CAPITULO 95

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· POCHE📞: Si en cinco minutos esto no se mueve, dejo el coche aquí y llego caminando.
PAULA📞: POCHE, no puedes dejar el coche en medio de la carretera, salvaje.
POCHE 📞: Ya lo sé ─suspiré ─Por eso sigo aquí hablando contigo y no estoy llamando a tu puerta. Esto es desesperante.
PAULA📞: Bueno, tómatelo con paciencia, mira que eso se te da de maravilla.
Fruncí el ceño aunque era consciente de que no me estaba mirando.
POCHE📞: Muy graciosa. ─me quejé con ironía, escuchando su risa al otro lado.
PAULA📞: Llámame para cualquier cosa, anda. POCHE📞: Gracias otra vez, doctora. Nos vemos en unos minutos.
PAULA📞: Hasta ahora. ─se despidió. Dicho esto, colgué el teléfono y subí el volumen de la música, deseando que la espera se volviera más amena. Al cabo de otra media hora, ya estaba entrando por las puertas de La Cascada. Después de saludar a Carla, entré al ascensor y sabiendo que dada la hora, ya no encontraría a DANIELA en el pasillo, pulsé directamente el botón del segundo piso. Llegué al despacho de PAULA y llamé a la puerta, recibiendo automáticamente su permiso.
POCHE: Siento el retraso ─me disculpé sin siquiera saludar ─Te prometo que a partir de mañana, saldré antes de casa, por si acaso. Ella, que había levantado la vista y detenido su escritura en cuanto me escuchó, me miraba ahora de una forma algo divertida.
PAULA: Deberías respirar. Parece que viniste corriendo desde tu casa. Oh... ─se detuvo con expresión de susto, como si hubiera descubierto algo ─No me digas que al final dejaste el coche en medio de la carretera y llegaste corriendo hasta aquí.
POCHE: Tranquila, que deseché esa idea en cuanto el resto de coches comenzaron a moverse. Pero odio llegar tarde al trabajo. PAULA: POCHE, sólo llevas media hora de retraso, no es para tanto. Le puede pasar a cualquiera y fue por culpa del tráfico. No todo lo vas a poder controlar, ¿verdad?
POCHE: Supongo que no ─me encogí de hombros resignada. ─¿Comenzamos la ronda?
PAULA: Si quieres puedes ir a tu despacho, dejar las cosas, ponerte tu uniforme, beber un vaso de agua y... ─hizo un gesto exagerado de inhalar aire profundamente para luego expulsarlo muy despacio ─respirar. Que no me voy a ir de aquí. Te noto un poco nerviosa esta mañana.
POCHE: Creo que mi mala noche trajo consigo algo de ansiedad. ─dejé caer mis hombros con resignación ─Y parece que mientras más pronto quieres llegar a un sitio, más obstáculos aparecen en el camino.

PAULA: Así es el Universo, siempre poniendo a prueba nuestra paciencia.
POCHE: Siempre... ─sonreí por fin. ─Mejor te hago caso y voy a beber agua. A ver si me relaja.
PAULA: Aquí te espero.
Sin decir más, abandoné el despacho de mi jefa y amiga, dirigiéndome al mío, donde lo primero que hice fue colgar el bolso en un perchero y ponerme la bata blanca. Seguidamente, serví agua en un vaso y mientras la bebía, caminé hasta la ventana, intentando centrarme y relajarme, pues es cierto que esta mañana estoy un poco nerviosa, algo no demasiado habitual en mí. O al menos, no a simple vista. Dada la tranquilidad que me caracteriza, mis nervios siempre han sido interiores. Pero desde luego, observar el paisaje a través de la ventana, lejos de tranquilizarme, consiguió que mi cuerpo se tensara aún más, al no ver a DANIELA en su sitio habitual. No tenía por qué preocuparme, si hubiera ocurrido algo, PAULA me lo habría dicho en seguida. Pero aun así, el hecho me extrañó. Así que volví a abandonar mi despacho, entrando en el de al lado.
POCHE: ¿Dónde está DANIELA? ─pregunté apresuradamente. PAULA alzó la vista confusa por mi nueva interrupción.
PAULA: ¿A qué te refieres exactamente con, "dónde está"? POCHE: No está en el jardín. ¿La has visto?
PAULA: No, no la he visto, POCHE. A lo mejor hoy se le pegaron las sabanas, quien sabe.
POCHE: No lo creo. ─negué repetidas veces con la cabeza ─Ella se acuesta muy tarde y se levanta muy temprano.
PAULA: Si hubiera ocurrido algo te habría informado. A lo mejor está en la biblioteca, o en su habitación. A lo mejor incluso se está bañando. Me detuve un momento a analizar las opciones.. Cada una de ellas tenía su lógica.
POCHE: Si... Puede ser. ─suspiré ─Estoy paranoica, ¿verdad?
PAULA: Estás preocupada. Y es absolutamente normal. ─aseguró poniéndose en pie ─¿Qué te parece si empezamos la ronda y así puedes buscarla cuanto antes?
POCHE: Me parece una idea perfecta.
PAULA llegó hasta mí y pasó su brazo por mis hombros, dirigiéndome hacia la puerta.
PAULA: Ay... ─suspiró ─¿Qué voy a hacer contigo, eh?
POCHE: Puedes ir reservándome una plaza aquí. Creo que la voy a necesitar. PAULA: No sería tan mala idea.
Me encogí de hombros resignada y con una sonrisa tierna por su parte, abandonamos el despacho, dispuestas a comenzar la ronda del día. Aproximadamente dos horas, estuvimos de habitación en habitación, revisando que todo estuviera en orden. Mi nerviosismo no había disminuido en absoluto. Al contrario. Incluso Doña Rosa se percató de ello nada más verme. No hizo falta ni que la saludara, para que me preguntara qué me ocurría hoy. Y yo, al igual que a PAULA, solo le dije que había pasado una mala noche. Cosa que la perspicaz anciana no creyó en absoluto. Pero tampoco insistió demasiado, pues a pesar del poco tiempo que hace que me conoce, sabe perfectamente cuando quiero hablar de algo y cuando no. Y precisamente hoy no es un buen día para hablar de nada. Solo quiero llegar al jardín y comprobar que está ahí, como cada mañana, leyendo o simplemente mirando el paisaje.

REGRESA A MI.Where stories live. Discover now