Día 13

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—Dios reúne a los que se aman... —musité para mí misma

Mientras más miraba el techo, más notaba pequeñas siluetas formarse gracias al grabado de las texturas. Solía pensar demasiado al anochecer, ¿qué era lo que hacía antes de la amnesia? ¿Qué disfrutaba hacer o qué me gustaba ver? Quizá era una aficionada a la música, a las novelas... o algo por el estilo. Aún seguía acoplándome a la vida que tenía, aunque muchos de los rostros que veía no los recordaba, tenía la certeza de que formaban parte importante de mi vida. De algún modo, sus papeles debieron ser importantes para mi crecimiento. Según mi tía, Elliot era un amigo cercano suyo al igual que su mujer... y solían consentirme con flores o dejarme estar en su jardín a tardes horas de la noche. Me dijo que tenían una nieta de mi edad y que dicha solía ser cercana a mí. Me resultó algo frustrante no tener ningún indicio de recuerdo cuando me mencionó su nombre, una tal "Annette". Probablemente, algún día Elliot o Eliza me la presentarán.

La única razón por la que no podía dormir o me mantenía pensativa, era porque acostumbraba a soñar con ciertos eventos. A veces escuchaba discusiones fuertes en mi cabeza, dos siluetas gigantescas se abalanzaban la una sobre la otra, hasta que al final una se marchaba y la otra se quedaba ahí, sentada y llorando con fuerza. Rogando porque la otra silueta volviera a sus manos. Y en otras ocasiones solía escuchar el constante ruido de la lluvia dar contra el asfalto, era extraño... pero sentía la sensación de dolor en mi cuerpo, como si algo me magullara con fuerza.

Despertaba entre jadeos y con mucho sudor frío en mi frente. De ese sueño no solo podía recordar la sensación grotesca de mis huesos quebrantarse, sino también dos autos, luces y un deslave. Por un momento... sentí que ese panorama era familiar. Un recuerdo estancado en ambos hemisferios de mi cerebro, pero por alguna razón parecía que esa memoria se suprimía con fuerza, como si nunca quisiera ser descubierta.

—¿Por qué? ¿Era un mal recuerdo? No lo entiendo...

Suspiré y cerré los ojos.

"Sé que no le importa.

Pero realmente espero que algún día... solo algún día...

Logre sacar el monstruo qué hay dentro de mí.

Sin más que decirle, espero que tenga un buen día... señorita."

Un golpe en mi ventana me hizo abrir los ojos. Sentí un cosquilleo en mi espina dorsal, no era la primera vez que mi mente hacía mención de un "monstruo" a veces mientras cocinaba solía escuchar esa palabra, o cuando me distraía volvía a resonar con fuerza, pero se anexaba la palabra "culpa" ¿Y cuál era la razón de aquello? Me preguntaba todo el tiempo.

Me levanté de la cama y volví a escuchar el golpeteo de mi ventana un par de veces más. Para cuando deslicé la cortina, casi caigo de espaldas. Yacía de cuclillas Yadiel, con una enorme sonrisa traviesa en su rostro y agitaba su mano de un lado a otro.

—Hey-yo...

—¿¡Pero qué haces aquí!?

Puso la mano a un lado de su oreja y negó. Deslicé la ventana y le miré ceñuda.

—¿¡Qué qué haces aquí!? —musité. —si mi tía te ve, va a-

—Pf, parece que olvidas que de vez en cuando hacía esto para verte —dice burlón. —siempre caía de sentón, pero valía la pena. Ahora con más razón tengo que hacerlo, ¿Me dejarías entrar? No quiero caer a estas alturas

—¡Tú! ¡Ah! —me di un golpe en la frente y resoplé. —pues bien, solo porque no quiero que llames la atención de los vecinos

Él sonrió y estiró sus piernas hacia adentro. Pegó un brinco pequeño y cerré la ventana, mirando de un lado a otro.

35 días contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora