-TRECE-

5.6K 420 33
                                    

Davina (POV):

Desde que tenía cuatro años, mis padres me habían apuntado a patinaje sobre hielo por petición mía, recuerdo que estaba realmente obsesionada viendo como esas mujeres se movían sobre el suelo congelado. Cuando cumplí seis año, mi entrenadora de patinaje recomendó a mis padres que compaginase sus clases con ballet, y así lo hicieron. En total entrenaba seis días a la semanas, tres de patinaje y tres de ballet. Descubrí que aquel baile también me fascinaba, me sentía libre, sentía que podía volar y ser yo misma. Quería convertirme en profesional de ambas cosas, sin embargo, a los dieciocho años me rompí el tobillo derecho en un accidente de moto. Yo iba montada atrás de mi primo, cuando un coche se saltó el stop, arrollándonos por completo.

Y fue ahí cuando mis sueños se fueron al carajo.

Ahora, con mis veintidós años, llevaba uno y medio sin pisar una pista patinaje, y dos sin estar frente a unos espejos y bailar hasta agotarme.

Ayer María me comentó que en el gimnasio de la gran mansión de Raynard había un gran espacio frente al espejo, además de que el suelo era de linóleo.

Ahí estaba yo después de dos años, frente a multitud de paneles de espejo, con mi leotardo negro y faldón mediano del mismo color. Observe mis puntas bien sujetas por las cintas. Llevaba mas de diez minutos mirándome sin hacer nada, cuestionándome que habría sido de mi si no hubiese subido a aquella moto, quizás ahora estaría compitiendo a nivel nacional.

-        Davina. – Salte del sitio al escuchar la fría voz del mafioso.

Levante la cabeza mirándolo a través del espejo. Llevaba una camisa blanca arremangada hasta los codos, los dos primeros botones desabrochados y el pelo alborotado, pantalones de traje negro y zapatos del mismo color. Mi piel se erizo por completo y mi pezones, involuntariamente, se pusieron en punta.

Contrólate estúpido cuerpo.

-        ¿Si? – Mi voz salió quizás mas baja de lo normal, pero intentaba pensar con claridad.

-        Son las dos de la mañana, ¿no piensas dormir? – Me mordí el labio nerviosa.

-        Pensaba bailar, pero no puedo. – Me encogí de hombros girando mi cuerpo, para esta vez quedar cara a cara con él. – Así que me iré a mi cuarto, no quiero molestar. – Dije algo apenada.

-        No molestas. – Bufo pasándose la mano para peinarse el pelo hacia atrás. – Voy a tomarme una copa, ¿quieres una? – Sorprendida por su invitación la sopese durante unos segundos, finalmente aceptando.

-        Si claro. Un segundo.

Corrí hasta una esquina de la sala donde había un pequeño banco de madera, pues había dejado mi mochila sobre ella. Esta mañana habían traído todas las cosas de mi antiguo apartamento aquí, así que me había dedicado a deshacer cajas en mi nueva y temporal habitación. Cogí los pantalones del chándal negro junto con su sudadera y me los puse por encima del leotardo, quitándome primero el faldón. Rápidamente me quité las puntas e introduje mis pies en las deportivas blancas de la marca Fila, mis favoritas. Hecho todo una bola, lo metí a presión en mi bolsa de deporte.

Me giré colgando la mochila en mi hombro cuando pillé a Raynard mirarme fijamente, tan fijamente que daba miedo. Pareciera que podía leer mi mente y saber todos mis secretos. Me mordí el labio acercándome a él, viendo como estudiaba todos mis movimientos.

-        ¿Vamos a por esa copa? – Pregunté algo nerviosa.

No dijo nada, simplemente asintió dándose media vuelta, dirigiéndose a la salita donde había una mini barra de bar con un montón de tipos de alcohol diferentes.

El Diablo del Infierno. | I DIABLO |Where stories live. Discover now