Día 24

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P R I M A V E R A

A la orilla del río, cerca del pasto frondoso y bajo la luz de primavera hay un narciso que recién ha florecido. En cuanto sintió el aire atravesar cada parte de sus hojas, en cuanto sintió el cálido aliento de un sol dar a sus pétalos...

En ese momento, sonrió.

¿Cómo podría? Extendiendo lo más que pudo sus hojas y dejándose llevar por el vaivén del viento. El prado era bellísimo, lleno de todas las flores que pudieras imaginar. Cada una más hermosa que otra, cada una más colorida y vívida que otra. Ciertamente eran preciosas, pero nada como el narciso, nada podía igualarlo y eso lo engrandecía más.

No hace más que moverse al ritmo del viento. Sabe bien que estando él solo significa desgracia, pero a un lado de sus compañeros él significará alegría y felicidad.

Se pregunta a sí mismo, ¿Por qué todo aquí es tan solitario? Hay un río frente a mí y con él yace mi reflejo. Mira sus pétalos y se maravilla, pero no intenta alcanzarse. Pasan los días, las estaciones y cada vez que el tiempo vuela, ve que los animales, los árboles e incluso las abejas encuentran a su alguien especial.

"Yo quiero hallar el mío", se dice a sí mismo, pero al ver a las otras flores no hay ni una que capture su atención, ni siquiera la más bella y carmesí rosa de entre todo el jardín.

Pasan los días y cada vez se entristece más. "Creo que solo soy yo y mi reflejo, ¿No es así?" Se murmura a sí mismo, más no pierde la esperanza. Justo cuando cree que es mejor marchitarse y dejarse ir como lo haría la naturaleza muerta, se percata que al otro lado del río, entre un montón de tulipanes coloridos, se haya una flor distinta entre todas ellas que cautivó su atención...

Solo una.

La única entre el montón.

Era un bello y cálido girasol.

Es vívido, es lindo, enérgico y cautivador.

Extrañamente, el solo verla hizo que el pequeño narciso quedara impresionado ante tal maravilla. Cautivado, motivado, e incluso curioso ante tal belleza, era inusual ver uno entre los tulipanes, y quizá había sido eso.

Quizá la rareza de aquella flor y en cómo ésta había surgido en ese prado, fue lo que lo hizo cautivarse.

Y las únicas preguntas que pudo hacerse el pequeño narciso fueron...

¿Por qué habría de florecer ese bello girasol entre tulipanes? Justo ahora, en primavera.

¿Por qué habría de llamarme la atención? Justo ahora, en primavera.

No lo sé, se dice que en primavera es cuando el amor surge, renace o fluye a través de las cosas. Quizá es eso, quizá es porque es primavera.

El escrito de Yadiel no solo trajo a mí sensaciones burdas, sino también el deseo por cumplir mi promesa. Me había decidido desde ayer en la noche que iría en busca de Cassie y que esta vez haría que me escuchara. Así me arrojara treinta floreros yo debía hacerle entender muchas cosas respecto a Yadiel. Mi tía no buscó oponerse, puesto que tenía la idea de que ella no había sido hostil conmigo y que las cosas entre ambas estaban menos tensas, pero era mentira. Agradecí la mentira piadosa que le había brindado días anteriores, de no ser por ella seguramente no me habría dejado venir sola.

Estaba de nuevo en la entrada de su casa, con las manos temblorosas. Inspiré con fuerza y retuve toda mi valentía en los puños, una vez que tocara no habría vuelta atrás. Esperaba que me recibiera con todo, especialmente porque ahora Chloe no estaba para protegerme. Toqué una vez y nadie respondió. No escuché pisadas y tampoco vi movimiento en las cortinas. De nuevo golpeé, esperando una respuesta, pero nada.

35 días contigoWhere stories live. Discover now