XX. Aprendices de la magia

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XX. Aprendices de la magia

Soltó un exasperado bufido mientras recorría el amplio Callejón Diagon, en plena madrugada, para llegar a su punto de encuentro.

Recordó que esa mañana se sentía de pésimo humor. Una lechuza gris picoteó el vidrio de su ventana sin cansarse, eran las cinco de la mañana, el cielo seguía oscuro y hacia un frio del demonio. Pero el animal no se daba por vencido.

Lena recibió la carta y la desdobló, porque si se había levantado por ese maldito ruido, debía leer a quién maldecir por la mañana, cuando acabara con su sueño.



Mañana, a las 3:00 ante meridiam, nos vemos en la entrada del Callejón Knockturn. No tienes permitido rehusarte.

Lleva ropa cómoda y prepara tu equipaje. No hay fecha fija para tu regreso.



Sentada en su cama, echó la cabeza para atrás y maldijo el tiempo suficiente hasta que logró quedarse dormida. Lo cual fue bastante tarde, debo aclarar.

Horas más tarde, antes de irse a la cena, dejó ya preparado, entre los maravillosos rosales de su abuela, un pequeño bolso con sus pertenencias necesarias. Además, tuvo que realizar una carta para su tío. Por supuesto que no se atrevería a desaparecer sin más. No podía hacerles eso.



Lo siento.

Sé que prometí muchas cosas, como el no salir de casa sin acompañante. Pero hay asuntos en los que no puedo inmiscuirlos, sería idiota de mi parte especificarlos aquí, usted sabe de qué hablo.

También lamento irme sin decirle a nadie, de otro modo, hubiesen insistido de venir y yo no dejaría que tomaran ese riesgo solo por mí.

No sé cuando me permitan regresar, espero sea solo una visita rápida. De no ser así, les escribiré para avisarles.

Hasta entonces.



Era pésima para las despedidas. Si. Pero no había de otra. Lena había nacido para hablar con nada más que la verdad, pura y cruda. Ella no servía para endulzar las palabras.

Un atributo que su acompañante, en el siniestro y maloliente Callejón Knockturn, conocería. Porque a unos pasos de adentrarse por completo al lugar, un hombre salió de entre las sombras, deteniéndole el paso.

—¿Eres Elena? —inquirió.

La pelirroja lo miró de los pies a la cabeza, hundiendo el entrecejo. Era tan alto como los hombres en su familia, llevaba una túnica gruesa y oscura, junto con una capucha que alcanzaba a cubrirle el rostro.

De un rápido movimiento, la chica iluminó el rostro de su acompañante con la varita. Ojos avellanas, cejas pobladas y negras, todo ello haciendo un buen conjunto con esa barba recortada, danzando entre el rojizo y el castaño.

—¿Nick?

—El mismo. —Miró de un lado a otro, a pesar de que eran los únicos magos en ese lugar a las tres de la madrugada—. Nos esperan ya, linda. Sujétate.

Ofreciéndole su brazo izquierdo, la obligó a apagar la luz en su varita antes de desaparecerse.

No confiaba del todo en el hombre aunque solo ciertas personas la llamaban Elena. Se soltó con cautela y miró a su alrededor, prestando especial interés ante aquél paraíso mágico frente a ella. Pequeñas criatura van de un lado a otro, caminando, volando, arrastrándose... de tamaños, formas y texturas diferentes. Algunos chillan, otros mugen, cacarean e incluso hay quienes hablan.

Aprendiz de los doce magos | [Harry Potter Fanfiction]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora