Joder al estilo Coppola

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Joder a Lena Sheathes al estilo de Adirael Coppola



Maldijo en voz alta mientras caminaba a tropiezos. Sabía que no debería dejarle ese tipo de responsabilidades al idiota de Merihim... Con que se hubiese quedado con aquél idiota gordo, sin meter sus narices, todo hubiese ido perfecto. Pero no. Andaba por ahí dándose lo de conocedor y chulo mientras era todo lo contrario.

Pero se lo iba a cobrar, y muy caro.

Cruzando por los arbustos, tratando con su mayor esfuerzo de no chocarse con los estúpidos aurores que custodiaban los terrenos, entró por un sendero poco agradable. Todo por hacer su maniobra. Nada grave, la molestaría un poco, orillarla a uno que otro limite.

El mayor de los Coppola era fiel testigo de que nadie soportaba tanto tiempo solo, tanto tiempo sin nadie. Si Elena estaba vulnerable, debían aprovechar la ocasión. Porque la otra parte del plan –dirigida por él, claro- iba de maravilla.

Un movimiento de varita y su atuendo se transformó en la pulcra túnica que caracterizaba a los guardias enviados por el Ministerio. Nadie desconfiaría de él amenos que tuviese que ingresar a ese inmenso castillo medieval a buscar a la chica.

Confiaba en que no le llevaría mucho tiempo encontrarla, así que se dirigió hasta un túmulo de estudiantes que causaban alboroto. Pff. ¿A dónde se dirigían? Nada más ni nada menos que a su templo: el estadio de Quidditch. Esos ingleses solían ser poco selectivos con los deportes que practicaban, en su opinión, el Grimhe tenía más clase. Nadie le había ganado. Nunca.

Se quedó a varios metros y observó a los estudiantes que volaban en sus escobas y hablaban desde los aires con la gente de las gradas. Estudiantes con uniformes rojos y verdes se situaban en lo largo del campo, pero no había gran público, por lo que dedujo que solo se trataba de un simple entrenamiento.

Solo tienes que detonar la bomba, ella hará el resto, se dijo en cuanto la ubicó, colina abajo, aproximándose al lugar. Llevaba la capa torcida y el cabello más alborotado de lo normal. Y eso sin contar el sonrojo que tenía en sus mejillas.

Adirael sonrió de lado y chasqueó la lengua antes de negar divertido, con esa sonrisa que solo entendían sus hermanos, porque presagiaba los peores males que su más retorcida mente podía codificar.

El petricor en el ambiente no hizo más que incrementar ese crudo humor negro y, con la varita en alto, manoteó uno de los símbolos más escalofriantes que podían hallarse en un Grimorio oscuro. Oh sí.

El cielo se oscureció de poco en poco, gradualmente, para no levantar sospechas, aunque aseguraba que eran tan idiotas como para pasarlo por alto. El viento se arremolinó a manera de filosas y potentes cuchillas: todas y cada una dirigidas a nada más ni nada menos que la aprendiz de la magia.

La pelirroja sonreía mientras se aproximaba al resto de la audiencia, específicamente a una chica que poseía uniforme verde y se le hacía bien parecida... estaba seguro que la ubicaba de algún lado. Si.

¡Oh! Era la niña bastarda. Cómo no iba a acordarse, su estúpida familia tratando de esconder ese más grande secreto, aunque no tan guardado, pues como siempre, los Coppola habían terminado por enterarse. Ellos estaban en todo. Por algo el viejo gordo los tenía de su lado. A él y a otros más.

¡Mierda! El viejo gordo la necesitaba con vida para atraer al idiota de Keldysh.

Tratando de desviar su magia, ya no debería impactar a Lena, o de paso se llevaría a esa mocosa de Nott. En otra ocasión eso le importaría poco, pero él no estropeaba las misiones de otros, menos la de su hermano gemelo.

Aprendiz de los doce magos | [Harry Potter Fanfiction]Where stories live. Discover now