25 | Me gusta todo de ti.

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Si se trataba de tener malas ideas, Rhea podría ser merecedora de algún premio

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Si se trataba de tener malas ideas, Rhea podría ser merecedora de algún premio. Como aquella tarde en la que se le ocurrió escaparnos del colegio, la lluvia acabó por empaparnos en la mitad del camino y dejarnos como pollos mojados.

Como era común que en las últimas semanas del año escolar ya no hubiese nada que hacer, porque la materia estaba vista y los exámenes aprobados, cualquier otro plan era mucho mejor que quedarnos a andar por los pasillos del instituto. Según ella, debíamos aprovechar el hecho de haber aprobado nuestro último año de colegio.

Fue así como a la rubia se le ocurrió salir de compras. Aprovechó el tiempo libre para comprar su ropa de graduación y me pidió que la acompañara. Anduvimos por varias tiendas en el centro de la ciudad sin encontrar nada, hasta que ella vio el vestido perfecto y no hizo falta seguir buscando. Lo malo fue que dejó el auto estacionado muy lejos de donde nos encontrábamos, por lo que cuando íbamos de regreso nos alcanzó una fuerte lluvia y no tuvimos ninguna forma de cubrirnos.

Obviamente quedamos empapadas, al igual que su vestido para la graduación y los asientos del auto cuando logramos entrar. Rhea maldijo un par de veces en voz baja, porque su vestido estaba arruinado, pero yo traté de convencerla que con ponerlo a secar volvería a estar intacto.

Al menos, eso era lo que esperaba.

Mientras no quedara como un chicle, todo bien.

Aun así condujo molesta hacia su casa, sin apartar la vista de la carretera, como si estuviese de mal humor. Debía admitir que en las últimas semanas mejoró muchísimo su manera de conducir, ya casi lo dominaba por completo y no era un riesgo andar con ella.

Por mi parte, nunca pensé llegar a extrañar esa moto peligrosa. Incluso, me animaba a creer que yo la extrañaba mucho más que Rhea, porque ella ni siquiera lo pensó dos veces para cambiarla por el auto. Aún se me hacía increíble que ya no la tuviera, estaba llena de recuerdos pero se le hizo fácil deshacerse.

Tal vez la moto no significaba tanto para ella.

Llegamos a su casa media hora después de andar en auto, donde Fyodor nos recibió con una mueca de desaprobación al notar nuestro aspecto desarreglado, seguro que le dábamos vergüenza.

—¿Qué les pasó? —preguntó, dándonos una mirada de pies a cabeza.

Ambas temblábamos de frío, Fyodor intentaba no burlarse de nosotras tapándose la boca con una mano.

—¿Qué te importa? —Rhea le respondió tajante, apartándolo de la entrada con un empujón que casi lo deja en el suelo.

El chico la fulminó con su mirada, mientras yo me quedé esperando a que ella fuese por un paño. Fyodor se fue para la cocina en busca de alguna cerveza, parecía que pronto iba a salir de la casa porque vestía elegante y su fragancia masculina impregnaba en todo el interior.

—¿No quieren salir? —Fyodor le dio un sorbo a su cerveza—. Hay un evento en el club nocturno, puedo conseguirles entradas si es que quieren.

A mí su propuesta no se me hizo interesante, principalmente porque aún recordaba la mala experiencia en ese club y prefería nunca volver. Cuando Rhea estuvo de regreso rodó sus ojos, mirándole con amargura. Después me cedió un paño para envolverme.

NavajaWhere stories live. Discover now