser más insistente de lo que esperaba, y cada segundo que pasaba me daba más razones para rendirme, pero no lo iba a lograr. O eso era lo que tenía que intentar.

Esto era como un juego y él era el experto. Yo, en cambio, era un simple novato intentado ganar.

Hacía mucho tiempo no lloraba de esta manera, y el Chase que hace un rato estaba vivo se sentiría avergonzado, a pesar de que llorar es algo normal. Pero con mi personalidad... no lo era tanto. Sí lloraba en mi habitación cuando las emociones me llevaban para todos lados, cuando la ira me hacía hacer cosas que muy en el fondo no quería.

Mi parte humana, desde que desperté siendo un vampiro, siempre estuvo presente, pero sin poder alguno para tomar control de mis acciones. La parte inhumana se encargaba de eso y por eso las cosas terminaban en tragedia. Muy pocas veces tuve la oportunidad de hacer las cosas bien, de hecho, cuando le pedí a Skyler perdón, fue una de esas veces. También cuando le sugerí que debíamos ser amigos. O cuando la llevé a su casa. O cuando la besé en mi auto.

Ahora esa parte humana estaba volviendo a tomar el control por un momento, y eso era porque estaba en la puerta del infierno, con un demonio intentando apagar la poca luz que quedaba en mi interior, torturándome con la muerte de mi familia, haciéndome revivir la muerte de ellos, los gritos, los disparos.

No le contesté nada. Sabía lo que quería, y aunque quería correr hasta el túnel de la oscuridad, resistía. El infierno tiene varias fases, distintas reglas. La primera vez que estuve solo me dañaron, me destruyeron casi por completo. Tres años parecieron ser toda una eternidad. Cada día duraba más. Pero ahora el demonio estaba ofreciéndome un trato: si renunciaba a mi alma, a esa parte con luz, a esa parte con bondad y humanidad, no volvería a sufrir. Me convertiría en demonio y sería parte de la oscuridad, estaría de su lado. Pero de no hacerlo... sufriría como nunca antes. Y vaya que estaban haciendo un gran trabajo. Porque ver todas esas escenas una y otra vez... era insoportable.

Esto apenas comenzaba y ya sentía que me faltaba el aire. Mi parte humana había vuelto envuelta en el dolor, en los recuerdos, en cada sentimiento que muchas veces no llegué a sentir por culpa de la bipolaridad.

Me limpié las lágrimas, pero fue algo inútil porque nuevas gotas mojaron mis mejillas.

—Lo siento... Lo siento tanto, mami —le susurré en su oído mientras abrazaba su cuerpo y mi ropa se manchaba de sangre—. Lo siento... Tú no te merecías tener un hijo como yo... Soy lo peor del mundo.

El demonio rio.

Me causaba escalofríos porque usaba la voz de mi hermano. Realmente su cuerpo era igual al de Jared, solo que la profundidad de sus azules ojos era distinta. Físicamente la misma, pero notabas que algo no andaba bien. Era la mirada del mismísimo mal.

Y lo más aterrador es que ese demonio no era nada en comparación a los demás que sabía que había.

—Tienes razón; eres lo peor del mundo y mereces pagar por tus acciones.

Sus palabras eran tan hipócritas, tan indecisas... tan malévolas. Al principio me había dicho que las cosas que hice estaban bien, que me enseñaron correctamente, pero ahora me decía que tenía que pagar por ello.

Atracción destructiva +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora