Capítulo 11 ¿Competimos?

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Hola: No, no he vuelto como debería lamentablemente. Si no sabes por qué, lo he dejado por escrito en mi tablero, si no sabes que es el tablero no sé como has sobrevivido en wattpad. Ni idea de cuando continuaré pero quise hacerlo por aquellas que me han esperado pacientemente y me han dado mensajes de apoyo ¡gracias miles!

En resumen: me jod&%%%% la mano izquierda. Estoy apenas con un mes de terapia y tres de operada, un cap que antes me podía llevar dos horas, me lleva un día porque soy lenta, porque me canso y debo parar y porque aun no estoy recuperada. Logré terminar esto y mis dedos se hincharon como salchichas. No lo digo para dar lastima, sino porque es mi realidad. 

¿Una cosa buena de esto? Que las que me pidan actualizaciones podrán ser catalogadas como seres sin corazón muajajajajajaja. Mi humor tira a negro, ustedes comprenderán ;) 

Habiba entró a la tienda con la misma rapidez de una ráfaga repentina de aire, tiró el turbante que llevaba en la cabeza pero como estaba anudado a su garganta se dio a ella misma un apretón que le sacó un pequeño grito, se desenrolló la tela como pudo y buscó por la tienda donde esconder esa prueba incriminatoria. ¡Tonta! ¡Debía quitarse toda la ropa de hombre que llevaba encima! Estaba segura que Zaím entraría en cualquier minuto, ¿Dónde esconderla? Dio vueltas por la enorme tienda hasta que vio los almohadones de la esquina, se desnudó como pudo y metió la ropa bajo ellos. Estaba en ropa interior jadeando por la carrera, bueno, por las dos carreras y se desplomó cansada en los almohadones, estaban tan mullidos y suavecitos que suspiró sonoramente, concentrada en recuperar el aliento ni siquiera escuchó que alguien entraba.

- Vaya... -dijo esa voz que conocía muy bien. Habiba se incorporó de golpe y lo vio sorprendida. – Si así es que vas a recibirme cada vez que vuelva... - Ella no entendió al principio hasta que al percatarse de su falta de ropa abrió los ojos con horror y tomando un almohadón se lo puso a modo de escudo.

- ¿Por qué no avisas que entrarás? –le espetó y odió como su voz sonó aun agitada, esperaba que él pensara que era por la sorpresa de haberla encontrado así.

- Porque es mi tienda y tú mi mujer.

- Esposa, mujer aun no.

- Eso cambiará pronto ¿no crees? –caminó hacia ella y Habiba tragó saliva.

¿La había descubierto? Todo había ido bien esa mañana, todo lo bien que se podía esperar, se había despertado, no lo había encontrado, habían compartido cama sin ella saberlo y después él había aparecido con esa hermosa yegua y la había llevado a la tienda no sin antes dejarle claro que sabia muy bien que le había tocado y dicho en sueños que parecía una tableta de chocolate... y luego, luego había oído de que ese día al atardecer habría carreras de camellos y ella queriendo vengarse pues había urdido la forma de participar vestida como hombre, hasta Azima había competido pero claro, sin disfraz. El caso es que si Zaím la había descubierto, mínimo un mes sería lo que perdería y se acortaría el tiempo para que la tuviera en su cama en todo el estricto sentido de la palabra.

Horas antes...

Así que el chocolate había sido él, es decir su abdomen, si que el hombre estaba bien definido pensó debatiéndose entre la vergüenza, la curiosidad y algo más que por ahora no prefería definir, en menos de lo que pensó estaban en la tienda, él soltó su mano y arrojó la capa exterior que portaba, se giró hacia ella observándola Habiba estaba demasiado absorta viéndolo que por un momento no entendió porque él la miraba con ojos interrogantes.

- ¿No vas a gritar o algo así? –le dijo al fin.

¿Por qué debería? Ah, sí. Estoy en su tienda, dormimos juntos.

Princesas de DurbanWhere stories live. Discover now