-DIECISIETE-

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Davina (POV):

Miraba atenta la pistola. Tenia que hacer algo, no podía permitir que me llevase lejos de aquí, no ahora. Alce la mirada para ver los ojos sedientos de Caníbal, era alguien repugnante. Aprete los dientes cabreada, una extraña rabia se estaba apoderando de mí.

- Eres un puto loco enfermo. – Escupí con asco. – Créeme cuando te diga que vas a acabar muerto. – Eso no le gusto mucho, y con la culata de la pistola me dio en la espinilla.

Aprete los labios evitando gemir del dolor.

- En el único sitio que voy a acabar es entre tus piernas muñeca. – Solté un grito rabioso y comencé a moverme de lado a lado.

Al tener el cinturón agarrado con unas pinzas no podía soltarlo, el muy cerdo se había asegurado de que no pudiese quitármelo. Levante una pierna para darle una patada a su mano, donde sostenía la pistola, lanzándola a la otra esquina del furgón. Enfurecido se levanto y me agarro los hombros intentando calmarme, sin embargo, yo seguía moviéndome y gritando.

- ¡Estate quieta pedazo de zorra! ¡QUIETA!

- ¡Ni en tus sueños!

Seguía pataleando, moviendo mis brazos con la soga sobre las muñecas, intentaba golpearle con todo lo que pudiese. Parecía que el Diablo se había apoderado de mi cuerpo. El conductor giro su cabeza hacia nosotros.

- ¿Jefe necesita ayuda?

No había sido buena idea quitar la mirada de la carretera, pues el furgón iba directo a un camión. Abrí los ojos horrorizada, sin poder evitarlo dio un volantazo saliéndose de la carretera, comenzando a dar vueltas de campana por una pequeña cuesta de campo.

Cerré los ojos con fuerza intentando proteger mi cabeza con mis brazos. Sentía mi cuerpo volar y sacudirse con fuerza, hasta que paro. El furgón había quedado boca abajo, lo que significaba que yo estaba colgando del asiento. Me sentía mareada, algo había golpeado mi frente y podía sentir un liquido recorrerla. Gemí de dolor intentando enfocar a mi alrededor. El cuerpo del conductor yacía con algo clavaba en el rostro. Volví a cerrar los ojos un momento asqueada.

Tenia que salir de aquí.

Observe que el cuerpo de Caníbal comenzó a moverse, y entre en pánico. No podía permitir que se me llevase, no podía. Intente focalizar todo, pero me sentía muy débil.

- Joder... esto es tu culpa muñeca...

- Púdrete.

Cuando pensaba que iba a hacerme algo, las ruedas de un coche se escucharon chirriar. Comencé a moverme intentando escurrirme, pero era inútil. Él cerdo abrió la puerta trasera de varias patadas.

- Mierda... - Maldijo girándose hacia mí. – Volveré a por ti muñeca, esto no quedara así.

Salió tambaleándose antes de echarse a correr. Suspire pesadamente esforzándome por concentrarme, sin embargo, otros pasos acercándose me pusieron alerta. No podía ser, no podía haber vuelto.

Para mi suerte no era él.

- ¡Hübsch! – Comencé a removerme de nuevo.

- ¡Raynard! – Grite con fuerza.

Su cabeza se asomó al portón trasero, y la tranquilidad me invadió. Agachado se acerco a mi sacando una navaja de su bolsillo. Corto el cinturón agarrándome con fuerza, pues al estar boca abajo caí encima de él. Escondí mi cabeza en su hombro, quedándonos unos segundos ahí parados. Sus brazos me agarraron con fuerza hacia él, y yo ahora mismo es donde quería estar.

El Diablo del Infierno. | I DIABLO |Where stories live. Discover now