Capítulo 4

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Posterior a que papá terminara de contarnos su trágica (re trágica) historia de vida, lo que hice fue llorar descontroladamente y abrazarle muy fuerte, aferrándome a él cual lapa con problemas de apego emocional.

Me costaba mucho aceptar todo el sufrimiento, todo aquel dolor que venía acompañando a mi papá desde hacía muchísimos años. No podía ni llegarme a imaginar el desorden de sus emociones, de sus pensamientos, la frustración tan severa que debió haber experimentado.

Realmente admiraba lo fuerte que era como persona, después de haber vivido todo aquello. Su alma albergaba mucho padecimiento; sin embargo, había logrado contraponerse y seguir intentando sobrevivir en este cruel mundo. Me había criado con ferviente amor y nunca sospeché que escondía tantos secretos.

—Nunca fue mi deseo que te enteraras de esto, menos cuando eras pequeña —confesó, algo sonrojado por la cantidad de emociones que estaban recorriendo su cuerpo—. Para mí, tu existencia fue lo mejor que me pudo pasar. Después de que Gigi me dejara, lo único que me quedaba eras tú. Mi pequeña chispita de luz.

—Oh, papá —murmuré con mis ojos cristalizándose.

—Verte crecer, dar tus primeros pasitos, escucharte hablar por primera vez, curarte la primera herida que tuviste al caerte en el patio... —sonrió con nostalgia, colocando su mano sobre mi cabeza y haciéndome piojito—. Todo eso me hizo querer seguir vivo. Aprecié lo hermosa que podía ser la vida y lo afortunado que era, a pesar de mis dificultades —lloré un poquito más—. ¡Y te críe muy bien! Eres una pequeña versión pacífica de lo que yo alguna vez fui. Te pareces tanto a tu madre, lo cual es una bendición.

» Mi deber como papá es protegerte de todo mal. Se lo prometí a Gigi y también me lo prometí a mí mismo. Bajo cualquier circunstancia —observó hacia el frente con decisión, endureciendo su mirada—. Ahora que conozco cuál es el deseo de los Vulturi, tengo claro cuál es mi propósito. No permitiré que sigan arruinando la vida de los demás, así como lo hicieron con la mía.

—Perdone por interrumpir su bonito discurso —intervino entonces Paul, rascándose la nuca con incomodidad—. ¿Cómo pretende enfrentar a los Vulturi? ¿Cuál es el plan?

Un suspiro escapó de los labios de papá, se irguió y palmeó la espalda fornida de mi novio.

—En primera instancia, la idea es no recurrir a la violencia sin motivos —expresó con voz diplomática—. Para que ese plan salga bien deberíamos formar una alianza con los Cullen, que nos favorezca tanto a nosotros como a ellos. Es por eso que iremos a discutirlo con ellos.

— ¿Qué ventaja nos podría dar eso?

—Los Cullen poseen experiencia tratando con estos vampiros tíranos. En específico Carlisle, quien vivió una época junto a ellos, en Volterra. Conoce detalles importantes, como sus habilidades y sus intereses —explicó mientras íbamos en dirección a la casa de los vampiros "buenos".

El trayecto me traía recuerdos poco agradables, asociados a varias pesadillas que aún me atormentaban desde aquella noche donde los vampiros perdieron el control y casi me comen como postre.

Huir en plena oscuridad fue una buena solución pero también acarreó consecuencias psicológicas algo serias.

Temblaba un poco, tanto por el frío como por las malas memorias.

— ¿Estás bien, corazón? —Paul me rodeó con un brazo, reconfortándome con su calor corporal. Me susurró, envolviéndome con dulzura y haciéndome cosquillitas con su nariz sobre mi cabeza.

Adoraba realmente nuestra conexión. Él me conocía muy bien, mi hermoso lobito.

—Sí, estoy bien, sólo me abruman mis pensamientos —le respondí sintiendo cómo frotaba su mejilla contra mi cabeza, a modo de marcarme. A pesar de no poder impregnar su aroma en mí, siempre intentaba hacerlo.

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