CAPITULO 103

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Una vez llegamos al porche, RAMON esperaba ansioso en la entrada, moviendo su cola y dando vueltas alrededor de nosotras. DANIELA lo acaricia mientras yo saco las llaves y abro la puerta, dándole paso a ambos. El cachorro corrió hacia el interior y ella lo siguió, adentrándose por fin, en aquella pequeña pero acogedora casa. Lo primero que hice fue dejar las bolsas en el suelo y correr las cortinas, para que la luz iluminara el espacio. DANIELA permaneció junto a la puerta, observándolo todo a su alrededor, mientras RAMON iba de un lado para otro, reconociendo y olfateando cada rincón.
POCHE: No hay mucho que mostrar ─digo volviendo hasta ella ─Pero te enseñaré dónde está todo, antes de empezar a guardar las cosas.
Asintió y seguidamente agarré el bolso de la ropa, pasando una de mis manos por su cintura para que avanzara hacia la izquierda, donde encontramos el cuarto principal. Bueno, realmente es el único que tiene la casa. Al entrar, observamos una cama de matrimonio, bajo un gran ventanal desde el cual, se veía absolutamente todo el lago. Estaba cubierto por una fina cortina blanca, que comenzó a ondear ligeramente en cuanto lo abrí.
DANIELA: Que bonita... ─susurró aparentemente impresionada.
POCHE: Este es el dormitorio, y aquí mismo tenemos el cuarto de baño ─indiqué dirigiéndome hacia una puerta que había dentro de la propia habitación. Era amplio, cada pieza relucientemente blanca, y los azulejos pintados en un color celeste. También había una pequeña ventana sobre la bañera, que automáticamente me hacía recordar lo relajante que resulta un baño de espuma mientras observas la calma del lago. Sin duda, lo único que aporta cada rincón de este lugar, es una paz absoluta.
DANIELA: Hay algo que no entiendo ─me dijo mientras nos encaminábamos de nuevo a la sala ─¿Vives aquí siempre? ¿Cada mañana haces este recorrido para ir a trabajar?
POCHE: No. Claro que no. Yo vivo en la ciudad. Ya me gustaría poder estar aquí cada día ─sonreí ─creo que la vida sería bastante diferente. De hecho, se vuelve distinta cada vez que estoy en este lugar.
DANIELA: Entonces... Esta casa...  POCHE: Pertenecía a mis abuelos ─le aclaré ─Mi abuelo era un conocido pescador del pueblo, que un día, cuando su hijo, mi padre, se independizó, decidió construir su hogar en el lugar que más amaba del mundo, este lago. Nunca quiso nada ostentoso. Y por eso construyó esta casa que siempre fue suficiente para ellos. Cuando él murió, mi abuela se negó a venderla y a irse a cualquier otro sitio. Esta era su casa y había aprendido a amarla. Así como me enseñó a amarla a mí. Ellos me traían aquí cada verano, desde que tengo uso de razón. Lo adoraba ─por su forma de mirarme, supe enseguida que la nostalgia ya debía haber hecho aparición a través mis ojos ─Al contrario que mi madre ─suspiré y negué ligeramente con la cabeza Pasar un solo día aquí, ya le resultaba lo suficientemente aburrido, por lo que siempre convencía a mi padre de hacer algo diferente en vacaciones, y con ellos arrastraban a mi hermano. Pero como ya te imaginarás, yo siempre me rebelaba y terminaba consiguiendo que me dejaran venir con mis abuelos. Continué haciéndolo incluso después de él haber fallecido. Siempre intenté que mi abuela pasara sola el menor tiempo posible. 

POCHE: Así que, hace unos años, cuando ella también murió, sorprendió a todos al dejarme a mí, su única posesión. Sabía perfectamente que cualquier otro miembro de la familia vendería la casa y se desentendería completamente. Sin embargo, ella tenía muy claro que yo, siempre la cuidaría. ─me detuve un momento a mirar los alrededores de aquella sala, descubriendo en sus paredes, mucho más que una simple casa ─Este es el único lugar del mundo, donde he podido ser yo misma, sin necesidad de aparentar. Si en algún momento me pierdo, solo me hace falta venir aquí para encontrarme... Este sitio, es especial por muchísimas cosas. Así que, siempre que mi tiempo me lo permite, RAMON y yo venimos a pasar aunque sea el fin de semana en total armonía. ─volví mi vista hacia DANIELA ─Quizás por eso tengo tantas esperanzas de que tú, al igual que yo, seas capaz de ser tu misma aquí, sin temer que nadie te juzgue.
Ella, que había permanecido observándome y completamente atenta a la explicación, sonrió. DANIELA: Por el momento me siento bien. Eso debe significar algo.
POCHE: Si. ─sonreí ─Significa mucho. Como ya pudiste ver antes, esta es la sala.
Nos encontrábamos en un pequeño salón, compuesto por dos sillones situados bajo otra ventana, por la cual se ve también el lago. A su izquierda, hay un gran piano de color blanco, que probablemente sea el objeto más hermoso de toda esta casa. Pertenecía a mi abuela. Y aún, cuando observo ese rincón, puedo verla a ella acariciando sus teclas. En el otro lado, junto a nosotras, hay un alto mueble repleto de libros, pequeñas fotografías, un televisor y algunos CD's de música. Además, las paredes de madera que nos rodean, están adornadas por los mismos cuadros desde hace muchos años. Marcos que en su interior portan enormes fotografías de todo tipo. Y los sillones, repletos de cojines de todos los tamaños y colores. Un estilo bastante, yo. Y por último, hay una pequeña escalera que lleva hacia el piso de arriba. Cosa que no se le pasó por alto. DANIELA: ¿Qué hay arriba?
POCHE: La buhardilla. ─le informé ─Ahora te la enseño. Primero voy a guardar la comida que necesita frío para que no se nos eche a perder. DANIELA: Te ayudo.

POCHE:¡Ey, ey, ey! ─Me apresuré a detenerla en su intento por agarrar las bolsas, posando mis manos en sus hombros y dirigiéndola hacia otro lugar ─Usted relájese ─susurré en su oído ─curiosea y disfruta, que de esto me encargo yo.
Giró ligeramente su rostro a la derecha, encontrándose con el mío a su espalda y muy cerca.
DANIELA:No me vas a tratar como a una inútil durante todo el viaje, ¿verdad?

POCHE: Claro que no. ─reí ─Pero acabamos de llegar. Relájate, que yo hago esto en un momento. 

REGRESA A MI.Where stories live. Discover now