12 - Primera parte

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―Hay que matarlo.

―No pregunté tu opinión.

―Odio que me trates mal.

―Y yo te odio a ti, pero no necesitas saberlo, como yo no necesito saber tu opinión.






Jueves, 3 de Octubre

10:24 PM

Papá era odioso.

Él representaba todas las cosas que yo odiaba: leía la última página antes de empezar el libro, tomaba café amargo, adivinaba los finales de las películas y no temía compartirlo con el resto del cine, el fin justificaba sus medios.

Pero era mi papá.

Y lo amaba, aunque me sacara de mis casillas.

El día que murió, fue un día común de verano. Fue en el momento que el sol estaba en su punto máximo, la hora más calurosa del día.

Gabir, quien había cumplido trece (o iba a cumplir, no recuerdo), jugaba a los videojuegos en línea con sus amigos. Había agarrado todo el sótano para él y se había encerrado en este con el único ventilador de la casa, junto al televisor más grande y la única consola.

Lo odié en ese momento, ¿quien diría que luego no podría separarme de él?

Kenya y mamá estaban cortando las verduras para el asado que habría dentro de unas horas, mientras que yo, con mis recién cumplidos quince años, me encontraba hojeando catálogos de ropa que mamá había dejado para reciclar.

Era mi época de hipster, en la que usaba lentes gruesos negros que no necesitaba, con kilos y kilos de sombra y máscara para pestañas que el vidrio de los anteojos medio ocultaba. Usaba demasiadas cadenas y pulseras y tenía por lo menos dos anillos en cada dedo; uno con forma de bigote.

Tomaba café en verano y me la pasaba leyendo. Ahí conocí mi afán por la lectura: fingiendo ser una hipster.

Recuerdo perfectamente el sonido de la patrulla. La sirena se escuchaba sin coordinación alguna, luego me enteré que era porque estaba dañada y aveces sonaba y aveces no.

De ese auto con sonido y luces en mal estado, bajaron los oficiales que harían nuestro perfecto día de verano, ser el horrible día que todos tendremos en nuestra memoria.

Sus palabras fueron simples, no dieron mucha vuelta.

Incendio.

Papá tuvo un accidente.

Hospital del Pueblo.

Si dijeron algo más, sencillamente no lo recuerdo.

Ese sentimiento de angustia que tuve cuando me enteré lo de papá fue el mismo sentimiento de angustia que tuve cuando Kyle disparó.

Situaciones completamente distintas, pero el mismo sentimiento.

¿Como podía ser?

—¿En qué piensas tanto, princesa? —pregunta Kyle a mis espaldas.

Ambos estamos cubiertos por la sabana, yo mirando hacia la pared y él mirando mi espalda, a una distancia más o menos razonable, de la cual no me quiero pasar un solo centímetro.

HABITACIÓN 219Where stories live. Discover now