Capítulo 9 "Déjame quitarte el..."

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Azzam desmontó de un salto y la bajó tomándole de la cintura con rapidez pero sin brusquedad. Ella aun no alcanzaba a entender nada. Lo siguiente que vio fue a él caminando ida y vuelta frente a ella murmurando.

- Estoy loco. Totalmente loco. –decía mientras tiraba al suelo su ghutrah.

- ¿Qué rayos fue eso? –le dijo ella entonces señalando hacia donde había ocurrido todo. Lo vio pasarse las manos por el cabello con frustración.

- Nada, no fue nada.

- ¿Disculpa? De pronto fui levantada por los aires, me subiste a tu caballo ¿y no fue nada?

Paró en seco su ir y venir y se puso frente a ella con la mirada encendida.

- No insistas Azima. Es más –añadió al ver que ella empezaba a protestar.- toma mi caballo y vete con las ancianas.

Azima lo vio con incredulidad y después miró a la enorme bestia negra que estaba de lo más alerta a ellos dos como si entendiera todo.

- Vete. –le ordenó él esta vez.

- ¿Y si no lo hago? ¿Qué pasa? –era una respuesta que en serio quería saber pese a que intuía la respuesta y a que no les convenía a ninguno de los dos el expresarla en voz alta. Pero se había apoderado de ella algo parecido a lo que él parecía padecer: locura temporal.

- Voy a arruinarte y lo sabes. –soltó sin moverse un milímetro. Como si estuviera haciendo un tremendo esfuerzo por no saltar sobre ella. – Y no haré nada para remediarlo después si eso pasa.

- Lo sé. –contestó imprimiendo tranquilidad, toda la que pudo-

- ¿Lo sabes? ¿En serio lo sabes? Deberías estar corriendo aterrorizada por la playa rumbo a las tiendas. Pero no, no eres así ¿verdad? Claro que no. Eres demasiado temeraria. Oyes que te deseo con desesperación y que fácilmente puedo arruinarte y contestas con toda la tranquilidad del mundo que sabes eso y que no me haré responsable si llegara a pasar.

- Nunca dijiste que me deseabas con desesperación. –tragó saliva pero no se movió. Que verdes se ven sus ojos pensó como en trance al ver ese fulgor verdoso que decía claramente que sí que la deseaba. Ella lo sabía pero no había esperado nunca que dijera que lo hacía con desesperación y mucho menos lo expresara así, pero Azzam era bueno, Azzam. Podía esperar eso y mucho más. Como el hecho de que sin contemplaciones decía que no se haría responsable si pasaba algo, internamente se mezclaron sentimientos: burla y sorpresa hacia ella misma por no importarle si pasaba algo, un fugaz dolor y resentimiento hacia él por admitirlo sin problemas.

- Deberías estar montando ya a Trueno... -le soltó con los dientes apretados sacándola de sus pensamientos, la tensión era tal que sintió que le empezaba a doler la cabeza.

- ¿Cómo volverás? –preguntó con voz queda.

- No importa. Fuera de aquí. Largo. No lo repetiré otra vez y no me contendré más.

No supo identificar la mirada que ella le dedicó, Azima caminó hacia el caballo dándole la espalda. Trueno era enorme y difícil de controlar por alguien que no fuera Azzam. Sin embargo, era la única salida rápida para Azima y él sabía que ella era una excelente amazona. No se equivocó cuando con la facilidad de una bailarina subió y tomó las riendas, acarició la crin y él estúpidamente envidió a Trueno. La vio recostarse sobre el caballo para hablarle al oído poniéndose sin querer en una pose de lo más sensual y eso lo encendió más si cabe. Justo cuando iba a mandar al diablo todo e iba a bajarla, ella dio un toque a las riendas y empezó a alejarse. Trueno se dejó guiar como un corderito.

Princesas de DurbanWhere stories live. Discover now