Día 2

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«Una persona sólo muere cuándo la olvidan. Mientras me recuerdes yo siempre viviré aquí.»

Una parte de mí está muerta, o al menos eso siento. Acaricio la página con mis dedos al tiempo que mis ojos se cristalizan, ¿Quién soy? ¿Por qué?

«Solo muere cuando la olvidan»

¿Y qué sucede conmigo? Si recién descubrí mi apariencia, pero de nada sirve. No tengo memorias, sueños o propósitos ¿Y por qué lo sé? Las series que he visto en la televisión, cada programa e incluso comerciales tienen un elemento en común... un propósito. Algo que evidentemente yo no tengo.

Deslicé mi mirada horizontalmente por toda la habitación. Es algo melancólico mirarla por las noches, siempre es tan oscura, es incluso agobiante que no pueda ver más allá de solo máquinas metálicas, mangueras conectadas en mis venas y bolsas de líquidos junto a mi costado. Trago la saliva amarga con pesar, el sonido es casi nulo fuera de mi habitación. Si miro únicamente por fuera de la ventana me encuentro con luces multicolores y esa bella torre Eiffel cubierta de música elegante e incluso espontánea.

Suspiro con pesadez, esto es cada vez más amargo. Intento mil veces no mirar mi brazo pero nunca lo consigo y siempre termino acariciando la frase escrita en él.

«No me arrepiento de nada.»

Pero, ¿qué es ese nada?

No recuerdo a nadie, ni siquiera puedo reconocerme a mí misma y eso me hace sentir vacía. Desearía recuperar mis memorias, saber ¿qué hago aquí? ¿por qué estoy postrada en esta cama? Dios, incluso sin reconocer a la mujer que se ha encargado de cuidar de mí desde que desperté, me duele su dolor. Ella siempre viene a animarme, a contarme algunas cosas e incluso sobre mis padres de los cuales desconozco.

Solo sé, en pocas palabras... que realmente nunca fuimos una familia. Mi padre abandonó a mi madre y ella sucumbió al suicidio, dejándome desde muy pequeña al cuidado de mi tía, la cual nunca ideó tener una familia pero siempre lo dio todo por mí, porque me quería. Algo en mi pecho se removió cuando aquella mujer lloró al no ver ningún cambio de expresión en mi rostro cuando me contó esa anécdota, pero ¿qué debía hacer si no lo recuerdo? ¿era necesario mostrar empatía simplemente por cortesía?

Quizá, por amabilidad debería de mostrarme un poco afectuosa, pero no me hago a la idea de que pueda cumplirlo. Simplemente, la veo llorar y me siento impotente por no poder canalizar su llanto. Hay veces en las que el doctor tiene que llevársela porque no puede sostenerse sobre sí misma y termina colapsando, gritando una y otra vez:

"¡Por favor, quiero de vuelta a mi niña! ¡Por favor!"

Reza incontables veces cuando se hinca al costado de mi cama. La escucho llorar, pero solo pretendo estar dormida, reprochándome una y otra vez el porqué de mi amnesia. Divago en pequeñas chispas de recuerdos, me sofoco con llantos reprimidos en mi pecho, pero el resultado es siempre el mismo... no hay nada. Ni un nombre, ni un rostro, ni un sitio...

Sin embargo, mi único conforte podrían ser mis propios sueños cuando duermo, pues solo ahí puedo ver con claridad ciertas imágenes.

Repetidas veces me he soñado en un sitio. Solo estoy sentada a la orilla de un puro y cristalino lago, observando el cielo sobre mi cabeza que no posee ni una masa de estrellas. Ni un velo, ni un canto... solo un vacío, áspero y lamentable, consumiéndome sin lastimarme. Cada que cierro los ojos, ese panorama se abre. Sé que mi rostro está en el lago, hago círculos amorfos con los dedos de mis pies... pero, al acercarme para intentar hallarme no hay nada. Mi reflejo se distorsiona y el panorama a mi alrededor cae, convirtiéndose en cristales rotos.

35 días contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora