EXTRA: La inspectora Aurelia Espinosa.

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Aparte de tener un nombre que odiaba; Aurelia María Espinosa Moya también tenía sueño, adicción a la cafeína, cargas familiares y muy poca paciencia.


Eran muchas las cosas de las que Aurelia podía presumir. Por ejemplo, Aurelia podía alardear de ser una mujer hecha a sí misma, de haber conseguido salir de su diminuto pueblo extremeño prosperando con esfuerzo y constancia; podía presumir de haber llegado a los cuarenta y tres con unas piernas fuertes a base de sentadillas y spinning; o de belleza, ¿Por qué no?


Tal vez no fuera la típica belleza que a los hombres gustaba pero a ella le encantaba su cara y su cuerpo fuerte. En muchas ocasiones, cuando Aurelia salía de la ducha y se miraba desnuda al espejo recorría su mandíbula cuadrada y pensaba "yo me follaba"; y lo hacía, de hecho, para ese maravilloso entretenimiento le había dado la evolución manos y no para llevar en el dedo la marca de una alianza. Odiaba ese recordatorio constante de que su matrimonio había fracasado años atrás.


Sí, era una mujer divorciada con un hijo adolescente y un cargo importante que se masturbaba cuando salía de la ducha mirándose a sí misma en el espejo, ¿y qué?


Aurelia no se achantaba ni se avergonzaba por nada, de ser así no podía haber escalado su lugar legítimo en ese puñetero campo de nabos que era la Policía Nacional. 


Su puesto de trabajo era, aunque siempre en segundo lugar de su hijo, su mayor logro. De eso estaba bien segura.


Aurelia lo había dado todo para llegar a ostentar el cargo de inspectora adornando su nombre; y por eso mismo le resultaba tan frustrarte empezar desde cero en una ciudad nueva donde nadie le tomaba en serio.


En esa puta ciudad de mierda solo era la inspectora de tetas grandes caídas y culo duro, la morena de cabello ondulado con ojos castaños que miraban felinos a quién se atreviera a menospreciarla, Solo era "la nueva" y de nuevo tenía que demostrar por qué estaba donde estaba, por qué era ella y no cualquier otra persona (cualquier otro hombre) la que cubría el puesto vacante que había dejado la jubilación del anterior inspector.


Y por eso mismo, porque amaba su oficio, estaba hasta el coño (hablando mal y pronto) de sus compañeros. Ninguno de ellos daba muestras de querer hacer su trabajo, cada día que pasaba se convencía más de que en aquella ciudad quien realmente mandaba era Don Dinero. Sus encontronazos con sus jefes, compañeros y subordinados no eran por necesitar habituarse al ritmo de trabajo y las maneras autóctonas de ese lugar... No. 


Cada día lo veía más claro. La corrupción se paseaba a sus anchas y cuando intentaba investigar, cuando Aurelia pretendía hacer su trabajo, no veía más que obstáculos.


Por eso cuando se acercó lentamente con el corazón encogido hasta el cadáver de ese muchacho encontrado en el río... supo que no iban a dejarle investigar lo ocurrido, como tampoco le habían dejado indagar en ninguno de los turbios temas de aquella ciudad. 


Supo allí mismo en la morgue que no le iban a dejar averiguar quién le había borrado la cara a ese pobre chaval a guantazo limpio; y lo supo plantada con los brazos cruzados frente al comisario, el forense encargado de la autopsia, el ayudante de técnico forense, su compañero y un chaval de criminalística que estaba de prácticas para la universidad.

IF IT HADN'T BEEN FOR LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora