-DIEZ-

6.7K 503 31
                                    

Davina (POV):

Bien... Este sitio era totalmente terrorífico. Me había quedado fascinada con la pedazo de mansión en la que la diva mafiosa vivía, e imaginar que esta sala estaba debajo de ella era escalofriante. Parecía la sala de torturas de la edad media donde cortaban los dedos uno a uno con una sierra del tamaño de un palillo.

Había sido demasiado especifica hasta para mí. Hice una mueca de asco hacia tal pensamiento.

Mire al hombre al que le había arreado con mi bate de beísbol en plena cabeza. Estaba cabizbajo sentado de en una silla, sus manos estaban atadas en la parte de atrás y sus piernas sobre las patas de dicha silla. Su rostro permanecía magullado, como si le hubiesen dado un par de puñetazos bien dado, y su ropa tenía rastros de sangre.

Raynard había cedido a que yo entrase aquí, además con una sonrisa que me había dejado perpleja y embobada por una franja de dos segundos. La persona más fría que había conocido en mi vida había sonreído ¡HABÍA SONREÍDO! Impresionante, ¿no?

Aquel hombre que permanecía ahí sentado no tenia pinta de ser un asesino o un matón de cuarta. No sé porque, pero sentía empatía hacia él, algo me decía que no era tan malo como nosotros pensábamos.

- Schlacke (Escoria), hablaras y contestaras a absolutamente todo lo que te pregunte, ¿ha quedado claro? – El tono que el alemán era tan escalofriante como esta sala, joder hasta a mí se me había escapado pipi.

- No diré nada, Diablo. – Su sonrisa hizo que el ceño de Raynard se endureciese mas como si eso fuese a ser posible.

- Bueno, también puedo romperte todos los huesos de tu cuerpo. – Se paro en frente de una gran mesa con un montón de artilugios, agarro uno. – A mi me da igual. – Se encogió de hombros. - ¿No dirás nada? – El hombre permaneció callado mirando con miedo lo que había cogido Raynard en las manos. – Estupendo. – Dijo sonriendo macabramente. – Voy a divertirme, empezando por los dedos de tus pies, uno a uno... Y cuando estés moribundo, iré, secuestrare a tu linda esposa y tu bonito niño y los mataré delante de tus ojos, para luego acabar con tu miserable vida. - Antes de que diese un paso hacia aquel hombre asustado agarre la muñeca de este.

- Espera. – Susurre aterrada. – Déjame hablar a mí con él. – Este alzo una ceja incrédulo.

- Niña, ¿estas loca? – Rodé los ojos antes de hablar.

- Raynard. – Decir su nombre en voz alta hacia que mi lengua sufriese cosquilleos. - Por favor.

Este se quedó mirándome unos segundos que parecieron eternos. Sabia que estaba analizando cada gesto y palabra que le había dicho.

- Bien. – Dijo rendido. – Pero si no consigues nada le cortare los dedos. – Mordí mi labio asintiendo.

Me gire hacia aquel hombre y me acerque hasta quedar en frente de él. Sus ojos me miraban con miedo, y algo en mi corazón se encogió. Me aclare la garganta algo nerviosa antes de empezar a hablar.

- Hola, soy Davina, aunque creo que eso tu ya lo sabes. – Sus rostro comenzó a mirarme con confusión. – Mira, yo no voy a hacerte daño, no quiero hacerlo, pero mi amigo. – Hice un parón para señalar al alemán. – Esta deseando cortarte los dedos. – Suspire antes de seguir. – Yo solo quiero saber si Caníbal sabe de mi verdadera identidad. – Este no dijo nada, aun con miedo a hablar. – Yo también tengo miedo, ¿sabes? Caníbal no se habría obsesionado conmigo si mi primo no hiciese tratos con el que luego no cumple. Siempre tengo que ir a salvarle, y ahora estoy en peligro yo. Me he visto envuelta en un mundo al que ni si quiera pertenezco. – Mire mis manos antes de seguir hablando. – Por favor. – Mis palabras y mi suplica parecieron hacer efecto, pues el hombre comenzó a hablar.

El Diablo del Infierno. | I DIABLO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora