Ni psicólogo ni mago.

2.3K 364 114
                                    

Ni psicólogo ni mago.

Ni psicólogo ni mago

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Me permito caminar en silencio durante todo el trayecto evitando que la paciencia de Lara se agote y tenga ganas de arrojarme al fiordo sin importar lo que sienta hacia a mí.

De vez en cuando la miro de reojo. Una sonrisa pequeña invade su rostro y se permite disfrutar del paisaje que hay frente a nosotros, mirándolo desde el ángulo donde me encuentro, se ve linda. No les voy a mentir, estoy bastante emocionado por ver la sorpresa que tiene, porque, me imagino que debe serlo.

Descarto la vaga idea de que es un secuestro planeado, porque Lara no tiene pinta de chica mafiosa, aunque su carácter astuto es digno de ser reconocido. Sin duda alguna ella será una gran maestra de la actuación y psicóloga. Quiero convencerme a mí mismo del porqué hace todo esto, no es que no me guste, sino que es todo lo contrario.

Me gusta pasar tiempo con ella porque no me incómoda hablar, puedo ser yo mismo sin titubear y sé que cualquiera de mis comentarios le sacaría una sonrisa y no un gesto de desagrado.

A decir verdad, estoy repitiendo el comentario que hizo Julie respecto a la situación. Mi hermana es una buena cómplice en todo esto, pero sabe que difícilmente lo admitiría en su presencia.

Lara rompe el silencio después de un rato y conversamos sobre temas tribales que implican como llegué desde un principio al equipo de futbol, de tan solo pensarlo, quiero que la tierra me trague por completo, ella logra notar la vergüenza que sobresale en mi interior y sonríe. Miro fijamente sus labios a pesar de que seguimos caminando y que por causa de mi distracción tal vez choque contra algo.

Me gustaría escribir una canción ahora mismo.

Lara me pilla y regreso la mirada a mi camino.

—Eres muy malo disimulando, ¿lo sabías?

—No me gusta disimular lo que ya es bastante obvio —me encojo de hombros y doblamos otra esquina. Cuando ella mencionó lo de invitarle a malteadas cada vez que me sintiera culpable por algo, no pude evitar ingeniármelas con otras posibilidades de pago.

¿Qué? ¡Tenía que intentarlo!

—Al parecer cada vez te vas desenvolviendo —canturrea —me encanta. No tienes miedo de decir lo que piensas.

—¿A sí? Porque por dentro una vocecita me pide que sea precavido.

—Nunca te guardes tus palabras, Rafa. Sobre todo, cuando yo en verdad quiero escucharlas, es solo una sugerencia, claro.

Su comentario es gratificante para mis oídos.

Llegamos a un punto de la ciudad donde podemos ver los botes pesqueros a las orillas de la bahía. Hileras de casas coloridas se abren paso cruzando la calle mostrando cada una su singularidad que las caracterizan, nos detenemos frente a una casa en específica, solo nos dividen de la entrada una pequeña rejilla de madera, le echo un vistazo a la fachada al instante que Lara se abre paso con dirección a la puerta.

Y del caos nacen las estrellas #1 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora