Capítulo 20

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Las cejas de Leah estaban curveadas hacia arriba, casi tocando la raíz de su largo cabello negro. Parecía estar esforzándose mucho para no reírse.

Con esfuerzo, impulsé con mis brazos los objetos que apretaba contra mi pecho.

— ¿Qué crees que haces? —Cuestionó ella, recia a esbozar una sonrisa.

Me encogí de hombros mientras entraba en la casa de los Clearwater, pasando a su lado y me dirigía a toda velocidad hacia la mesa de la sala para depositar todos los instrumentos que había traído conmigo.

—Convenientemente, tu señor padre me comentó la otra vez que estábamos en casa de Charlie Swan que te gusta el arte —comenté, haciéndome la desinteresada—. La otra vez estaba con mi mejor amiga, Mandy, caminando por Forks y vi una tienda de arte. No me pude resistir y compré todo esto —hice un gesto exagerado con ambas manos, señalando el lienzo en blanco, la caja con pinturas al óleo, los pinceles, la trementina y el querosén—. Quiero que me enseñes a pintar.

Ella seguía mirándome con ojos calculadores y un poco amenazantes.

— ¿Tienes algún tipo de retraso?

Parpadeé varias veces al escuchar sus palabras. Sin poder evitarlo, rompí en carcajadas, no tomándome en serio lo que había dicho. Conocía esa actitud tonta, ella no quería crear lazos porque estaba rota por dentro.

Y para su suerte, a mí me gustaba reparar las cosas rotas.

—Si eso quieres creer, Leh-Leh —dije con sorna su apodo, viendo con éxito como se sonrojaba por la vergüenza—. Bueno, bueno, no te pongas pesada y enséñame a pintar. ¡Y así te distraes! —Agarré uno de los pinceles de corte recto y sonreí brillantemente—. Y, hazme el favorcito de quitar esa carita de amargada.

Leah rodó los ojos, descruzando los brazos y soltando un suspiro.

—Que conste que no hago esto por ti, sólo quiero distraerme, como dijiste —aclaró, tontamente.

Di un par de saltitos—. ¡Punto para Bi!

Y ella volvió a rodar los ojos.

[...]

— ¿Por qué nadie me dijo que pintar era tan genial? —Exclamé, terminando de eliminar las manchas de color azul que se alojaban en mis manos—. Leh-Leh, ¡eres la mejor profesora!

— ¿Puedes parar un segundo de ser tan escandalosa, Bi?

Me giré sobre mis talones, sonriendo de oreja a oreja—. ¿He escuchado bien? ¿Me has llamado Bi?

La morena me miró por unos segundos antes de abandonar el garaje, donde antes quedaba su estudio de arte.

— ¡Leah Clearwater! ¿Cómo te atreves a dejarme aquí solita? —Chillé, fingiendo indignación—. ¡Leah, Leah, Leah! ¡No seas mala! ¡Yo soy un pancito de azúcar! ¡Deja que endulce tu vida!

Continué gritando por un rato, entrando nuevamente en la casa y corriendo tras la chica de lacio cabello azabache.

— ¡Leeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh! —Canturreé, irrumpiendo en la cocina de la casa Clearwater, encontrándome con una muy fastidiada muchacha intentando esconderse detrás de la espalda del señor Harry—. ¡Te encontré!

—Por favor, papá, dile que pare —rogó ella, sin salir de su improvisado escondite.

El hombre de cabellos canosos rió sonoramente, caminando hacia mí y revolviendo mi cabello con su mano libre, ya que en la otra llevaba una lata de cerveza (la misma marca que estaba tomando la vez que estuvimos donde Charlie).

Out of the WoodsWhere stories live. Discover now