Prefacio

10.2K 609 96
                                    

—A ver, Bianca, ¿tienes todo lo necesario? –me preguntó mi padre, caminando frente a mí. Yo saqué una pequeña lista de la parte trasera de mi pantalón y un bolígrafo de tinta color púrpura escarchada. — ¿No se te quedó el pasaje en el carro, no? ¿Has traído tus chaquetas de invierno? Recuerda que en La Push a veces hace frío y no creo que tu abuelo tenga ropa de invierno para una chica.

Asentí repetidas veces con la cabeza, haciendo un pequeño check al lado de las cosas que necesitaba. Suspiré una sola vez al terminar de hacer el chequeo de mis cosas. Hoy era el día en que abandonaría mi tierra natal, Nebraska, por primera vez.

—Todo está listo, papá –murmuré, sonriendo con entusiasmo. —Sólo falta que suba en el avión y ya.

—Muy bien, nena –los ojos de mi papá se anegaron en lágrimas. —A veces me cuesta creer todo lo que has crecido, cariño. No puedo creer que ya no vivirás en la misma casa que yo.

—No te preocupes por eso, papá –sonreí de medio lado, agitando la cabeza con suavidad. —Cuando regreses de tu viaje por el mundo, volveré a fastidiarte como lo he hecho estos diecisiete años y dos meses.

—Entonces me tardaré un poco más –él rió, revolviendo mi cabello. Solté una carcajada antes de abrazarle con fuerza. —Oye, recuerda que ya estoy viejo y mis costillas son sensibles.

— ¡Es que te voy a echar mucho de menos, papi! –exclamé, abrazándole una vez más.

—Yo también, dulzura, pero ya verás que el tiempo pasará muy rápido y volveremos a estar juntos, ¿sí? –nos separamos de nuestro abrazo, sonriéndonos mutuamente. — ¿Segura que llevas todo? ¿No querrás comprar algo para comer?

—Estoy bien, papá, te lo aseguro. Jamás he estado más lista.

—Eso...

Atención, por favor –la voz de un hombre sonó por uno de los parlantes del aeropuerto, interrumpiendo a mi padre en plena oración. —En unos minutos estaremos listos para realizar el embarque del vuelo 17 con destino a Seattle, por favor pasajeros con esa ruta reúnanse en la sala noroeste.

—Nos veremos más pronto que tarde, papá –dije sonriendo y tomando mis dos maletas.

—Saludos al abuelo Ateara –me dio un beso en la frente. —Cuídate, Bianca.

Me terminé de despedir y comencé a andar, sonriendo de oreja a oreja. Por fin tendría tiempo de calidad con el abuelo Ateara, al que no conocía personalmente, únicamente por fotos y cartas. A mi papá jamás se le había ocurrido llevarme a La Push. Hasta ahora.

[...]

Me bajé del avión, con las esperanzas renovadas. El aeropuerto de Seattle era muy bonito, y había bastantes personas esperando subir en los aviones; a lo lejos pude ver a otras personas llevando carteles con nombres escritos en tinta negra.

Me puse de puntitas, buscando de encontrar mi nombre en alguno de esas pancartas. Mi papá me había dicho que el abuelo Ateara enviaría a uno de sus amigos a que viniera por mí. Suspiré al no ver mi nombre en ninguna parte; caminé casi vagueando al lugar donde despechaban las maletas de los pasajeros.

Cargué las mías sin ningún apuro.

Fui hasta una zona donde no había casi personas, para así tener mayor visualización de mi entorno. Sin pudor, me subí sobre una de las sillas metálicas, donde normalmente se espera a que la embarcación esté lista para poder abordar el avión, y comencé a mirar en todas las direcciones.

A lo lejos, vi un muchacho de piel cobriza oscura, ojos oscuros y cabello negro. Llevaba una pancarta blanca que ponía "Bianca Snow Ateara", en letras marrones con un poquito de escarcha. Me bajé de un salto de la silla metálica, tomé mis maletas y corrí hacia el chico, que parecía tener unos veinte años.

Out of the WoodsWhere stories live. Discover now