Capítulo 18

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Jacob se había transformado justo después de que llegáramos a su casa. Había sido casi instantáneo, como si el universo hubiese calculado el momento adecuado para su metamorfosis.

Paul me había arrastrado lejos de la escena, protegiéndome con sus brazos y poniéndome detrás de su espalda. Escuché cada uno de los huesos de Jacob resquebrajarse, haciéndome estremecer cada que vez que profería un grito desgarrador.

En menos de lo que esperaba, el señor Billy Black y Sam aparecieron en mi campo de visión. Sam le ordenó a Paul llevarme a casa y le pidió que se quedase conmigo hasta que lograsen controlar a Jake.

Opuse resistencia cuando mi novio intentó conducirme en la dirección contraria a la cual se encontraba mi mejor amigo, sufriendo.

Nadie me había dicho que la primera transformación era tan dolorosa.

—Tranquilo, Jake, todo estará bien, no te preocupes —exclamé, sin despegar mis ojos del enorme lobo de pelaje marrón rojizo, que gemía en posición fetal e intentaba desparecer, encogiéndose sobre sí mismo—. Yo estaré contigo, no estarás solo.

Sintiéndome repentinamente decidida, me giré y clavé mi mirada sobre Paul. Él no se había separado de mí ni por un centímetro, manteniéndome apresada contra su musculosa anatomía. Parecía temer por mi seguridad, como si tuviera miedo de que Jake me hiciera algo.

—No pasará nada —susurré, sin apartar los ojos de los suyos. Él suspiró—. Aquí estás tú, ¿no? No pasará nada, Paul.

Un poco reacio e inseguro, me dejó ir. Con una suave sonrisa, emprendí mi caminata hacia el lugar donde Sam intentaba por todas las maneras que Jacob saliera de fase. Pero el lobo se negaba a cooperar, comportándose hosco y necio, gruñendo, completamente fuera de sí.

—Bianca, ¿qué...? ¿Qué demonios haces aún aquí? ¡Bianca! —Sam avanzó bruscamente hacia mí, apartándome con un envolvimiento de brazos a mí alrededor—. Es peligroso.

—No, Sam, sólo es Jake —aseguré, posando mis ojos sobre el lobo. Éste tenía los colmillos a la vista, su calor corporal era fácilmente capaz de percibirlo—. Jacob.

Siguió gruñendo, alzándose sobre sus patas traseras y amenazándonos.

— ¡Cuidado! —Chilló Sam, agarrándome por el brazo—. ¡Paul! ¡Te dije que la sacaras de aquí!

Sin inmutarme en lo más mínimo por su discusión con mi novio, no rompí la conexión visual con el lobo de grandes proporcionalidades. Tomé una gran bocanada de aire y la dejé salir, esbozando la más sincera de mis sonrisas. El lobo gimió, echándose hacia atrás, como si algo le hubiese golpeado de lleno en el pecho.

—Jacob, tranquilízate —dije, sintiendo una especie de energía recorriendo mi cuerpo y emanando de mí, como un calmante—. Todo está bien. Aquí estoy.

Y, ante mis ojos, Jacob Black apareció de nuevo.

[...]

NARRADOR OMNISCIENTE

En el momento en que Bianca Snow Ateara perdió el contacto visual con Jacob Black, toda aquella energía que había sentido fluir en su interior, se apagó de golpe, haciéndola tambalear y, sin ser previsto, colapsó contra la grava.

Sam Uley, quien miraba atónito lo ocurrido, fue lo suficientemente rápido para atrapar el cuerpo de la chica entre sus brazos, percatándose del calor que provenía de ella. Estaba hirviendo.

Fue en ese momento cuando Paul Lahote reaccionó. Se inquietó, mucho. Con velocidad sobrehumana, corrió hasta su impronta y la asió en brazos, casi sollozando por el creciente dolor que había surgido en su pecho al percatarse su alma gemela estaba tan débil.

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