Capítulo 12

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NARRADOR OMNISCIENTE

Bianca Snow estaba abrumada, realmente abrumada. No podía comprender lo que había ocurrido aquella noche, aquella especial y perfecta cita. No podía creer que ella hubiese sido la que había dado el primer paso, no podía creer que ella hubiese besado a Paul Lahote. No podía creer que ella fuese el alma gemela de él, su impronta.

Toda la información era muy difícil de procesar. Tanto para ella como para Quil Ateara, su primo.

El muchacho había visto desde su ventana cómo su querida prima se iba caminando con el perrito faldero de Sam Uley. Había creído que su mente le engañaba, que sus neuronas estaban celebrando una fiestecilla de idiotez en su cabeza... pero no fue así. Cuando le preguntó a su abuelo a dónde había ido la chica, el señor Ateara había respondido con una corta frase: "fue a una cita".

Sintió el disgusto sabor de la traición. ¿Cómo era eso de que su única prima no le había hecho absolutamente caso? ¿Cómo fue capaz de unirse a la lista de chicas que Paul Lahote utilizaba como quisiese? ¡Él se lo había advertido! ¡Se lo había dicho! Pero ella no le había prestado ni la más mínima atención a su aviso.

Estaba decepcionado de ella. Y también estaba furioso.

Él podía ver cómo su prima, a la cual estaba empezando a considerar como una hermanita pequeña, se iba a empezar a alejar lentamente de él. Que iba a ser remplazado por ese idiota musculoso.

No comprendía por qué su abuelo no había objetado nada acerca del tema, no comprendía el por qué Paul Lahote la había escogido a ella precisamente. No cabía en su mente. ¿¡Tan difícil era para el perrito faldero de Sam conseguirse a otra chica que no fuese su prima!? ¡Su inocente prima!

Cuando ella arribó esa noche, ya bastante tarde, Quil había estado esperándola. La enfrentó, le pidió que le contara cuál era su motivación para salir con el ligón de Paul. Ella se sintió atacada, ofendida y ligeramente triste al percatarse de que su primo no aprobaba lo que hacía. Bianca le contestó con la más pura de las verdades, diciéndole que confiaba en Paul y que realmente le gustaba.

Por supuesto, aquello no hizo más que enfurecer al castaño.

— ¿Acaso no comprendes que él te usará y te tirará a un lado cuando aparezca una chica más bonita que tú? —Le gritó, haciéndole encogerse sobre sí misma, cohibida.

—Eso no es cierto, Quil —murmuró con la voz asustada—. Y no tienes que gritarme, por favor, podemos hablar como personas civilizadas...

— ¿Te gustan las personas civilizadas? —Espetó, riendo con amargura—. ¡Pues estás saliendo con un bruto, Bianca! ¡Mierda! ¿Cómo puedes ser tan inconsciente?

—Quil, por favor, cálmate —la castaña se le acercó, posando una mano sobre su hombro, intentando relajarle—. ¿Puedes, al menos, confiar en mí?

— ¿Quieres que confíe en ti? —Escupió con burla—. ¿Cómo demonios quieres que confíe en ti, si andas saliendo con un cavernícola? ¡Tu falta de buen juicio es absurda!

— ¡Quil! —Aunque no estaba acostumbrada a pelearse a gritos, eso fue lo que hizo—. ¡Déjame hablar! ¡Por favor!

Él se mantuvo callado, observándola con molestia.

—Gracias —un suspiro se escapó de entre sus labios. Se pasó una mano por el cabello, fijando sus ojos castaños sobre los castaños oscuros de él—. Necesito que confíes en mí, Quil. ¿En los últimos meses has visto a Paul con alguien más?

—No —refunfuñó, apartando la mirada.

— ¿Realmente crees que yo saldría con un mujeriego?

Out of the WoodsWhere stories live. Discover now