11 | El escondite de los locos.

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En una tarde libre me encontraba en la gradería de la cancha deportiva del colegio, viendo un partido de fútbol del equipo de chicas, en donde Tatiana jugaba como la capitana y delantera

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En una tarde libre me encontraba en la gradería de la cancha deportiva del colegio, viendo un partido de fútbol del equipo de chicas, en donde Tatiana jugaba como la capitana y delantera. Gritábamos cada vez que anotaba un gol, aunque fuese un partido de mero entrenamiento. Melissa también se encontraba allí, pero ensayando con las porristas. Si algo tenían en común ambas chicas, era la forma en la que les gustaba liderar. Seguro por eso eran mejores amigas.

Holden estaba sentado a mi derecha, alterando su vista en la cancha y Liz a mi izquierda, quién ahora pasaba más tiempo con nosotros. Integrarla en nuestro pequeño grupo de amigos nos pareció bien, ella era agradable. En ese rato nos contó un poco sobre su vida, trabajaba con sus padres en una tienda de mascotas después de clases, en donde limpiaba las jaulas, cambiaba el agua de los animales, les proveía alimento, ordenaba algunos estantes y estaba pendiente de las ventas.

Desde el incidente con el café semanas atrás se volvió más cercana y pasábamos mucho rato juntas en el colegio. Incluso me ayudaba con algunas de las tareas que hacía a cambio de dinero, porque también le gustaban los apuntes bonitos. No entendía como no tenía amigos antes, si era muy divertida y hablantina, con cada gesto me causaba ternura porque parecía una niña pequeña, sobre todo por su tamaño. Lo que más me daba gracia era la forma en la que se le achicaban los ojos cuando se quitaba los lentes redondos.

—¿Qué estás leyendo, Liz? —Holden trató de acercarse al celular de ella para chismosear, incluso se cambió de lugar para sentarse a su lado.

—Un manga —respondió ella, entonces mi amigo arrugó sus cejas.

—¿Qué es eso? —quiso saber, mostrando interés.

Liz puso sus ojos en blanco, pero comenzó a explicarle con mucha paciencia que se trataba de un tipo de historietas. Holden parecía no entender ni la mitad de lo que decía, pero en verdad estaba interesado en saber más.

—Tiene dibujitos —expresó mi amigo, cada vez más interesado—. Pero no lo entiendo...

Pasaron mucho rato hablando de lo mismo, porque Holden aún no lograba comprender. Supe que a Liz le gustaba el anime y todo lo relacionado con eso, incluyendo a ese grupo de cantantes coreanos, ella también se encargó de pasarle a mi amigo algunas canciones.

Yo me quedé viendo el partido y de vez en cuando alternaba mi vista a ellos, pero estaban muy concentrados hablando. El tiempo pasó rápido y cuando la campana resonó por todo el lugar nos fuimos hacia la salida del colegio, atravesando los pasillos hasta llegar a la zona delantera. Holden caminaba junto a Liz mientras compartían auriculares para escuchar música juntos, yo iba detrás de ellos mirando con ternura como Liz se veía diminuta a la par de mí mejor amigo.

Antes de salir me encontré con una Rhea amargada, recostada a una pared mientras fumaba un cigarro, por lo que dejé a los chicos adelantarse para acercarme. Sonreí antes de hablar y ella elevó sus cejas, despreocupada.

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