XIX. Iggy Harlow y sorpresas de navidad

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XIX. Iggy Harlow, el chico que nadie quiere, y sorpresas pre-navidad


Huyendo como si su vida solo dependiera de eso, corrió más y más cual gacela. Todavía no procesaba el hecho de que iría a verlo. Era un buen chico, aceptable. No entendía porque el resto se negaba a aprobar la bonita amistad que tenían.

Había despedido a Brenda en el parque. Trató de buscar a su primo. No lo encontró y tras esperar dos minutos en una banca, presa de sus ideas repentinas y no meditadas, corrió a todo lo que sus piernas podían. Sonrió de oreja a oreja y rio luego de brincar el escalón de la acera.

¡Sentía tan jodidamente bien volver a ser libre!

En su interior tenía un regocijo inigualable, pues las calles, los establecimientos y el ambiente eran tan familiares para ella. Ya no estaba ante desconocidos y apariencias. Ya no tenía que adaptarse a algo en lo que los demás lo veían cotidiano. Fue así como, siendo guiada por la emoción de Brenda, de la libertad, o de lo que sea, se dirigió a un barrio alejándose de su casa de hecho, iba en sentido contrario.

Se detuvo en el número 16 de Community drive, abrió la verja de metal y corrió subiendo de un salto los escalones que guiaban a la entrada. Tocó el timbre dos veces largas y dos veces cortas. Esa era su señal.

Cuando escuchó pasos aproximándose, dio pequeños brinquitos en su lugar, tratando de serenarse. Se había ido por pocos mese, pero siendo fiel a la idea de imaginar los peores escenarios, se dijo así misma que cabía la posibilidad de que él se hubiese mudado. No pasó mucho tiempo, pero cualquier cosa podría pasar.

Se obligó a serenarse cuando el picaporte giró y la puerta blanca fue abierta de poco en poco.

—¿Malena? —preguntó el muchacho con los ojos bien abiertos. La rosquilla que tenía en su mano fue a dar al suelo y rodó por los escalones hasta el jardín.

A ninguno de los dos le importó.

Lena sonrió, necesitaba comprobar que era él. Lo miró desde sus desgastadas botas militares hasta su camiseta camisa de cuadros deshilachada. Aquel cabello castaño se encontraba más largo y los lunares en su rostro relucían ante la paliducha piel. Soltó una carcajada, sintiendo la misma emoción de cuando vio a Brenda y se abalanzó al enclenque chico.

—La misma y jodida Lena... ¡No puedo creerlo! Te daba por secuestrada en un convento de monjas —inquirió el muchacho devolviéndole con torpeza el abrazo.

—No te podrías librar de mí ni con una explosión nuclear, Iggy. Soy peor que las cucarachas.

Una risa gutural y breve salió de lo más profundo del pecho del castaño. Los dos se balanceaban de izquierda a derecha sin romper el abrazo.

—Te creo, te creo..., no olvidaré todo lo que te metías y ni aun así te dejabas vencer.

—Mierda, Iggy... De verdad, de verdad eres un maldito grano en el culo para decir cumplidos.

Se separaron de poco en poco y el flacucho castaño se hizo a un lado, invitándola a pasar.

—Y dime, Malena, dime ¿dónde fue que te encerraron? —Se dirigió hasta lo que pretendía ser una sala y tomó asiento en el viejo sillón descolorido. Lena se sentó en una silla de madera y miró a su alrededor, dándose cuenta de que nada ahí había cambiado—. Hace unos días visité a tu hermanito y casi me encierra, ¿aún no supera que seamos amigos?

La pelirroja bufó. —Sabes que siempre será así de protector, no te sorprendas... Y, con respecto a lo otro, me fui a un internado al norte del país. Es bueno, me han brindado ayuda y hay personas nuevas que no me tratan como mierda.

Aprendiz de los doce magos | [Harry Potter Fanfiction]Where stories live. Discover now