XXII. Padres y algo de la familia Coppola

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XXII. Imperfección de los padres y algo de información sobre la familia Coppola


—Dime, por el amor a Salazar, que no causaste problemas. —Fue lo primero que Russell Sheathes dijo al ver a su sobrina.

Ella, desde el banquito de madera en la esquina de la cocina, sonrió mostrando los dientes. Acción que la habría librado de muchas reprimendas, sino fuera porque Russell tenía una amplia experiencia con esa carita de aparente inocencia.

—Me dijeron que no recurriera a las mentiras.

Porque por supuesto que Ginny Potter no iba a deja a la muchacha en la calle, luego de aquel suceso traumático y peligroso. No. Pero tampoco dejaría que ella y su hijo, James, se estuviesen matando bajo su techo. Así que había dejado a Lena sentada en la esquina de la cocina, mientras su hijo se encontraba en otra silla idéntica pero en el salón.

Cabe destacar que había sido castigado tras escuchar la advertencia que el vociferador les había dado por parte del Ministerio de Magia.

—¡Merlín! —gruñó mientras se quitó la capa y la lanzó a la silla más próxima—. Levántate de ahí, hija.

La pelirroja se puso de pie de un salto y salió de la cocina, pisándole los talones a su tío. Cuando entró al salón, se dio cuenta que James Sirius ya no estaba; en los sillones se encontraba Harry Potter, su tío Elías, su primo Math y dos hombres más que la chica no reconoció.

Cuando todos la miraron, Lena se dio cuenta que se metió en un buen lío. Más que nada, lo intuye por el jalón que Mathias le dio, aproximándola a la chimenea. No le dio tiempo de decir nada, pues en voz alta avisó su destino.

—Vamos a mi departamento —anunció soltando un puño de polvos flu.

A través de la magia y aquellas conexiones entre lo físico y lo subatómico, llegaron a un punto lejano en el centro de Londres. Lena miró todo a su alrededor y siguió con la mirada a su primo, el cual se sentó en un sofá individual.

—¿Qué pasará con la abuela? —interrogó Lena.

A su vez, sonó otro chasquido en la chimenea, anunciando una nueva llegada por parte de Aleksander Storm. El chico caminó hasta la pelirroja y la incitó a tomar asiento tras intercambiar una mirada significativa con el castaño.

—Mañana por la mañana la llevarán a un centro de sanación en Irlanda. —De entre sus bolsillos, el mayor de los Sheathes sacó un puro y lo encendió con el chasquido de su varita—. No es la misma.

Y tras musitar las palabras, el arrepentimiento lo hizo sentir peor. Quería fingir que no sucedió nada, porque Lena puso esos ojitos de cachorro, como siempre, ocultándolos con mechones descuidados de su cabello.

—Hubiese querido estar aquí.

—Lo sabemos. —Aleks, desde el respaldo de uno de los sillones de cuero la miró. No había una chispa de lastima, habló con firmeza más bien—. Pero las cosas sucedieron de otra forma.

—Storm tiene razón, Lena. Lo que pasó, tenía que pasar por mucho que nos duela.

—¿Y cómo está el resto? —inquirió Lena, aferrándose al tema.

Mathias Sheathes suspiró a la par que desabotonó los primeros botones de su camisa.

—Lo afrontan a su modo... Sabíamos que el abuelo poco a poco se enfermaba, pero nunca esperamos que sucediera algo así. —De la mesa de noche, sirvió en un vaso lo que parecía vino—. Nos tomó muy de sorpresa que hubiese una recaída tan esporádica. Hace menos de un mes todo iba bien.

Aprendiz de los doce magos | [Harry Potter Fanfiction]Where stories live. Discover now