Té con desconocidos

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Té con desconocidos

—Te amo. —Al otro lado de la línea, sonó una suave carcajada masculina.

—Solo lo dices para que te deje la tarde libre con él. Eso no sucederá.

La pelirroja bufó apenas mientras tomaba asiento en la solitaria mesa. El ambiente era tranquilo y la cafetería con el aire acondicionado, hacían de esa tarde digna de disfrutar.

—¿Por qué no dejas de ser un celoso, Cristoph?

—No creo que pase, amor. —Chasqueó la lengua y al fondo se escuchó el sonido del motor de un auto siendo encendido—. Tengo que irme y parece ser que tardaré.

—Entonces me declaro victoriosa... Jules y yo tendremos una tarde de calidad. Quieras o no.

—Si mi hijo al final me dice que te quiere más a ti, tendremos una buena platica tú y yo, linda —siseó, pretendiendo sonar amenazante.

Pero no funcionó, pues la pelirroja soltó una carcajada e hizo el teléfono de lado para pedir su orden al mesero.

—Ambos sabemos que será siempre esa su respuesta... —Soltó un suspiro y se mordió el labio reteniendo su amplia sonrisa—... En fin, te dejo trabajar. Te amo.

—Mañana si pasaré por ustedes, ¿Hm? Te amo.

Colgó la línea y dejó su celular en el bolso. Esperó paciente, mirando a través del gran ventanal hacia la calle en lo que le entregaban su pedido. El edificio donde trabajaba gozaba de una buena cafetería, donde la mayoría de los clientes iban a liberar su frustración en compañía de una deliciosa bebida. Liese Coleman no era la excepción.

Se removió en su asiento, optando por mirar a su alrededor.

Picor en la nuca y un escalofrío en la espalda, hicieron que la pelirroja se inquietara. Aquella típica que te alertaba si algún extraño te miraba más de la cuenta. Porque era así. Al fondo, entre lo oscuro y bien apartado de los demás, un hombre rubio la miraba de soslayo cada tanto.

Quiero creer que para este punto, nada de lo que esta humilde narradora dijo, fue en vano, detalles diminutos, que a veces hice juego de palabras para hacer trampa, sí, pero vamos, sé que esto no lo olvidarás.

Cuando Liese Coleman se movió unos centímetros al recibir su té con leche junto a su postre, se dio cuenta de que tenía la atención de aquel desconocido. Siguió en lo suyo, si, en un vano intento de ignorarlo. Bastantes preocupaciones y frustraciones tenían en su día a día, como para venir a ocuparse de un acosador ocasional.

Además, quería disipar su mal humor antes de que llegara la hora de ir por su hijo pequeño a la guardería.

Pero nada en la cafetería parecía más importante como para distraer al rubio. Al contrario, cada segundo perdía menos detalles de la pelirroja.

Hastiada, se armó de valor y tras dejar su tasa, y con rostro impasible, le hizo una seña al desconocido para que se acercara. Y al diablo si era un acosador. Porque el lugar tenía clientes como testigos y las cámaras de seguridad funcionaban a la perfección.

Hombros anchos, delgado y ojos penetrantes, caminó a paso lento hasta la mesa de Liese. Llevaba un pantalón de vestir negro, camisa del mismo color doblada hasta los codos, y una cazadora de cuero en las manos.

Se negó a apartarle la mirada ni un solo segundo. Ella no era del tipo de mujeres que se intimidaba.

—Dime que no te molesté mirándote.

Sin expresión alguna, Liese alzó el mentón, imponiéndose y alzó una ceja sin apartar la mirada. —Ciertamente así fue, ¿acaso me conoces?

—No tengo el privilegio, disculpa este atrevimiento. No ha sido muy cortés de mi parte. —Dio la media vuelta luego de sonreírle, patente de familia, y caminó a paso lento contando también los segundos.

Aprendiz de los doce magos | [Harry Potter Fanfiction]Where stories live. Discover now