Día 33

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O T O Ñ O

¿Sabes por qué la historia del narciso y el girasol es tan triste?

Porque... tan solo miramos en perspectiva del narciso, pero nunca sabemos cómo piensa el pequeño girasol.

¿Le amará? ¿le rechazará?
¿Qué pensará cuando le mencionan al narciso?
Porque él siempre quiere saberlo, pero ella es siempre tan callada.
Los tulipanes son siempre ruidosos, elogiándolo, pero ella ¿qué?

¿Ni un poco de afecto?

Si fuera así, con una sola señal de amor hacia el narciso, sin pensarlo él rechazaría a todos los tulipanes para mirar únicamente hacia el girasol del centro. No desea nada más, no quiere amar a nadie más...
pero no lo sabe y probablemente, de manera muy triste jamás lo sepa.

Porque viene el otoño, donde las hojas secas caen, nutren el suelo y nueva vida vendrá hasta primavera.

Pero hasta ese entonces, el narciso no quiere esperar.
De hecho, anhela más que nada pasar invierno junto a ella, ambos resguardándose en un abrazo de pétalos.

Otoño, donde todo es ocre y sepia, donde vienen las primeras corrientes de aire frío.

Otoño, donde las flores son tímidas y bajan la mirada.
Otoño... donde el amor correspondido no se dice, pero sí se guarda.
Tal como las flores de esqueleto, así son los sentimientos, visibles en armonía pero ocultos en días tristes cuando llueve.

Debería ser al revés, ¿por qué ocultar el amor que uno tiene dentro?

~*~

Día 32.

Perspectiva de un narciso.

Los sentimientos son inefables, es decir, no hay palabras para describirlos. Son extensos, difusos... agudos y abrumadores. Y el cerebro lo es aún más, pues tiene la capacidad de protegernos o dañarnos. Pensamos demasiadas cosas y a la vez no. Vivimos el presente, pero todavía hay esencia de nuestro pasado, aunque es necesario, si no fuera por eso no seríamos quienes somos ahora. Sin embargo, puede torturarte con miles de pensamientos, pero al mismo tiempo, cuando algo le causa demasiado dolor... como recibir un shock de un suceso catastrófico, es capaz de simplemente cerrar los ojos por un instante y reiniciar todo.

Te rehúsas a creerlo, así que lo borras por completo como si nada hubiese sucedido. Es muy difícil posponer el dolor que afrontarlo, sin embargo, a la larga eso resulta ser más dañino. Los sentimientos son solo una bomba de tiempo que tarde o temprano detonará, buenos o malos, eso no depende totalmente de nosotros. Son reacciones, tan simples como eso. Es por eso que son inefables... maravillosos, complejos y en ocasiones... melancólicos.

Pensé en ello muchas veces...

La primera vez que te vi, por ejemplo... estabas sentada bajo un árbol frondoso, la sombra te cubría y tu cabello se sacudía sutilmente. Esa imagen tuya quedó grabada no solo en mi mente, sino también en mi corazón.
La primera vez que dijiste mi nombre... pensé que no habría nada igual. O la primera vez que te escuché reír, era dulce... cálido, pero a su vez, triste. Por la expresión de tus ojos, por la manera en la que me mirabas, sabía que mentías.

Y cuando tomaste por primera vez, recuerdo muy bien lo que dijiste cuando caminábamos hacia el coche después de cenar. Dijiste de manera muy tierna...

"Oye, ¿puedo contarte un secreto?"
Te dije que sí, y respondiste; "me gusta alguien... me gusta muchísimo. Cuando me mira, siento como si caminara sobre nubes esponjosas... cuando sonríe, es como si mi corazón fuera atravesado por cientos y cientos de agujas. Me gusta mucho, me gustan sus expresiones, sus palabras... es cálido. Me siento agria por dentro, pero cuando él roza sus dedos con los míos... extrañamente, me siento dulce."

A decir verdad, cuando te oí decir eso sentí que mi corazón se rompía, de manera lenta e irreparable, así que solo sonreí. De pronto, te soltaste a llorar, lloraste mucho, como nunca antes te había visto.

