Capítulo 1

925 83 6
                                    

LIBRO II

Estaba tumbada en medio del salón, manteniendo mis ojos cerrados y los brazos extendidos a lateral de mi torso. Soplé el cabello que había caído sobre mi frente, aun sintiéndome extraña por el nuevo flequillo que la cubría.

Mandy había insistido en que era momento de hacerme un cambio de look, asegurándose de distraerme al menos un poco. Ella había sido un gran soporte para mí en los últimos tiempos, considerando que mi vida se había volcado y había comenzado a cursar un rumbo totalmente inesperado y un poco terrorífico.

Con el permiso del abuelo Ateara he pasado una temporada relativamente corta en la casa de mi mejor amiga, que quedaba en Port Ángeles. Justo en este momento, gozaba de la soledad del pequeño salón de baile que poseía la casa de Amanda, ya que ella y sus padres habían ido a comprar algunos suministros extra que faltaban para nuestro viaje de regreso a casa.

Rodé sobre mi espalda, soltando pequeños quejidos de frustración. La ausencia de naturaleza a mí alrededor me hacía sentir incómoda. Igual que la falta de mi familia cerca.

Me preguntaba cómo estarían las cosas por allá. Desde que la gran noticia se dio a conocer, las tensiones se hicieron mucho más intensas y sofocantes. Y por gran noticia me refiero a la inminente amenaza de los Vulturis, queriendo secuestrarme o algo peor. Aún sigo sin saber qué quieren... lo único que conozco con seguridad es que mi familia no lo permitirá. No sin antes luchar.

Justo cuando estaba por comenzar a divagar en mis pensamientos no aptos para personas con problemas depresivos, escuché el sonido que producía mi teléfono cuando alguien me llamaba.

En específico, el tono de llamada que tenía predestinado para el amor de mi vida.

Paul.

Sonreí de oreja a oreja, arrastrándome por el suelo, en búsqueda de mi teléfono. Al encontrarlo, atendí de inmediato.

—Hola, corazón precioso —sonreí aún más al escuchar su voz rasposa al otro lado de la línea—. Hoy te extraño más que ayer. Y mañana te extrañaré más que hoy.

—Que cursi te has vuelto, tonto —reí suavecito, sintiendo su risa a través de la corneta de mi teléfono—. Nos vimos hace unos días...

— ¡Para mí ha parecido una eternidad, corazón! ¡En serio extraño mucho tus risas descontroladas cuando ando con los chicos! —Exclamó él, impulsándome a no borrar la sonrisa de mi rostro en ningún momento—. O cuando hacías desastres en la cocina y te ocultabas tras el mantelito de la mesa. O cuando corrías hacia el mar, dándome un susto de muerte al verte hundirte pero luego volviéndome a hacer respirar cuando te veía usando tu magia para que la marea se tranquilizara. ¡Te extraño mucho!

—Me estás haciéndome avergonzar, Paul —sentía mis mejillas rebosar del rubor provocado por sus cursis palabras—. Falta poco para que nos veamos y que pueda estar contigo y los chicos todo el tiempo que desees.

Era una sorpresa mi llegada a la Reserva esa noche, así que él no tenía ni idea de que pronto, prontísimo nos íbamos a volver a encontrar.

— ¿Y quién los invitó a ellos? ¡Serás solita mía! Tendrán que pagar por poder gozar de tu maravillosa y apolínea presencia.

— ¡Oh, por Dios! ¿Quién eres y qué has hecho con mi novio?

— ¡Ey! ¿Por qué lo dices de esa manera? ¡Me haces quedar como un inculto!

—Es que estás usando mis palabras, bonito. ¿Quién iba a decir que el primitivo Paul Lahote usaría la palabra apolínea? ¡Es de no creer!

Volví a escuchar su risa escandalosa, acompañada por otras atrás como sonido de fondo.

Out of the WoodsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora