27 | Nos graduamos.

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Rhea solo estuvo en el hospital una sola noche, a la mañana siguiente le dieron de alta y fuimos a su casa

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Rhea solo estuvo en el hospital una sola noche, a la mañana siguiente le dieron de alta y fuimos a su casa. Se suponía que debía mantener el reposo, pero no llevaba ni una hora allí cuando ya quería irse a andar en el auto como si nada hubiera pasado.

Cuando le conté a mamá todo lo que ocurrió, ella estuvo de acuerdo con que me quedara un poco de tiempo acompañándola en su casa, porque era obvio que necesitaba de alguien que le hiciera compañía.

—Ya estoy bien —ella continuó insistiendo.

Estaba acostada en la cama, en su habitación entraban rayos de sol que le daban en el rostro. Miraba hacia arriba fijamente, como si planeara algo, mientras se distraía jugando con sus dedos. Ni siquiera supe en qué momento se vistió con ropa de salir, lo cierto era quería irse de la casa.

—No, Rhea —me opuse, cruzándome de brazos—. El doctor dijo que debías quedarte al menos un día entero descansando.

Ella soltó una carcajada.

—El doctor se puede ir a la mierda.

Sus palabras salieron en ese tono egocéntrico que la caracterizaba. Lo peor de todo era que yo no podía controlar su rebeldía aunque quisiera, tampoco estaba Fyodor para ayudarme a evitar que se fuera. De hecho, su primo parecía evitarla a toda costa, porque algo pasó entre ellos y yo ni siquiera lo imaginaba.

—Juleth, estoy aburrida —se quejó como por quinta vez.

Yo estaba sentada en una silla, cerca de la ventana, observando como daba vueltas por toda la cama. Rhea se veía harta de estar allí, quería irse. En ese momento comprendí que para ella resultaba muy fácil aburrirse, porque estaba tan acostumbrada a andar por todas partes, que estar en su casa se convertía en un castigo.

En mi caso, eso era lo normal.

—Podemos ver una película —le propuse para animarla.

Rhea se volteó a verme con amargura.

—¡Que pereza! —Rodó sus ojos.

En serio que iba a rendirme, porque nada conseguía quitarle la idea de su cabeza.

—Oh...podemos ir a mi casa —sugerí, mostrándome algo nerviosa—. Mi mamá quiere conocerte...

Tuve que soltar el aire acumulado luego de pronunciar esas palabras, porque solo yo sabía todas las emociones que me causaban. El hecho de que mamá quisiera conocer a Rhea me ponía muy nerviosa, pero también me hacía muchísima ilusión. Rhea me miró como si no pudiera creérselo.

—¿¡Estás loca!?

Ella soltó una carcajada, como si yo hubiera dicho un chiste.

—¿Por qué? —le pregunté.

Poco a poco la sonrisa se me fue borrando del rostro.

—Porque es una estupidez —dijo obvia—. ¿Qué va a pensar tu mamá cuando me vea? Es obvio que no le va a agradar que ande contigo, mucho menos después de lo que pasó ayer.

NavajaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora