4. DIEGO y los ojos De Lapislázuli.

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—¡Eh!

No hubo respuesta.

—¡Oye!

—Pégale un guantazo a ver si así se espabila —decía la voz desganada de Germán. Por el ruido que hacía masticando debía estar comiendo todavía su chocolatina.

¿Quién hace una hora de rutinas en el gimnasio para luego comerse una chocolatina Mars en los vestuarios?, Que él supiera... solo Germán.

—¡Diego!

Diego abrió los ojos siendo zarandeado por una mano que le agarraba el hombro.

—Que sí, que sí. Os estoy oyendo —les dijo antes de abrir los ojos perezosamente. Los debería haber dejado cerrados para no encontrarse con la mirada alarmada de Juan—. Solo estaba cerrando un momento los ojos, ¿Vale? Relájate.

—¿A ti te parece normal dormirte en los vestuarios del gimnasio? —le dijo Juan mirando alrededor avergonzado aunque nadie les estuviera haciendo ni puñetero caso. Diego se encogió de hombros, nadie iba a dejar de vestirse porque un tipo se hubiese apoyado en la pared con los ojos cerrados— ¡Pensaba que te había dado una pájara o algo!

El calor asfixiante del vapor en un espacio tan cerrado, junto al olor afrutado del jabón, y ese sonido constante de grifos como salido de un video raro ASMR, le resultaba tan agradable que se había quedado con los ojos cerrados disfrutando de esa bonita tranquilidad sintiéndose mecido entre los brazos de una madre.

—¿Y a ti te parece normal preocuparte por Diego a estas alturas de la vida? — le dijo Germán a su hermano. Juan arrugó la nariz asintiendo. 

—También es verdad.

Diego sonrió y se levantó ignorando a Zipi y Zape por completo. Pero ellos no se iban a dejar ignorar fácilmente. Ninguno de ellos le llegaba más arriba de la clavícula pero eran pesados como para hacerse ver aunque Diego elevase la vista por encima de sus cabezas como si no estuvieran.

Juan se acercó con su cuerpo larguirucho de brazos enclenques. 

—¿Y cómo es que tienes tanto sueño? ¿Ligaste anoche?

Diego vio en su mente, casi como en una película, flashes de como Joel entreabría los labios para gemir agarrando fuertemente sus sábanas entre los puños. Le vio relamerse como el puto Lucifer mientras se giraba hacia él para no perder detalle de sus movimientos.

"No pienses en eso que llevas un chándal y se te nota el lote"

—No, que va—Mintió—. Fue una noche muy tranquila

Con Joel las noches nunca eran tranquilas.

Germán no parecía creer ninguna de sus palabras, pero no dijo nada. El Boquita de Oro siempre callaba más de lo que decía, pero en sus ojos de contable inteligente leyó que no iba a engañarle tan fácilmente como a su hermano.

—¿Cuánto se cobrará trabajando en un gimnasio? —preguntó Juan mirando concienzudamente a la monitora de CrossFit entrando en la sala de entrenamiento cuando ellos se dirigían a la salida. Diego supuso que esa atención desmedida se centraba más en ese culo de roca que por sus condiciones de trabajo.

—¿Estás pensando en buscar curro aquí? —la voz inquisidora de Germán mirando su hermano mientras salían del gimnasio quedó amortiguada por el escandaloso rugido de una moto. El frío de la calle les golpeó en la cara bruscamente y Diego se encogió sobre sí mismo cerrándose la chaqueta poniendo su atención en Juan.

IF IT HADN'T BEEN FOR LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora