IX. La magia lo es todo

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IX. La magia lo es todo

Hogwarts, una escuela de magia que albergaba adolescentes en pleno desarrollo. Si te sientas a meditarlo por más de un segundo, éste sin duda alguna no era el lugar más puro que podría existir en Inglaterra. Porque, aunque los corredores principales estaban bien vigilados por los profesores y los prefectos, existían muuuuchos pasadizos que muy pocas personas conocían.

Un ejemplo era aquél túnel que empezaba en una vieja tabla de madera mal atornillada en el piso del salón de transformaciones, que conducía por un tobogán hasta la entrada de la sala común de los tejones.

Y justo ese mismo pasadizo estaba usando James Sirius Potter para escapar de nada más y nada menos que Elizabet, mejor conocida como Lena, Sheathes. –Aun sin importarle haber empujado a Ryan MacDougal, un compañero de casa al cual nadie le dirigía la palabra-.

Luego de que James utilizara feromonas mágicas para apaciguar el carácter de la chica Sheathes desde aquél encuentro, a la joven bruja no lo quedó remedio más que dejarse llevar. Tampoco era como si pudiese poner mucha resistencia, pues algo interno en ella ajeno a su conciencia era lo que en realidad respondía a la poción.

Lo que James Potter no se esperaba era que los efectos de dichas feromonas durarían muy poco en Elizabet Sheathes. Esto era porque su magia, la magia que poseía como aprendiz de la misma, la hacía sanar. Rápido. Más de lo normal.

—Ese idiota no saldrá de esta tan fácil —masculló la pelirroja mientras corría hecha una furia hacia el lugar donde James se encontraba.

Y a Lena por supuesto que le llegó a la perfección recordar todos los hechizos que había aprendido gracias a aquél libro.

De su varita salía un fino y delicado hilo semitransparente, el cual la conduciría hasta donde James estuviese. Lo malo de este hechizo era que podía usarse solo si el portador de la magia formaba o formaría un fuerte vinculo con su destinatario.

Y eso, sin duda alguna le molestaba a Lena. El hechizo funcionó y eso significaba que ella y James, tal vez no ahora pero sí pronto, formarían un buen vínculo. Y aghhhhh ¿por qué la gente no podía elegir con quien formar vínculos?

Con una ligera gota de sudo deslizándose por su nuca, dio un salto de cuatro escalones y trastabillando, maniobró sus piernas para no caer.

La furia y sobre todo, la vergüenza, la dominaban y era algo malo. Muy malo. Su magia aun no estaba totalmente controlada y con arranques tan repentinos y, por qué no, estúpidos, no hacían más que retroceder todo el progreso que había alcanzado con Dumbledore.

Pero ese chico tenía el odio bien merecido, la había humillado al someterla con... con algo. Ella no sabía con exactitud qué y dónde había conseguido esa cosa del demonio que le había adormecido su sentido racional, pero de una u otra forma haría que se deshiciese de ello.

Un corredor más, dos corredores. Casi podía sentir la gloria entre sus dedos de poder alcanzarlo, pues el hilo que desprendía su varita poco a poco se volvía más traslucido. Agradecida con su madre por haberla impulsado a inscribirse a carreras de atletismo, por fin pudo distinguir la silueta de James Sirius Potter del otro lado del corredor.

Como polos opuestos y a la vez similares, ambas vibras chocaron y ninguno de los dos pudo seguir moviéndose. A su alrededor, la magia volaba cual pluma arremolinándose en los chicos y dejando ver segmentos de sí mismos.

Era un tipo de magia antigua que solo se accionaba cuando las personas corrían el riesgo de no formar parte de la otra... como si las personas se borraran de la vida de otras personas importantes para ellos. Y sin duda, eso cambiaria mucho el futuro, vida y destino de aquellos involucrados.

Aprendiz de los doce magos | [Harry Potter Fanfiction]Where stories live. Discover now