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Eider Reed es muy irónica.

Tiene un sueño sexual y le toca ir a la iglesia el mismo día.

Domingo, 13 de Octubre
7:35 AM

Había salido a correr por mi habitual ruta. No me sorprendió ver a Will entrenando en el campo, empujando postes de metal por el césped recién cortado.

—Hola Will —lo saludo al estar junto a él.

Su mirada de ojos azules se clava en mi, sorprendido por verme. Y la verdad, es que yo solo tenía ganas de confirmar algo.

Will se coloca la toalla sobre las hombreras que usan los futbolistas, observándome con la cara goteando sudor.

—Hola Didi —me saluda cariñosamente—. ¿De nuevo corriendo por aquí?

Necesitaba confirmarlo.

—¿Estás muy ocupado ahora? —le pregunto para luego mirar alrededor, en busca de alguna persona cerca. Nadie—. Porque necesito un favor.

Nunca había hecho esto, o no recuerdo haberlo hecho. Sentir la necesidad de pedirle favores sexuales a alguien no era típico de Eider Reed, por lo menos esta Eider Reed.

Y Will parecía entusiasmado por lo que sea que le pedía.

—¿Qué clase de favor? —duda curioso.

La vergüenza intenta salir por mis mejillas, pero la retengo. No puedo intentar decir las palabras sin querer vomitar de pena, por lo que me limito a la acciones.

De un salto, envuelvo mis brazos en su suave cuello, plantando mi boca en sus dulces y suaves labios. El olor característico de Will vuelve a impactarme, recordando aquellos momentos anteriores.

Will coloca sus manos en mis muslos, enredando mis piernas en su cintura y, con sus palmas apretando mis músculos, me lleva al vestuario.

La forma en que mi espalda choca con la pared de la ducha es dolorosa, pero nada me impide terminar lo que había empezado. Como Will, con habilidad, mete una de sus manos bajo mi sostén deportivo y acaricia mis pechos y como yo le bajo apresurada el short.

La sensación de las yemas de Will era increíble, como lograba acariciar todo lo posible.

Los labios de Will impactan mi cuello mientras que me quita por completo los leggings.

Como besa toda mi clavícula, bajando por mi estomago deseosamente, humedeciendo mi piel volviéndome loca. Como su casi roce me hace estremecerme por completo y así sin más, volviendo a subir su cabeza, se introduce sin piedad dentro de mi.

Alguien aplaude en mi cara.

—¡Eider! —La voz de Will me saca de mi sueño húmedo que había tenido despierta, devolviéndome a la realidad—. ¿Cuál era el favor?

Ya prácticamente acabo de confirmar que me gustan los hombres con solo una imaginación.

—¿Me puedes enseñar a empujar esto? —miento señalando la gran colchoneta sobre el tubo de metal—. Se ve súper interesante.

HABITACIÓN 219Donde viven las historias. Descúbrelo ahora