Capítulo 3

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   Mi ser completo estaba sumido en un pánico atroz que me aturdía cada vez que recordaba esa mirada mortal que me arrebataría la vida sí pudiera. Sólo rogaba por que el tiempo nunca pasase ni llegase la hora en la que mi madre me fuera a dejar a solas con mi futuro asesino.

   Pero por más que quisiera, eso no se iba a cumplir, las horas pasaban, y las manillas del reloj bailaban en círculos de manera paulatina y torturadora para mí; hasta que finalmente, sonó el timbre de la puerta, dando paso a lo que sería el peor día de mi vida.

   —¡Vaya, Alexander, qué temprano vienes hoy! —exclamó mi madre tras abrirle la puerta, dejando entrar a aquel demonio rubio que llevaba a la muerte con una correa que más tarde le quitaría para que se precipitara sobre mi.

   —¡No podía esperar! Ayer me lo pasé tan bien con Klaus que quería venir lo antes posible—explicó Xander con una sonrisa que engañaba a cualquiera, incluso yo pensé que realmente rogar clemencia serviría para algo.

   —¡Qué alegría! —le respondió mi madre sonriéndole mientras que subía la cremallera de su abrigo y envolviendo su cuello en una suave bufanda.

   Xander rápidamente rodeo mi cuello con su brazo sin dejarme escapatoria y finalmente depositar un beso en mi cabeza, mi madre lo debió considerar como un gesto de afecto o cariño, nada más lejos de la realidad, se asemejaba más al beso de un mafioso que te anunciaría tu precoz muerte.

   —Qué bien nos lo vamos a pasar —susurro en mi oído consiguiendo que el pánico consumiera mi rostro, a lo que mi madre me miro extrañada, pero no dudó en restarle peso al asuntó tras ver la brillante sonrisa de mi acompañante.

—Entonces os dejo solos ¡qué os divirtáis! —se despidió mi madre, parecía no haber visto mi rostro palidecer, ni siquiera se había molestado en leer en mis labios un "socorro" desesperado.

   Cuando mi madre cerró la puerta y al paso de unos segundos en los que de nuevo el silencio nos capturaba y me brindaba de mi último momento de paz, Xander se situó frente a mí y, con una sonrisa socarrona y burlesca en el rostro, colocó sus manos en ambos lados de sus caderas.

   —Por favor, no me hagas daño —supliqué mientras trataba de retroceder sin que él se percatara, deslizando la suela de mis zapatillas con lentitud hacia atrás.

   —No te preocupes —me trató de tranquilizar, mostrándome una sonrisa que solamente consiguió acelerar mi pulso y aumentar mi desconfianza—, sólo voy a tomar venganza—se justificó dando pasos lentos, pero tan fijos al suelo que ni un tornado lo alejaría de su objetivo.

   Corrí desesperado en dirección a mi cuarto, siendo inmediatamente seguido por Xander, que me pisaba los talones; una vez dentro y aparentemente seguro, intenté cerrar la puerta sin éxito, ya que el pie de Xander se situó entre el marco y la puerta, impidiéndomelo. Con una fuerza sobrehumana, al menos sí se trata de mí, logró abrir la puerta (a pesar de que yo estaba ejerciendo toda la fuerza que mi escuálido cuerpo podía retener) y entrar mientras seguía mostrándome esa sonrisa y mirada intimidadora.

   —¡Sólo fue una broma, ya te he dicho que lo siento muchísimo! —le expliqué histérico, haciendo un vano intento por no berrear de impotencia al no poder hacer nada por salvar mi miserable vida. Mis piernas temblaron y caí al suelo, observando desde un ángulo aún más aterrador a Xander, que daba silenciosos pasos sin desprender su mirada de mí; como acto reflejo y último recurso, gateé de espaldas hasta que ésta chocó contra la cama (ni siquiera mi propio hogar está de mi lado, estúpidos muebles), determinando de esta forma que había llegado el final de todo.

   —No vale que tires la piedra y escondas la mano —reprochó haciendo desaparecer su sonrisa para mostrar una expresión fría y rígida, colocándose frente a mí, de pie; y al quedar yo a la altura de sus piernas parecía la misma muerte que venía a recogerme.

¡Estúpido niñero! (yaoi-gay)Where stories live. Discover now