¡Estúpido niñero! (yaoi-gay)

Capítulo 4

   Sostenía mi vientre a la vez que pulsaba la cisterna, dejando que el retrete engullera lo que yo no fui capaz de retener, por primera vez veía necesario aplaudir un acto tan bravo, pero no tenía siquiera fuerzas para eso. Con miedo, arrastré mi mirada hacia la puerta, sin querer imaginar que podría encontrar una vez que estuviera al otro lado. No quería encontrarme a Xander, deseaba pasar la noche abrazado a mis piernas, escondido en el rincón más impecable de mi baño; huyendo de aquellos ojos que albergaban toda la maldad que consumía a aquel muchacho.

   Haciendo uso de la poca fuerza que quedaba en mi castigado y vacío cuerpo, deslicé mi mano para alcanzar el pomo de la puerta, el mismo que había visto hace minutos como me descomponía en agonía mientras abrazaba el inodoro; apoyándome en este para alzar mi tembloroso cuerpo. Parecía sacado de un documental; un cervatillo recién nacido tratando de dar sus primeros pasos tenía más movilidad y vitalidad que yo. Tras dar tan solo unos pasos temblorosos fuera del pequeño cubículo y desprenderme del pomo, una de mis piernas (realmente no importa cuál era de las cuatro que veía) tambaleó más de lo necesario y me hizo perder el equilibrio; es una suerte que mis reflejos quisieran defender por una vez a su propietario, colocando mis brazos extendidos para amortiguar la caída. Mis brazos también dudaron de acerca de que debían hacer y creyeron que lo más oportuno era dejarme descansar en medio del pasillo.

   Interrumpiendo mi llanto interno, Xander se puso en pie e hizo resonar sus avivados y estruendosos pasos hasta llegar a mi lado, colocándose de cuclillas frente a mí para mostrarme la pantalla de su móvil en la que aparecía la inmortalización de aquel castigo que había sufrido hace cerca de una hora. Era repulsivo, verme a mí mismo era no sólo humillante, era bochornoso; y si de otra forma no hubiera sido yo la persona de aquella foto, esos sentimientos no cambiarían, tan solo se incluiría un pensamiento similar a no querría estar en su lugar, pero ese no era el caso. Traté de alcanzar su móvil, pero ni siquiera hizo falta un movimiento veloz por su parte para retirar el móvil, ya que mis movimientos no eran realmente fluidos.

   —Se lo diré a mi madre —musité apretando los dientes, escondiendo mi rostro en parqué, apoyando mi frente sobre este tratando de impedir de ésta forma que no encontrara mis ojos ya que cristalizados y rebosantes de lágrima.

   —¡Qué miedo! —respondió de manera descarada inclinándose ligeramente para aproximarse a mí, pero quizá solo fuera para hacer un pequeño impulso y así volver a ponerse en pie. Como envidio esa movilidad ahora mismo.

   ¿Por qué yo? ¿Qué había hecho para merecer esto? Siempre había sido un buen chico, yo no quise problemas y tampoco creo merecerlos. Apoyando mis palmas en la pared más cercana, me ayudé a levantarme tambaleante, dando pequeños pasos sin distanciarme de la única que se dignaba a sostenerme. Una vez llegué frente a las escaleras, lancé un largo suspiro, consciente del suplicio que sería tener que subir eso y lo doloroso que sería si llegaba a caerme.

   —¿Necesitas ayuda, imbécil? —preguntó Xander, que había estado observando el espectáculo apoyado en el marco de la puerta, observándome con una lástima mal fingida, parecía divertirle ver los ridículos resultados de su castigo en mí.

   —No la tuya —rechacé su oferta extrañamente humilde, apartando mi mirada con el máximo desprecio para dirigirla hasta el lugar que pretendía alcanzar. Me aferré a la barandilla con la mano, pegándome a ella con el fin de impulsarme con las pocas fuerzas que me quedaban.

   Intenté subir las escaleras, sintiendo como mis fuerzas menguaban a una velocidad vertiginosa, ni siquiera pienso que fuera mi fuerza, mi visión y mis sentidos se esfumaron por segundos, consiguiendo de esta forma que, tras dar paso, mi pie no alcanzara el escalón dejando el peso de mi cuerpo caer en alguna dirección ¿Cuál? Quién sabe.