EXTRA: Marga y su cafetería.

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Margarita nunca se había enamorado y era algo que parecía preocuparle a todo el mundo menos a ella.

Cada puñetera navidad desde que se había independizado su familia se reunía turnándose para recitarle la cantinela de preguntas y reproches habituales, más tradicionales que un villancico.

¿Vienes sola?, ¿Dónde has dejado al novio?, ¿Cuándo vas a sentar la cabeza?

Marga se negaba a aceptar que sentar la cabeza o no dependiera de tener pareja o sentir soltera. Aceptar esa idea sería aceptar que ella como persona no era suficiente para estar completa, que cualquier logro personal o profesional que consiguiera no valía para nada porque lo realmente importante (como si ese fuese el objetivo final de su vida) era conseguir cazar un puñetero marido.

Uno; ¿Quién quería un marido siendo lesbiana? Esa simple idea no parecía entrarle en la cabeza a su tío Francisco, tampoco a su padre ni a su tía-abuela.

Dos; ¿Quién quería pareja estando ella tan ocupada en una tarea que realmente le llenaba por dentro, como era mantener en funcionamiento su negocio?

De hecho, y cada año que pasaba lo tenía más claro, Marga estaba embarcada en un amorío con su cafetería 24h.

Como en todas las relaciones había que invertir tiempo, cariño, atenciones y esfuerzo. Ella, desde luego, había invertido veinte años de su vida.

Y sin saber ni cómo había pasado se había plantado en los cincuenta años con el horario de sueño alterados, diez kilos más de los que le hubiese gustado tener y una mala hostia que podía poner firme a un regimiento. Se levantaba cada día feliz y agradecida de ocuparse de las tardes y noches, atendiendo a gente de lo más variopinta; dejando a un chaval encargado de las mañanas y los medio días que solían ser turnos mucho más tranquilos.

Amaba su cafetería. Fue por eso, por amor, que cuando una madrugada entró por la puerta un hombre moreno de nariz grande vestido con una camisa gris y un pantalón anticuado Marga dejó de limpiar las tazas de café para escuchar lo que tenía que decirle. El hombre venía acompañado por un chico con tatuajes, que parecía realmente aburrido de estar viviendo, y por un tipo calvo grande como un gorila.

Nacho le ofreció un trato simple, dejar su cafetería en paz si ella brindaba alimento a sus chicos. Incluso le ofreció una compensación económica por los gastos. Las noches eran largas y esos chiquillos eran animales hambrientos. Necesitaban gasolina, alimento para sus cuerpos en crecimiento. Ella, que conocía perfectamente quien era ese hombre, aceptó porque... ¿Qué otra opción tenía?

¿Le debería haber mostrado una negativa a Nacho para que su cafetería amaneciera calcinada por un inoportuno accidente eléctrico o algo parecido?

Aceptó, aceptó como aceptaría a cualquier otro chantaje para mantener su cafetería a salvo.

Porque Nacho era un mal necesario en la ciudad. Marga se había pasado media vida tras una barra y lo sabía. Los negocios ilícitos siempre existirían. Los llevase quien los llevase. Nacho había aunado todos esos negocios sucios en su persona, montándose un pequeño monopolio del crimen que protegía a la ciudad de bandas rivales que la rompiesen en mil pedazos. Y eso en cierto sentido era de agradecer porque, como dice el refrán, "Mejor malo conocido que bueno por conocer".

Su única norma había sido "A trabajar a la calle". En su local no se ejercía, antes muerta que permitirlo. Ella tenía una cafetería no un puñetero burdel.

Y en eso estaba pensando Marga acariciando el cuello del grifo de cerveza con sus manitas rechonchas y callosas de tanto lavar con lejía.

Levantó la mirada para observar a la clientela. Dos camioneros tomaban un café para despejarse antes de seguir con su camino en la mesa siete. Muller y otro chapero llamado Bruno susurraban sus desventuras con clientes frente a su zumo en la mesa cuatro.

y en la número dos se apoyaba Nolan hablando con dos hombres jóvenes. El chico parecía serio. Marga hubiese pagado para conocer qué se removía en esa hermética cabecita.

Con el tiempo, cosa que tampoco comprendía en absoluto su tío Francisco, su clientela habitual se había convertido en su familia. Marga conocía a la perfección a todos esos niñatos sin padre que le alteraban la jornada, todos acababan contándole su vida a trompicones cuando la noche era mala con ellos y se sentían tristes. Ella les escuchaba atentamente con la comprensión de una madre para que se desahogasen y con el tiempo coleccionaba las historias de todos esos hijos que no había parido.

Pero Nolan era otra cosa, ese muchacho jamás le había dicho ni una sola palabra de sus orígenes a ninguno de ellos. Y por supuesto, tanto secretismo avivaba el chismorreo y los murmullos entre tanto adolescente dispuesto a inventar.

Marga, que era cotilla por naturaleza (y también por elección propia), se sentaba mirándole preguntándose qué había de cierto entre tanta leyenda.

No se creía mucho de lo que se decía, por ejemplo; no se creía ni por asomo que fuese cierto que fuese pariente del jefe de una organización mafiosa del este de Europa, ¿Por qué iba a estar un chaval vendiéndose en esa ciudad de mierda si eso fuese cierto?; Tampoco se creía que estuviese ocultándose por haber matado a un hombre. Que Nolan hubiese matado no le sorprendería en absoluto, pero no tenía pinta de estar ocultándose de nada. No.

También se decía de él que era hijo de Nacho, y que por ese motivo le tenía tan consentido. Era normal que pensasen algo parecido viendo como el chico tenía un trato preferente. Marga dudaba que Nacho hubiese sido tan estúpido como para ir dejando bastardos a su paso. Además, Nolan era demasiado guapo como para salir de los genes de ese narigudo.

Esos cuentos solo eran el resultado del miedo.

Intentó escuchar su conversación, pero desde tan lejos solo logró distinguir que Nolan le preguntaba a uno de ellos, el del cabello amarronado, si había estudiado medicina.

"Ahora nos ha salido académico el niño"

Se acercó un poco y Nolan levantó la cabeza al instante. Ese chaval siempre estaba atento, siempre estaba en guardia incluso cuando parecía distraído.

Lo que sí debía ser cierto, Marga lo notaba en el escalofrío que le recorría su cuerpo entrado en carnes, es que ese chico había salido del vertedero más cruento e inmundo que se pudiera imaginar. No era el resultado de un padre abusivo, una infancia solitaria o de la simple codicia como la mayoría de sus compañeros. Lo notaba en su actitud, en la forma en la que parecía que su mierda de vida era un lujo para él después de haber crecido en un estercolero, en su forma de manejar a todos los demás como si les observase desde arriba.

"Cuando ellos van tú vienes, igual que Chenoa"

Poco después vio como el chico se marchaba junto al hombre que parecía demasiado tímido para ser un cliente aunque le hubiesen dicho con gestos muy vehementes que no estaba ejerciendo con ellos.

"Los tímidos son los peores".

Frunció los labios reprobatoria cuando el otro hombre, el de barba rojiza y ojos claros, le miraba para pedir la cuenta de ambas cervezas colocándose la chaqueta para marcharse.

"Os voy a cobrar los hielos" pensó ella asintiendo. Esa era su forma justiciera de luchar contra los puteros en su local; ya hubiesen consumido una cerveza, un refresco o un bocadillo.

IF IT HADN'T BEEN FOR LOVEWhere stories live. Discover now