"Me duele quererlo... me duele mucho..."

Y permanecí callado, escuchando tus sollozos. Limpié tus lágrimas de una en una, pero bajaste la mirada.

"No hagas eso, lo haces difícil" dijiste.

"¿De qué hablas?"

Inspiraste profundo y después me miraste a los ojos.

"Me duele mucho... mucho... me duele mucho quererte. Detén mi agonía, te lo suplico."

En ese instante, mi corazón revoloteó como cientos de mariposas.

"No sabes lo que dices" dije nervioso. "Quizá estás confundiéndome con el chico que te gusta"

Y negaste diciendo.

"Tus ojos nunca podría confundirlos..."

Guardé silencio por un momento y después de observarte, susurré.

"Te quiero... yo te quiero..."

"No..." sonreíste. "Mi corazón es pequeño, pero grande por ti"

"No es verdad" reí, abrazándote

"Podría olvidarte si quisiera, quizá así... ya no me dolerías"

"¿De verdad quieres olvidarme?"

"No..."

"Bridget, yo nunca podría olvidarte"

Bromeamos en el camino, me decías entre risas "Soy inolvidable, ¡Claro que lo soy! Aquí entre nos, no podrías querer a nadie más que yo". Puede que lo dijeras de broma, pero estabas en lo cierto... en el prado de girasoles pude confirmarlo al ver tu silueta en medio de todos ellos. Había tantos, pero ninguno como tú. No había comparación alguna.

Tú ganas Bridget, no quiero a nadie como a ti.

No comprendo porque después dijiste que querías a alguien más, porque tan pronto me botaste y heriste mi corazón cuando lo tenías en tus manos. Estar con Jolie fue despecho, fui inmaduro como de costumbre. La terminé antes de lo que hubiera imaginado, no creí que eso repercutiría en ti, cuando Denisse actuó en venganza.

Tenías tantos secretos ocultos Bridget, los llantos, las miradas vacías, sabía que guardabas algo, pero nunca le di la importancia que debía darle. Y esa es una de las culpas que cargué conmigo por toda la vida. El día de tu cumpleaños tenía decidido remendar las cosas, ese día... yo planeaba confesarme, pero también... ese mismo día discutí con mi hermana.

"¡No me volverás a ver!" fue lo que grité antes de cerrar la puerta de golpe. Cielos, ¿Quién diría que las palabras tienen tanto peso? Incluso ahora, cuando ya no estoy. Y de testigo solo permanece Cassie, aguardando el fin de una condena.

Bridget, todo el tiempo te mantuviste refugiada en tu dolor, pero nunca escuchaste mis palabras.

"Te quiero, ¿no lo ves?" "Estoy aquí, confía en mí" escúchame, escúchame por favor... escúchame ahora. "Te amo, te amo, por favor... ven a mí".

Creí haberte salvado, pero el acelerador no dijo lo mismo. Te alcancé, pude alcanzarte... quizá mis sentimientos nunca lo hicieron, pero al menos... con mi último aliento pude salvarte. Lo hice, viendo mi vida pasar ante mis ojos. Pensé en ese momento... "Oh... ¿Es esto la muerte?

Olvidé disculparme Cassie... olvidé ser menos egoísta, olvidé todo, menos las primeras cosas que viví contigo. Todo eso era simplemente... inefable, y lo seguirá siendo hasta la eternidad."

Conservé dentro de mí las tres reglas concedidas por los cielos.

La primera. No le dirás que has muerto, si lo haces, automáticamente regresarás a los cielos y ella te olvidará.
La segunda. Estás ahí para solucionar lo que en vida no pudiste, no para prolongar una relación que culminará en 35 días.
La tercera. No la besarás, si lo haces, desaparecerás.

Y como prueba de que cumplirás, dos ángeles guardianes te acompañarán.

Parece todo tan sencillo, términos simples a los que accedes apenas te dan la opción de hacerlo... y es fácil en un principio...

Hasta que te toca encarar a quien amas.

35 días contigoWhere stories live. Discover now