1. LUCAS y El chapero sangrante.

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Esa noche hacía tanto frío que el aire helado entraba en sus pulmones a cada inhalación y el simple hecho de respirar le era molesto en la base de la garganta

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Esa noche hacía tanto frío que el aire helado entraba en sus pulmones a cada inhalación y el simple hecho de respirar le era molesto en la base de la garganta. Ese cosquilleo le dijo que estaba a poco de resfriarse, y solo de pensar en el drama que haría su madre aceleró el paso para llegar a su calentito apartamento lo antes posible.

Algunos sutiles copos de nieve descendían desde la negrura del cielo, restos tímidos de una nevada mucho mayor. El suelo se había teñido de blanco y él lo iba pisando rogando para no resbalar.

Caminaba con los músculos de la espalda contraídos involuntariamente y las manos enterradas en los bolsillos de su abrigo, se había olvidado sus guantes en casa. Pero el abrigo era calentito, gracias al cielo. Por fuera era de imitación de piel y por dentro estaba revestido de lana. Pudiera ser que no fuese el más moderno y estiloso que tenía, pero sí el más impermeable. Carecía de capucha de modo que las partículas de nieve que caían del cielo se le agarraban a su cabello oscuro.

La tranquilidad aplastante que envolvía las calles de su barrio le otorgaba, a su juicio de ebrio milenial, un clima casi de hecatombe distópica. Esperaba por favor que así no fuese, no le apetecía que el Armagedón le pillase con ese abrigo feo puesto.

Eran las tres de la madrugada, bien lo decía su reloj. No se había cruzado en todo el camino con nadie. Pocas personas se atreverían a salir tan tarde un día entre semana con aquel frío que asustaba hasta a las ratas. Pocos coches debían recorrer las calles a aquellas horas. 

Lucas tampoco hubiese salido sin una muy buena razón. Era el cumpleaños de su mejor amigo, Diego. Cumplía veintinueve años aquel día de enero y su ánimo se había venido abajo al encontrarse una prematura cana, incluso había amenazado con el suicidio si llegaba a encontrarse alguna arruga para los treinta.

Todo el grupo de amigos, desde el instituto, se había mantenido muy unido. Y todos juntos cenando en su piso decidieron ayudar a Diego con su problema canoso.

La idea había sido de Germán. "Rápate, adiós canas". Habían bebido lo suficiente como para que aquella broma se convirtiera en idea, y la idea en genialidad.

El nuevo corte de pelo de Diego ya era un hecho. Adiós canas. Sí, y adiós pelo en general. Seguramente cuando se le pasase la resaca al día siguiente padecería una depresión por todo lo alto y lloraría tirando la maquinilla de afeitar a la basura.

Pura exageración, el pelo siempre crece. En un mes volvería a tener el cabello como antes. Diego no solía dejárselo muy largo. Un mes, a lo sumo dos... y su cabello estaría como siempre lo había estado.

O eso esperaba Lucas, que se empezaba a sentir culpable.

Lucas se encogió más cuando una brisa le pegó en la cara con su tacto helado.

IF IT HADN'T BEEN FOR LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora