Capítulo 8 "Tu regalo soy yo"

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Azzam no solía guardar rencor, no era necesario. Si sufría alguna afrenta, la resolvía de inmediato y siempre a su favor. No dejaba nunca nada para después, su temperamento no se lo permitía. Y lo que sentía ahora era lo más cercano a resentimiento y no lo había sentido nunca, aunque era una especie de resentimiento mezclado con pasión no satisfecha.

Vio a la causante de ese nuevo sentimiento y quiso ir y morderla en el mismo sitio para dejarle una marca aun mayor, para ver si ahora sí le devolvía la mordida pero exactamente igual y no como lo había hecho. La responsable de su desdicha reía juguetonamente con las niñas de su clase y ni siquiera lo había sentido entrar. Una de las pequeñas le mostraba como hacerlo y Azima seguía sus instrucciones a conciencia para recompensarla después con sonrisas de esas que solo ella sabía dar, su rostro se iluminaba, sus ojos brillaban... quien diría que detrás de ese rostro angelical había una mujer malvada.

- Muerde lo que quieras.-le había dicho ansioso. Ella se le había acercado con una lentitud tal y sin dejar de verle a la cara que le había provocado una perdida momentánea del control, justo cuando iba a tomarla en sus brazos y tirar al viento las precauciones había visto como a toda velocidad esos dientes perfectos rodeaban uno de sus dedos y mordían con fuerza ¿En qué momento le había tomado la mano? No lo sabía, no había sentido tampoco cuando le había agarrado el dedo. Había esperado una mordida en el cuello, en la oreja, incluso en la mejilla, pero no, lo último que había visto había sido su dedo siendo mordido y luego soltado con premura, la prisa no había hecho sin embargo que no le dejara una marca, la vio con molestia infinita por atreverse a darle esperanzas sensuales y no cumplirlas.

- ¿Esperabas la mordida en algún otro lugar? –preguntó burlona.

- Juegas con fuego. –le respondió molesto.

- Eres tú el que se va quemar. –rebatió. –que no se te olvide quien soy Azzam.

- ¿Una mujer malvada? –la sonrisa divertida que le dedicó lo enervó aún más. –Vas a pagar por esto.

- Me temo que no, ¿te repito quién soy? Soy tu invitada, sobrina del rey y futura...

- Mejor calla. –la cortó.

- Solo quería dejar en claro que lo de anoche no se repetirá por tu bien y por el mío.

- ¿Y por el de Omar? –preguntó sarcástico.

- ¿Por qué siempre lo mencionas?

Que yo sepa no me está prohibido. Aun puedo insultarle, no es mi rey. –Y por todos los cielos que lo seguiría haciendo cuando ese imbécil llegara a serlo.

- Aun...-le provocó.

- Y tú no eres mi reina. –le dijo acercándose con la venganza reflejada en sus ojos.

- Pueden entrar. –exclamó ella deprisa y las puertas se abrieron dando paso al desayuno.

- Cobarde. –le susurró él.

- Precavida. –respondió bajito.

Y después de haber parloteado alegre en el desayuno sobre todo y nada, él no había podido más que dedicarle miradas jurando venganza, ella se había ido tranquilamente a sus clases. Ella lo sabía, sabía que la deseaba y cuanto, y aunque era la única que imponía la cordura para evitar un desastre, él no podía evitar que todo su ser clamara por devolverle la afrenta y por seguir mandando al diablo las precauciones. Se había ido a su oficina nada más terminar, aunque parecía dar la imagen de Jeque despreocupado amante de los placeres y qué en parte sí era, no se dedicaba de tiempo completo a ello. Tenía que gestionar, controlar, administrar y dar órdenes a todo lo que representaba su patrimonio y que implicaba el bienestar de los suyos de igual manera. Sus momentos de ocio eran en Pasión y hasta en esos momentos en realidad estaba trabajando gran parte de los días que allí pasaba. Y siempre el trabajo le gustaba, lo absorbía. Prefería ir en persona y checar el movimiento de las empresas, pero cuando no podía lo hacía desde casa, pero esa vez y desde que ella había llegado parecía tener problemas de concentración. Así que se había tomado un descanso y había ido a verla a las clases de nivel uno.

Princesas de DurbanWhere stories live. Discover now