Estrellas fugaces.

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—De acuerdo.

—Tomémonos de las manos y cerremos los ojos para luego despejar la mente y escuchar nuestras respiraciones, vamos.

Rafa duda unos segundos si la idea de su amigo logrará funcionar. Sin nada más que decir, él es el primero en cerrar los ojos y Fred me echa un vistazo para decirme que estará bien.

Así que yo también le sigo la corriente y sujeto sus manos. Fred comienza a decir unas palabras y reprimo una risa por lo gracioso que son, además la tensión que siento en la mano de Rafael, va desapareciendo. Cuando finaliza realizamos una última exhalación.

—¿Y bien? ¿Cómo te sientes ahora?

—Sin ganas de vomitar.

—¡Esa es una buena señal! —le digo y sus labios forman una perfecta curva cuando sonríe.

—Gracias chicos. Han hecho que me sienta mejor.

—Pues ya es hora, hermano, toma esa guitarra y a darle con todo —anima. Admiro en serio a Fred.

El público comienza a aplaudir de la emoción al instante que el telón vuelve abrirse y los reflectores apuntan hacia el micrófono. Al instante un profesor anuncia el siguiente número y Rafael me mira por última vez de manera ansiosa y levanto los pulgares en señal de que es su momento de brillar. Cuando pisa el escenario los demás estallan de la emoción y yo junto a Fred nos unimos a las porras seguido de aplausos.

Rafael se acomoda la guitarra sin despegar la mirada del público y se acerca al micrófono para adaptarlo a la altura de su boca. Se ve muy guapísimo esta noche con ese traje color purpura que ha elegido para esta noche, cualquier chico elegiría un traje negro, pero él no. Su cabellera oscura le cae como cascadas gracias a que se lo ha mantenido largo durante este tiempo. Me da un infarto de solo mirarlo. Al instante la guitarra comienza a escucharse en las bocinas y al parecer la tensión desaparece para él y se queda inmerso en su presentación, cuando comienza a cantar es imposible que el publico contenga su emoción y aplaude, sigo manteniendo los dedos cruzados durante el resto de la presentación.

Su canción transmite paz a todo aquel que la escucha, habla acerca de como una persona puede seguir adelante a pesar de los obstáculos que se puede encontrar uno en el camino, también habla sobre la familia y los amigos que están en cualquier momento apoyando.

Cuando termina me doy cuenta que se me han escapado unas cuantas lágrimas. Fred pasa un brazo encima de mis hombros diciéndome que todo está bien, al parecer él también no se contuvo porque se limpia rápidamente una lagrima que se le resbalaba por las mejillas. El vitoreo explota y puedo jurar que entre los gritos se encuentra Julie, Rafael hace una reverencia para luego abandonar el escenario con una sonrisa de oreja a oreja, han sido los tres minutos más hermosos.

Al instante formamos un abrazo grupal y chillamos de la alegría.

—Sentí que estaba flotando —comenta —no puedo decir nada más al respecto, siento que las piernas me tiemblan como gelatina, ¿cómo lo hice chicos?

—¡Eso ha sido lo mejor, hermano!, tanto que me has hecho llorar y ya me dieron ganas de darte un puñetazo por ser tu culpa —bromea y le da otro abrazo —los dejo ya, se supone que no debo estar tras bambalinas porque no participo en nada —se le escapa una risa avergonzado y se despide con un ademán.

Ambos nos quedamos contemplando la figura de Fred hasta que desaparece cuando cruza al otro lado de la puerta. A pesar de que Rafael lleva todavía consigo la guitarra en una mano, no puede evitar tomarme con la otra y ahuecar sus dedos entre los míos y me mira para luego entrelazarlas por completo.

Y del caos nacen las estrellas #1 ✔Where stories live. Discover now