Capítulo 6 "Una pesadilla"

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- Así que una entrada aquí y... ¿dos allá? Es decir, meto el hilo en el telar del lado derecho y ¿no es así cierto? –Azima resopló levantando un mechón de pelo de su frente y cerró los ojos un momento.

Su anciana profesora no estaba impresionada por su avances en el bordado que se le había asignado, avances escasos a un paso de llamarse nulos, de allí la falta de palabras de su maestra quien la miraba con ojos entrecerrados moviendo la cabeza. Oyó las risitas de las pequeñas que la rodeaban cada una con su telar. Todas eran niñas de Andora y estaban en la clase inicial de bordado. Por lo que ninguna pasaba de los diez años.

– Ustedes ganan pilluelas. –Miró aparentemente indignada a las niñas para luego guiñarles un ojo ganándose más risitas. A su lado Fadua carraspeó y con los ojos le señaló que era el lado izquierdo por donde debía iniciar. – ¿También tuviste estas clases? –le habló bajito.

– Toda mujer nacida en Andora las tiene. Así no se pierde la tradición.

– Es muy difícil. –Azima miró alrededor y suspiró al ver como las chiquillas trabajaban con eficiencia en sus respectivos telares.

– Lo es. Ellas ya llevan de uno a dos años aquí. Y su nivel no pasa del uno.

– ¿Es que hay niveles?

– Hay diez. Las clases se toman unos tres días a la semana y se combinan con el resto de la educación normal que se da en Andora. Aun no sé cómo es que la aceptaron aquí.

– Azzam dijo que...-se corrigió al ver el gesto de sorpresa de Fadua al llamar por su nombre a su Jeque. - el Jeque dijo que era orden del rey. No tuvo más remedio su tía que aceptarme y veo que lo lamenta desde el minuto uno. –la anciana la miraba con desaprobación, Azima le dirigió una radiante sonrisa.

– Es que solo mujeres nacidas en Andora pueden aprender. Ni siquiera las chicas de otras tribus que se han casado con hombres de aquí se les ha permitido. Sé que solo a la futura esposa del Jeque se le permitiría... -la miró abriendo mucho los ojos denotando sorpresa ante lo que creía haber descubierto.

– Oh no, no, no, no. Es orden del rey. Del rey. No olvides eso. –Azima negó con la cabeza, con las manos. Con todo su ser.

– Sí, si claro. Esa sería otra manera de que le permitieran aprender. Aunque es obligatorio hasta el nivel cinco –continuó Fadua educada. - En ese nivel ya se sabe más que lo básico. Y se pueden hacer cosas hermosas, pero si pasas de ese nivel puedes aprender a crear cosas realmente impresionantes. Cada año sin embargo, todas debemos mostrar un telar hecho por nuestras propias manos y se exhiben durante unos días en Palacio. Solo eso se puede mostrar a quienes no son de Andora. Todo este proceso nunca había sido permitido de ver o aprender por nadie ajeno a la tribu.

– Es un honor. –dijo Azima y enseguida la tía de Azzam azotó un telar sobre la mesa con fuerza lo que las hizo respingar y callarse.

Se acomodó mejor en su silla y notó que estaba hecha de tal manera que la espalda se mantenía en posición acorde a la labor y aun así no era cansado. Aunque claro, después de varias horas cualquiera se cansaría. Giró brevemente el rostro hacia el ventanal que tenía a un costado disfrutando de la vista azul de mar al fondo contrastando con lo dorado de la arena. Nunca se cansaría de la vista. Estar en Andora era un privilegio en sí mismo, pero era uno que no dejaba de ser peligroso. Esa mañana por ejemplo había estado en tensión en el desayuno, tratando de averiguar que tanto había dicho Mirna y sopesando mandarla de regreso. Pero claro, Mirna no era una tonta, no creía que hubiera dicho demasiado y lo cierto es que no sabía demasiado. Azzam se divirtió al principio con su cara de sorpresa.

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