2. JOEL y La mirada baja.

810 19 20
                                    

Joel abrió los ojos sobresaltado oyendo un ruido tras su espalda. Se giró extrañado. Tenía tanto sueño que se podría haber acurrucado en la cama de nuevo en lugar de frotarse los ojos incorporándose, pero se obligó a comprobar de donde venía ese sonido.

¿Por qué tenía tanto sueño?

¿Por qué no había dormido?

Miró a su alrededor, le costó recordar lo que había pasado la noche anterior.

¿Qué demonios había pasado después de la tercera copa? Se asustó al no reconocer su habitación. Aquella no era su cama, ni aquel su techo, ni sus paredes, ni sus muebles. Apartó las sábanas. Estaba desnudo.

—Oh, mierda.

Se incorporó, y sintió un breve momento de molestia. La cascada de sucesos cayó repentina sobre su memoria, aclarando inmediatamente su sueño. Recordó porqué no había dormido en su propia casa. Cada detalle por efímero que fuese volvió a su memoria. Agarró la cruz de plata que tenía colgando del cuello y se quedó mirando la silueta desnuda que se secaba el cabello en el salón. Recordó al instante esa espalda musculosa y esas nalgas de Sansón.

Joel pensó que podía vivir junto a un culo así el resto de su vida. Le recordó a una lámina impresa que su profesora de arte tenía colgada al final de la clase, representaba a un dios griego bajo la visión cristiana europea; y sin interesarle a él la pintura renacentista para nada, ese musculoso cuerpo había sido crucial para entender su propia sexualidad.

Se pasaba las horas muertas de clase fantaseando embobado por el trasero de aquella pintura, y en aquel momento le pasaba lo mismo con ese hombre.

—¿Estás despierto ya? —preguntó el dueño del piso.


Pregunta estúpida, ¿No era evidente que sí?

No solo él estaba despierto. Su cuerpo excitado también pretendía dar los buenos días aquella mañana. Se estaba poniendo cachondo perdido al ver ese hombre desnudo de nuevo y solo con recordar lo que habían hecho por la noche notaba las pulsaciones de sangre bombeando en su pene inquieto. Joel asintió enrojeciendo cuando Diego se dio la vuelta y apartó la mirada para calmar las palpitaciones. Joder, ¿Por qué no se tapaba con la puñetera toalla?

—Sí...

—Para darte vergüenza mi polla... anoche no había quien te apartase de ella.

—No es verdad —musitó él con la vista clavada en una pared a su derecha.

Apretó mucho más fuerte la cruz en su puño. Sí que era verdad, completamente cierto. Le había gustado tanto el tacto de su piel tensa y suave contra su lengua que incluso se molestó cuando ese hombre le apartó para echarse sobre él. 

Diego le tiró su ropa al regazo.

Joel había conocido a ese hombre llamado Diego aquella misma noche y se había ido con él a su casa después de unas cuantas copas en un bar oscuro. Ese hombre había gastado muchas palabras bonitas en él.

Le había dicho que era adorable, que si tenía una cara bonita...
Joel había decidido acostarse con él, solo si él llegaba a proponérselo, mucho antes de que tuviese la oportunidad de decirle que también le gustaban sus besos.

IF IT HADN'T BEEN FOR LOVEWhere stories live. Discover now