Capítulo 12 "El desierto está en mis venas"

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¿Qué rayos había pasado? Habiba se compuso por millonésima vez la tela que cubría su rostro, se había embozado para que nada de sol llegara a su piel, había descubierto que el sol no era su aliado en absolutamente nada, estar sin protección frente a él le ponía toda colorada, se insolaba con una facilidad pasmosa y completamente vergonzosa para ser una mujer del desierto.

- No lo eres. –le dijo una risueña voz por millonésima vez también a su declaración sobre que era una mujer de las dunas.

- No dije nada.

- Lo estabas pensando.

- Sí, pero porque me has callado desde hace unos cinco kilómetros atrás. –le gruñó a su fastidiosa prima para después toser ¿Cómo es que se le había metido arena en la garganta? Bueno, todo a su alrededor era arena.

- No eres una mujer del desierto. –recalcó Azima para su muy creciente irritación.

- ¿Y tú sí? –preguntó con todo el mal humor que pudo imprimir.

- Pues... -Azima apremió su caballo y salió disparada hacia las dunas, la comitiva que las acompañaba ya acostumbrados al hecho de que era una excelente amazona ni se inmutaron, su odiosa prima volvió veloz como un rayo y le dio una vuelta completa para quedar a su lado de nuevo. -¿Quizás? –le guiñó un ojo y ella quiso matarla. Pero un leve mareo la desestabilizó y apretó las riendas haciendo que su preciosa nueva yegua se tensara. Azima se acercó y tomando sus riendas hizo que pararan todos.

- No llevamos ni dos horas Habi. –Suspiró Azima. – El sol apenas está saliendo. –señaló con otro suspiro y Habiba hubiera intentado tirarla del caballo pero no tenia muchas fuerzas pues había dormido terriblemente mal o mejor dicho no lo había hecho.

- El sol salió hace mucho. –retrucó.

- En realidad no. Pero he descubierto que eres una completa y total princesa de palacio. Temo dejarte después de estos días.

Recordar eso hizo que Habiba se despejara y se le fuera el mal humor. Ahora era esposa de un Jeque, uno que vivía temporadas en el desierto, uno que le atraía con todas sus fuerzas pero por lo pronto eso era todo, además era uno con el que estaba descubriendo no iba a ser tan fácil de manejar ¿Cómo iba a sobrevivir sola? Parpadeó al sentir un raro escozor en los ojos.

- Es el sol. –dijo rápidamente pasando una mano por sus ojos al ver la aguda mirada de su prima.

- Creo que con esto lo pensarás dos veces antes de desafiar a tu Jeque. –le susurró Azima y su mal humor volvió.

- Maldito. –siseó bajito para no ser oída. Ya había descubierto lo difícil que era jugar con él. Azima la ayudó a bajar y con total silencio y ninguna queja los demás las imitaron. Los admiró por eso, pero era esposa de su Jeque después de todo.

- No te quitó el mes.

- Pero sí 15 días.

- Tú aceptaste esto. –le recordó Azima.

- No pensé que me resultara tan complicado montar.

- Casi no salías al desierto.

- Tú tampoco. –refutó.

- Tengo meses saliendo a montar con Omar y antes de eso lo hacía a veces con León.

- Pero en los alrededores de Palacio no aquí.

- ¿Te recuerdo que los alrededores del Palacio son desierto también? Y solo llevamos cabalgando como hora y medio, suelo hacerlo mucho más tiempo. –Azima la separó de los demás para no ser oídas. –Esperabas una venganza toda sensual ¿no es así?

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