Capítulo 5.

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Habían pasado unas cuantas horas después de haberle hablado a mi madre. A estas alturas ya era de madrugada y yo no me había despegado ni un segundo de ella. Su semblante poco a poco empezaba a tomar color y yo lo agradecía mucho. Aquella fina capa de sudor que cubría su frente ya no estaba y al fin descansaba mejor.

Yo estaba a su lado y la tenía acurrucada muy cerca de mi. Se veía tan tranquila, tan inocente. Me mataba verla en un estado tan vulnerable y más porque sabía que ella no era así. Siempre andaba con su sonrisa, me alegraba mis días con sus ocurrencias y lo tímida que era hacia que cada vez me atrajera más. Era una mujer tan buena, podría decir que única. Nadie podría igualarla. Como ella no había nadie, pues su personalidad era única e irrepetible.

Mi celular sonó avisandome de un nuevo mensaje. Era de mi madre.

* Hijo, el doctor no puede ver a la muchacha. Tiene Guardia y se le complica salir. Mañana a primera hora los espera en el consultorio.

No podía ser, ahora entendía porque no recibía respuestas de nadie. Pero que más daba, ya faltaba solo unas cuantas horas para que amaneciera. Lo que más me preocupaba era que no había comido nada y que en su estómago no podía retener la comida, pues toda la devolvía.

* Esta bien, ma, no te preocupes. Mañana a primera hora ahí estaremos. Muchas gracias, te mando un beso y ya descansa.

Mi madre casi al instante respondió.

* De nada, cielo. Que la muchacha se recupere y por favor me mantienes informada de cualquier cosa. Besos 💋

Bloquee mi celular y me acomode mejor para dormir. Ya casi era de madrugada y necesitaba descansar. No tenía el sueño tan pesado así que si algo le llegará a pasar, podía darme cuenta de inmediato.

Me coloque de forma que estuviéramos frente a frente y su respiración se juntara con la mía. Sin esperarlo caí profundo casi al instante.

Desperté por unos sonidos extraños. Abri un poco los ojos y ví que Míriam no estaba en la cama. Aquellos sonidos provenían del baño y me podía imaginar que de nuevo estaba vomitando. Mire por la ventana y ya era de mañana. Me talle los ojos y me puse de pie para ir a ver que pasaba. Por suerte la puerta del baño la tenía entre abierta, así podía ver bien lo que estaba pasando.

-Por favor, ya no más.- estaba tirada en el sueño rendida. Abrazaba sus rodillas y lloraba ya desesperada.

Sin pensarlo me arrodille ante ella, no me gustaba verla así; sufriendo, sin saber realmente que era lo que le ocurría.

-¿Cómo te sientes?- pregunte cauteloso.

-Mal y diablos, no tienes que estar aquí si no quieres. Se cuidarme sola. - un sollozo salió de sus labios y yo negué aunque no pudiera verme. La tome en mis brazos e hice que me mirará.

-No vuelvas a decir eso. - la mire serio y aquellas lágrimas seguían deslizándose por sus mejillas.- Estoy aquí porque quiero y me importas, ¿entiendes? - ella asintió y se escondió en el hueco de mi cuello. -Ahora lo que vas hacer es que te vas a alistar para ir al doctor.- con ella en mis brazos abri la regadera y espere que el agua estuviera caliente. La deje con cuidado en el piso y al hacerlo casi se tambalea. Se veía mal, muy mal.

-Yo puedo. - intento quitarme las manos y yo rode los ojos.

-No seas necia, estas muy débil. Dejame consentirte.- se rindió ante mis palabras y el baño comenzo a llenarse de vapor. -Nos bañaremos juntos, no quiero que te caigas por un descuido.

Abrió los ojos a tope y nego.

-De ninguna manera, yo puedo. Dejame sola. - sonreí de lado y negué. Amaba que pusiera esa mirada.

Matrimonio a cambio de Amor III (Trilogía)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora